Se buscan dos mártires locos para conseguir la paz en el Oriente Medio. El proceso de paz no toma prisioneros - Bradley Burston - Haaretz
Martin Luther King, Memphis, 03 de abril 1968:
Ojala que todo esto pudiera reducirse a algo más digerible, más fácilmente susceptible de cambiar.
Y se puede. Todo se reduce a esto: el precio de hacer la paz es la muerte. Nada menos. El único líder que puede hacer el tipo de sacrificios políticos y sociales necesarios para forjar una solución que prevea una Palestina independiente al lado de un Israel independiente, es un líder que esté plenamente dispuesto a realizar un sacrificio personal hasta el final.
De Isaac Rabin a Anwar Sadat, de Issam Sartawi a Ariel Sharon y a Moshe Dayan, el proceso de paz no toma prisioneros. Nadie hace la paz y permanece con vida.
Nosotros, los pueblos de la Tierra Santa, no pedimos menos. ¿Es eso justo? Por supuesto que no. Pero es la forma en que funciona la cosa. La tierra "que devora a sus habitantes" es aún más difícil para esos dirigentes que eligen tratar de hacer de ella una tierra habitable. No podemos perdonar a nuestros líderes por hacer lo correcto. Sólo podemos perdonar, volver a elegir, tolerarles por hacer lo incorrecto, medida tras medida, año tras año agonizante.
Lo que nos lleva a Benjamin Netanyahu y Ehud Barak y, para el caso, a Mahmoud Abbas. Ellos han encontrado el secreto de la vida política eterna en el Oriente Medio: sólo deben decir que no.
De hecho, nuestros oponentes más eficaces, entre ellos Eli Yishai, Natan Sharansky, Avigdor Lieberman, son nuestros políticos cobardes más prominentes.
En el caso de Barak, la falta de imaginación moral, según la frase de Henry Siegman, es impresionante. Él ha tomado prestado el secreto de la longevidad de su compañero de Camp David, Yasser Arafat, y es feliz como una lombriz. Sólo que los pueblos de la Tierra Santa quedan sumidos en la miseria y en la desesperanza.
En el caso de Netanyahu, la más absurda de las explicaciones por su fracaso a la hora de buscar la paz también parece ser la más convincente: mientras su centenario padre siga vivo y lúcido, y en férrea resistencia al proceso de paz, él seguirá siendo primer ministro.
Estos hombre son supervivientes pero con una visión mutilada. Sobreviven para que otros puedan morir.
¿Qué necesitamos para hacer la paz entre Israel y Palestina? Sólo necesitamos un líder en cada lado que sea lo bastante loco y lo suficientemente patriota como para estar dispuesto a ser un mártir en el futuro.
Yitzhak Rabin firmó la paz con Jordania, y se dirigía a hacer la paz con los palestinos cuando lo mataron. Anwar Sadat era el enemigo más letal de Israel, pero tomó el camino que de un solo golpe mostró una señal de paz y recuperó cada centímetro cuadrado de territorio egipcio capturado. Sólo después de que Israel hiciera su retirada definitiva, uno de sus oficiales subalternos de su ejército le asesinó.
¿Qué es lo que necesitamos de nuestros dirigentes? Sólo la paz y su sangre y su vida.
¿Qué tipo de persona podría estar dispuesta a asumir ese tipo de reto, a cambio de nada más que un lugar en la historia y un futuro para millones de niños en ambos lados?
Precisamente el tipo parece que nos falta en este momento. Un héroe genuino.
Como cualquiera, me gustaría tener una larga vida. La longevidad tiene sus alicientes. Pero no estoy preocupado por eso. Sólo quiero hacer la voluntad de Dios. Y él me permitió subir a la montaña. Y he mirado más allá. Y he visto la Tierra Prometida. Puede que no llegue allá con ustedes. Pero quiero que sepan esta noche, que nosotros, como pueblo, llegaremos a la tierra prometida.A primera vista, no hay conflicto más espeso, más enmaralladamente complejo, atrincherado en gran medida en su resistencia a una solución, que el empantanado árabe-israelí.
Ojala que todo esto pudiera reducirse a algo más digerible, más fácilmente susceptible de cambiar.
Y se puede. Todo se reduce a esto: el precio de hacer la paz es la muerte. Nada menos. El único líder que puede hacer el tipo de sacrificios políticos y sociales necesarios para forjar una solución que prevea una Palestina independiente al lado de un Israel independiente, es un líder que esté plenamente dispuesto a realizar un sacrificio personal hasta el final.
De Isaac Rabin a Anwar Sadat, de Issam Sartawi a Ariel Sharon y a Moshe Dayan, el proceso de paz no toma prisioneros. Nadie hace la paz y permanece con vida.
Nosotros, los pueblos de la Tierra Santa, no pedimos menos. ¿Es eso justo? Por supuesto que no. Pero es la forma en que funciona la cosa. La tierra "que devora a sus habitantes" es aún más difícil para esos dirigentes que eligen tratar de hacer de ella una tierra habitable. No podemos perdonar a nuestros líderes por hacer lo correcto. Sólo podemos perdonar, volver a elegir, tolerarles por hacer lo incorrecto, medida tras medida, año tras año agonizante.
Lo que nos lleva a Benjamin Netanyahu y Ehud Barak y, para el caso, a Mahmoud Abbas. Ellos han encontrado el secreto de la vida política eterna en el Oriente Medio: sólo deben decir que no.
De hecho, nuestros oponentes más eficaces, entre ellos Eli Yishai, Natan Sharansky, Avigdor Lieberman, son nuestros políticos cobardes más prominentes.
En el caso de Barak, la falta de imaginación moral, según la frase de Henry Siegman, es impresionante. Él ha tomado prestado el secreto de la longevidad de su compañero de Camp David, Yasser Arafat, y es feliz como una lombriz. Sólo que los pueblos de la Tierra Santa quedan sumidos en la miseria y en la desesperanza.
En el caso de Netanyahu, la más absurda de las explicaciones por su fracaso a la hora de buscar la paz también parece ser la más convincente: mientras su centenario padre siga vivo y lúcido, y en férrea resistencia al proceso de paz, él seguirá siendo primer ministro.
Estos hombre son supervivientes pero con una visión mutilada. Sobreviven para que otros puedan morir.
¿Qué necesitamos para hacer la paz entre Israel y Palestina? Sólo necesitamos un líder en cada lado que sea lo bastante loco y lo suficientemente patriota como para estar dispuesto a ser un mártir en el futuro.
Yitzhak Rabin firmó la paz con Jordania, y se dirigía a hacer la paz con los palestinos cuando lo mataron. Anwar Sadat era el enemigo más letal de Israel, pero tomó el camino que de un solo golpe mostró una señal de paz y recuperó cada centímetro cuadrado de territorio egipcio capturado. Sólo después de que Israel hiciera su retirada definitiva, uno de sus oficiales subalternos de su ejército le asesinó.
¿Qué es lo que necesitamos de nuestros dirigentes? Sólo la paz y su sangre y su vida.
¿Qué tipo de persona podría estar dispuesta a asumir ese tipo de reto, a cambio de nada más que un lugar en la historia y un futuro para millones de niños en ambos lados?
Precisamente el tipo parece que nos falta en este momento. Un héroe genuino.
Labels: BBurston, Proceso Paz
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