¿El 11-S de Turquía? - Petra Marquardt-Bigman - JPost BlogCentral
No fue un activista disparatado y enfebrecido quien dijo que el ataque israelí al Mármara Mavi fue como "el 11-S de Turquía". Fue el canciller turco Ahmet Davutoglu durante un desayuno con periodistas en Washington.
Obviamente, la comparación de Davutoglu era cínica y ofensiva, con mayor razón si se tiene en cuenta que Turquía puede presumir de ser el "país más anti-americano del mundo". Aparentemente, esto se adapta muy bien al gobierno islamista de Turquía, ya que los medios de comunicación turcos cercanos al gobernante AKP y al primer ministro Erdogan han acusado a los EEUU no sólo de cometer toda clase de atrocidades en Irak, sino también de causar diversos desastres naturales.
No hace falta dar un gran salto para ir de las teorías de conspiración anti-estadounidenses a los tropos antisemitas, y por lo tanto, "el elogio de Hitler, la negación del Holocausto, y pasajes escogidos de Los Protocolos de los Sabios de Sión" son también parte de la producción habitual de medios de comunicación islamistas de Turquía. Por ello, no resulta sorprendente ver un cartel en una reciente manifestación en Estambul que anunciaba: "Legendario líder Adolf Hitler, nuestra paciencia se está agotando, necesitamos su espíritu".
En una forma algo diferente, los nazis y el Holocausto fueron también una vez más un punto de referencia favorito en los comentarios publicados por los medios de comunicación occidentales, donde los expertos competían entre sí en lamentar que, a diferencia del resto los iluminados del mundo, el estado judío siga sin entender la maravillosa lección moral que nos ofrece el Holocausto, en particular a los judíos. Para citar sólo uno de muchos ejemplos, Henry Siegman, actualmente en la Universidad de Londres, lo expresó así:
Si progresistas como Siegman, y con respecto a la seguridad, se refieren a las de Israel como teóricamente "legítimas", pero en la práctica indefendibles, los islamistas de Turquía tienen muchas razones para sentir que su tema de un 11-S resonará. De hecho, el presidente turco, Abdullah Gul, lo retomó al declarar que "la interceptación de los buques y la muerte de nueve turcos fue un crimen que se podría haber esperado de gente de Al Qaeda y no de un estado soberano".
Haciéndose eco de esta temática de "Israel como al-Qaida", el Primer Ministro Erdogan acusó a Israel de perpetrar "masacres" y "terrorismo de Estado en el Oriente Medio". Resulta ya evidente que el libelo se vende bien: como informó el JPost, el mayor sindicato británico votó el pasado jueves por un boicot total contra los productos y servicios israelíes después de que varios oradores habían defendido la medida mediante la descripción de Israel como un "Estado criminal", "un "Estado del terror más allá de apartheid" y un "Estado de guerra con poco apetito por la paz o la coexistencia".
De hecho, ni este tipo de lenguaje, ni los sentimientos que refleja son nuevos, aunque los expertos que los surten les suele gustar disertar sobre este tema afirmando que sólo Israel tiene la culpa de la hostilidad que le sale al encuentro. El tema de que Israel "hace enemigos" fue definitivamente uno de los favoritos en los abundantes comentarios sobre la flotilla de Gaza, sobre todo cuando sus redactores decían estar motivados por una preocupación genuina por el bienestar y la supervivencia del Estado judío.
Una de estas lamentaciones llenas de buenas intenciones que decía que "Israel se está aislando a sí mismo ante el derecho internacional y la opinión mundial" podía encontrarse en un editorial del Guardian. Pero es necesario decir que mucho antes de que el gobierno islamista de Turquía tuviera la idea de comparar a Israel con al-Qaida, los editores del Guardian lo consideraron. Esto es lo que se leía en el Guardián del 17 de abril de 2002:
Se trata de utilizar un patrón muy habitual y de echar mano del repertorio estándar, y ya antiguo, de los detractores de Israel a fin de demonizar a Israel por cruel, criminal y asesino.
De hecho, cualquiera que diga que la conducta de Israel es la responsable de la hostilidad generalizada contra el Estado judío, lo que espera es que nadie recuerde lo sucedido a raíz de la retirada de Israel del Líbano en 2000, y de las posteriores negociaciones en Camp David y Taba: los palestinos dando comienzo al baño de sangre sin sentido de la "Intifada de Al Aqsa".
Los lectores del Guardian ya fueron invitados a dar su opinión sobre si "Israel simplemente no tiene derecho a existir" justo cuando el gabinete israelí aprobó los parámetros Clinton y se preparaba para las negociaciones en Taba, y la Conferencia Mundial contra el Racismo, patrocinada por la ONU y celebrada en el verano de 2001 en Durban (Sudáfrica), ya por aquel entonces se convirtió en "un fea muestra de retórica anti-judía, anti-Israel, anti-Estados Unidos".
Y no nos olvidemos que cuando el verdadero 11-S sucedió, ya era "progresista" mostrar un grado de comprensión por "la multitud que se regocijaba en Nablus (Cisjordania) y El Cairo", y desde entonces se ha convertido en una especie de tabú culpar de la violencia islamista a los islamistas. Es mucho más fácil, y realmente más popular, denunciar a Israel que reconocer en las secuencias de vídeo como se muestran esos "activistas por la paz" vomitando odio y lemas yihadistas.
Obviamente, la comparación de Davutoglu era cínica y ofensiva, con mayor razón si se tiene en cuenta que Turquía puede presumir de ser el "país más anti-americano del mundo". Aparentemente, esto se adapta muy bien al gobierno islamista de Turquía, ya que los medios de comunicación turcos cercanos al gobernante AKP y al primer ministro Erdogan han acusado a los EEUU no sólo de cometer toda clase de atrocidades en Irak, sino también de causar diversos desastres naturales.
No hace falta dar un gran salto para ir de las teorías de conspiración anti-estadounidenses a los tropos antisemitas, y por lo tanto, "el elogio de Hitler, la negación del Holocausto, y pasajes escogidos de Los Protocolos de los Sabios de Sión" son también parte de la producción habitual de medios de comunicación islamistas de Turquía. Por ello, no resulta sorprendente ver un cartel en una reciente manifestación en Estambul que anunciaba: "Legendario líder Adolf Hitler, nuestra paciencia se está agotando, necesitamos su espíritu".
En una forma algo diferente, los nazis y el Holocausto fueron también una vez más un punto de referencia favorito en los comentarios publicados por los medios de comunicación occidentales, donde los expertos competían entre sí en lamentar que, a diferencia del resto los iluminados del mundo, el estado judío siga sin entender la maravillosa lección moral que nos ofrece el Holocausto, en particular a los judíos. Para citar sólo uno de muchos ejemplos, Henry Siegman, actualmente en la Universidad de Londres, lo expresó así:
"Si un pueblo que sufrido recientemente en sus propias carnes incalificables inhumanidades no puede reunir la imaginación moral para entender la injusticia y el sufrimiento que sus ambiciones territoriales - y hasta sus preocupaciones legítimas de seguridad - están provocando en otro pueblo, ¿qué esperanza hay para el resto de nosotros?"Quizá habría que apreciar realmente ese reproche como refrescante y honesto: escribiendo sobre Gaza, Siegman condena las "ambiciones territoriales" de Israel y, a continuación, tal vez dándose cuenta ligeramente de que esto resulta totalmente absurdo, lanza lo de las preocupaciones de seguridad, que supuestamente son "legítimas", pero aparentemente no lo suficientemente legítimas como para ser realmente defendidas.
Si progresistas como Siegman, y con respecto a la seguridad, se refieren a las de Israel como teóricamente "legítimas", pero en la práctica indefendibles, los islamistas de Turquía tienen muchas razones para sentir que su tema de un 11-S resonará. De hecho, el presidente turco, Abdullah Gul, lo retomó al declarar que "la interceptación de los buques y la muerte de nueve turcos fue un crimen que se podría haber esperado de gente de Al Qaeda y no de un estado soberano".
Haciéndose eco de esta temática de "Israel como al-Qaida", el Primer Ministro Erdogan acusó a Israel de perpetrar "masacres" y "terrorismo de Estado en el Oriente Medio". Resulta ya evidente que el libelo se vende bien: como informó el JPost, el mayor sindicato británico votó el pasado jueves por un boicot total contra los productos y servicios israelíes después de que varios oradores habían defendido la medida mediante la descripción de Israel como un "Estado criminal", "un "Estado del terror más allá de apartheid" y un "Estado de guerra con poco apetito por la paz o la coexistencia".
De hecho, ni este tipo de lenguaje, ni los sentimientos que refleja son nuevos, aunque los expertos que los surten les suele gustar disertar sobre este tema afirmando que sólo Israel tiene la culpa de la hostilidad que le sale al encuentro. El tema de que Israel "hace enemigos" fue definitivamente uno de los favoritos en los abundantes comentarios sobre la flotilla de Gaza, sobre todo cuando sus redactores decían estar motivados por una preocupación genuina por el bienestar y la supervivencia del Estado judío.
Una de estas lamentaciones llenas de buenas intenciones que decía que "Israel se está aislando a sí mismo ante el derecho internacional y la opinión mundial" podía encontrarse en un editorial del Guardian. Pero es necesario decir que mucho antes de que el gobierno islamista de Turquía tuviera la idea de comparar a Israel con al-Qaida, los editores del Guardian lo consideraron. Esto es lo que se leía en el Guardián del 17 de abril de 2002:
"el campo de Jenin se parece a la escena de un crimen. Sus torturados escombros de hormigón y metal evocan otro horror situado en Nueva York, en menor escala, pero igual de repelente en sus detalles y no menos inquietante y similar para el hombre. Jenin huele a delito. El hedor de la carne en descomposición, los cadáveres dejados pudrir o enterrados bajo edificios derrumbados saludan a los trabajadores humanitarios y a los periodistas que logran acceder hasta allí. ¿Qué cruel déficit de compasión niega a aquellos que murieron el beneficio de esa gracia? Jenin se siente como un delito. [...] Jenin ya tiene ese aura de la infamia que se conecta a un delito de especial notoriedad. La historia de Jenin, por el momento aún a medias, está lista para vivir en la memoria y en el mito, como una pesadilla y un apocalipsis heroico, ganando una existencia exclusiva y de enorme importancia en la historia de la lucha palestina. Como el activista por la paz que nos guía, Uri Avnery, nos señala, Jenin, al igual que la judía Massada, puede ser una leyenda donde los sueños construyan, informen y definan (y tal vez deformen) la conciencia de la emergente nación del estado palestino"Así pues, esa "masacre de Jenin" que nunca existió también fue el 11-S de Palestina, donde uno de los "más progresistas israelíes [en favor de la paz]" como Uri Avnery amablemente la comparó con la "judía Massada". Pero esta vez es el enfrentamiento mortal con los "los martires turcos" lo que se anuncia como el 11-S de Turquía, y como era de esperar algún escritor judío puede encontrar analogías entre el barco turco y ese otro que con 4.500 sobrevivientes del Holocausto a bordo intentó protestar por el bloqueo británico de la Palestina en el verano de 1947.
Se trata de utilizar un patrón muy habitual y de echar mano del repertorio estándar, y ya antiguo, de los detractores de Israel a fin de demonizar a Israel por cruel, criminal y asesino.
De hecho, cualquiera que diga que la conducta de Israel es la responsable de la hostilidad generalizada contra el Estado judío, lo que espera es que nadie recuerde lo sucedido a raíz de la retirada de Israel del Líbano en 2000, y de las posteriores negociaciones en Camp David y Taba: los palestinos dando comienzo al baño de sangre sin sentido de la "Intifada de Al Aqsa".
Los lectores del Guardian ya fueron invitados a dar su opinión sobre si "Israel simplemente no tiene derecho a existir" justo cuando el gabinete israelí aprobó los parámetros Clinton y se preparaba para las negociaciones en Taba, y la Conferencia Mundial contra el Racismo, patrocinada por la ONU y celebrada en el verano de 2001 en Durban (Sudáfrica), ya por aquel entonces se convirtió en "un fea muestra de retórica anti-judía, anti-Israel, anti-Estados Unidos".
Y no nos olvidemos que cuando el verdadero 11-S sucedió, ya era "progresista" mostrar un grado de comprensión por "la multitud que se regocijaba en Nablus (Cisjordania) y El Cairo", y desde entonces se ha convertido en una especie de tabú culpar de la violencia islamista a los islamistas. Es mucho más fácil, y realmente más popular, denunciar a Israel que reconocer en las secuencias de vídeo como se muestran esos "activistas por la paz" vomitando odio y lemas yihadistas.
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