¿Qué tienen que ver los boicots con la libertad académica? - Asher Maoz - Haaretz
Un profesor universitario afirma que los comandos navales que atacaron el Mavi Mármara asesinaron a los activistas turcos sangre fría. Otro profesor se niega a permitir que un estudiante que regresa de su servicio de reserva entre en clase con el uniforme. Un tercero dice a sus alumnos que él no cree que el servicio de reserva en los territorios justifique la ausencia de las clases, pero por contra está dispuesto a excusar la ausencia de otros estudiantes de las clases porque asisten a una protesta en un puesto de control.
Un cuarto profesor llama al boicot de Israel a causa de la ocupación. Un colega suyo llama a un boicot académico contra las universidades israelíes, incluyendo la que le emplea y le paga. Otro conferenciante pide silencio a los estudiantes cuando estos se manifiestan en desacuerdo con él.
Estos casos, reales, se pueden modificar: Quizás un profesor llame a los soldados que evacúan a los colonos "nazis". Otro prohibe a una estudiante musulmana entrar en el aula porque lleva puesto un velo. Un tercero no tiene una especial consideración por un estudiante llamado por el servicio de reserva para disolver un puesto avanzado, pero si la tiene por otro que está ausente para así ayudar a frustrar una evacuación. Y un cuarto profesor pide un boicot contra Israel o sus universidades porque la "traición" del gobierno supondrá renunciar a partes de la patria.
Lo que todos estos escenarios tienen en común es la pretensión de que estén protegidos por la libertad académica. Sin embargo, lo cierto es que su común denominador no tiene nada que ver con la libertad académica. Algunos de estos incidentes están protegidos por la libertad de expresión, no por la libertad académica. Otros son contrarios a la libertad académica.
Vamos a aceptar las críticas al gobierno: En una democracia, la libertad de expresión y la crítica debe ser celosamente vigiladas. Pero, ¿qué tiene esto que ver con la libertad académica?
De hecho, la reivindicación de la libertad académica en estos asuntos es un tanto arrogante, como si los académicos estuvieran por encima de la gente. Después de todo, en una democracia, la voz de un profesor es igual a la voz de cualquier otro ciudadano, y con razón. La pretensión de envolver la crítica política bajo el manto académico acabará limitando el derecho a la crítica, como si la gente que no disfruta de la libertad académica no debiera expresar sus opiniones.
La libertad académica va más allá de la libertad de expresión, y tiene por objeto responder a las necesidades de la comunidad académica. Se trata de libertad para estudiar, publicar y enseñar. Esta es la única manera en que la búsqueda de la verdad científica puede ser protegida. Así es como los académicos difieren de los empleados de cualquier otra institución.
Pero nadie tiene el monopolio de la verdad. Así, para proteger la búsqueda de la verdad, los académicos no deben suprimir las opiniones de los demás, ya sean estudiantes o colegas, puesto que ellos también tienen derecho a la libertad académica. Tampoco podrán los académicos imponer sus opiniones sobre los demás o hacer daño a aquellos cuyas opiniones difieren de las suyas. El poder del discurso académico se encuentra en la persuasión, no en la coerción.
Pero la mayor amenaza a la libertad académica es el boicot académico. Esta arma - aun cuando los que la predican están tratando de enfocarla sobre las políticas del gobierno - asesta un golpe mortal a la libertad de investigar y desarrollar, porque involucra a las fuentes de financiación para su investigación y el intercambio académico con sus colegas, lo cual es esencial para la investigación académica.
Tampoco podemos ignorar el hecho de que aquellos que llaman a un boicot no se verán perjudicados ellos mismos. Ellos disfrutan de lo mejor de ambos mundos: tanto los derechos conferidos por la pertenencia a la universidad que quieren que se boicotee, como el derecho a la exención del boicot que promueven.
Un cuarto profesor llama al boicot de Israel a causa de la ocupación. Un colega suyo llama a un boicot académico contra las universidades israelíes, incluyendo la que le emplea y le paga. Otro conferenciante pide silencio a los estudiantes cuando estos se manifiestan en desacuerdo con él.
Estos casos, reales, se pueden modificar: Quizás un profesor llame a los soldados que evacúan a los colonos "nazis". Otro prohibe a una estudiante musulmana entrar en el aula porque lleva puesto un velo. Un tercero no tiene una especial consideración por un estudiante llamado por el servicio de reserva para disolver un puesto avanzado, pero si la tiene por otro que está ausente para así ayudar a frustrar una evacuación. Y un cuarto profesor pide un boicot contra Israel o sus universidades porque la "traición" del gobierno supondrá renunciar a partes de la patria.
Lo que todos estos escenarios tienen en común es la pretensión de que estén protegidos por la libertad académica. Sin embargo, lo cierto es que su común denominador no tiene nada que ver con la libertad académica. Algunos de estos incidentes están protegidos por la libertad de expresión, no por la libertad académica. Otros son contrarios a la libertad académica.
Vamos a aceptar las críticas al gobierno: En una democracia, la libertad de expresión y la crítica debe ser celosamente vigiladas. Pero, ¿qué tiene esto que ver con la libertad académica?
De hecho, la reivindicación de la libertad académica en estos asuntos es un tanto arrogante, como si los académicos estuvieran por encima de la gente. Después de todo, en una democracia, la voz de un profesor es igual a la voz de cualquier otro ciudadano, y con razón. La pretensión de envolver la crítica política bajo el manto académico acabará limitando el derecho a la crítica, como si la gente que no disfruta de la libertad académica no debiera expresar sus opiniones.
La libertad académica va más allá de la libertad de expresión, y tiene por objeto responder a las necesidades de la comunidad académica. Se trata de libertad para estudiar, publicar y enseñar. Esta es la única manera en que la búsqueda de la verdad científica puede ser protegida. Así es como los académicos difieren de los empleados de cualquier otra institución.
Pero nadie tiene el monopolio de la verdad. Así, para proteger la búsqueda de la verdad, los académicos no deben suprimir las opiniones de los demás, ya sean estudiantes o colegas, puesto que ellos también tienen derecho a la libertad académica. Tampoco podrán los académicos imponer sus opiniones sobre los demás o hacer daño a aquellos cuyas opiniones difieren de las suyas. El poder del discurso académico se encuentra en la persuasión, no en la coerción.
Pero la mayor amenaza a la libertad académica es el boicot académico. Esta arma - aun cuando los que la predican están tratando de enfocarla sobre las políticas del gobierno - asesta un golpe mortal a la libertad de investigar y desarrollar, porque involucra a las fuentes de financiación para su investigación y el intercambio académico con sus colegas, lo cual es esencial para la investigación académica.
Tampoco podemos ignorar el hecho de que aquellos que llaman a un boicot no se verán perjudicados ellos mismos. Ellos disfrutan de lo mejor de ambos mundos: tanto los derechos conferidos por la pertenencia a la universidad que quieren que se boicotee, como el derecho a la exención del boicot que promueven.
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