Wednesday, September 15, 2010

Cómo me convertí en uno de esos malvados colonos - Avinoam Sharon - Haaretz



Soy un colono. Y porque yo soy uno de esos colonos, ciertos artistas y miembros de la comunidad académica - algunos de los cuales son mis amigos más cercanos - han decidido boicotear mi casa. Y es que soy un colono, el Otro arquetípico, la representación del malvado israelí.

La alteridad es el niño mimado de la gente que odia. Permite a personas de todas las tendencias - de la izquierda, de derechas y del centro - disociarse sin pensar ni arrepentirse de ciertas personas como si fueran de una clase deshumanizada, y así, poder odiarles sin remordimientos de conciencia.

A lo largo de la historia, los judíos han desempeñado ese papel de Otro. En la comunidad mundial actual, Israel juega a menudo ese papel de Otro entre el resto de naciones. Ahora yo soy el Otro. Y soy el Otro porque soy un colono, y a los ojos de algunos eso es lo que me define.

¿Qué cómo me he convertido en esa representación de todo lo malo e injusto?

Cuando me casé, yo tenía la esperanza de seguir viviendo en Jerusalém, para criar a mi familia en la ciudad en la que había crecido. Pero el Gobierno de Israel tenía ideas diferentes. En el momento en que me casé, los sucesivos gobiernos israelíes – de izquierda y de derechas - aplicaron una política de desalentar a las parejas jóvenes a la hora de comprar viviendas en las grandes ciudades y así dirigirlas preferentemente a ciudades en desarrollo y a los territorios. Era una política que, por ejemplo, hacia necesario para una joven pareja poseer en efectivo hasta el 60% del precio de compra de un apartamento a fin de poder obtener una hipoteca y otros préstamos para la vivienda, mientras que se proporcionaba tierra libre y un subsidio para la vivienda de más del 85% de su coste en "áreas de prioridad nacional".

Mi esposa y yo no queríamos vivir en una zona de prioridad nacional. No queríamos abandonar Jerusalém. Pero después de mudarnos cuatro veces de pisos de alquiler durante cinco años, envié una carta al Ministro de la Vivienda. Y me respondieron. Me aconsejaron que generosos incentivos estaban disponibles para todos aquellos que se trasladaran a las comunidades rurales y a los territorios. Como muchos en nuestra situación, empezamos a buscar.

Encontramos una pequeña comunidad cerca de la Línea Verde, con vistas a Ben-Gurion, una solución "de consenso nacional". Era una comunidad que había sido construida después de que el Gobierno había convencido a la Corte Suprema de que era absolutamente necesaria para garantizar los intereses vitales de la seguridad nacional.

A pesar de las declaraciones altisonantes de los políticamente correctos, mentes más conocedoras del ámbito legal que las de Oded Kotler, Zeev Sternhell, Cynthia Nixon y Mandy Patinkin (*1) (por ejemplo, las del Tribunal Supremo israelí y los asesores legales del Departamento de Estado de EEUU y de las Naciones Unidas), habían determinado que no había nada ilegal en la construcción de mi casa. E inclusive, después de que el Gobierno del fallecido primer ministro Yitzhak Rabin anunciara una política de "secar" los asentamientos, mi comunidad continuó recibiendo préstamos preferenciales, subvenciones e incentivos generosos de su gobierno.

Pero las cosas han cambiado. Las negociaciones para el establecimiento de un Estado palestino han dado la vuelta a la tortilla y nos han convertido a mis vecinos y a mí en meros títeres políticos. La barrera de seguridad ahora nos separa físicamente del Estado de Israel.

Ambas políticas han contribuido a que mi casa sea ahora un activo sin valor, una trampa económica, una prisión. Sin embargo, ningún gobierno israelí - de la izquierda, de derechas y del centro – nos ha dicho que será de mis vecinos o de mí.

Como la mayoría de los colonos, soy un sionista. Creo que nuestro asentamiento en la Tierra de Israel es cuestión de autodeterminación nacional. Creo que - en la verdadera tradición sionista -, sionismo significa soberanía nacional judía en la patria judía, no unas fronteras específicas. Creo que los llamados "líderes de los colonos" que declaran su determinación a permanecer en sus comunidades, incluso si pasan a formar parte de un Estado palestino, representan una minoría equivocada que pone por delante la Tierra de Israel antes que la soberanía judía. Su visión mesiánica del sionismo no es la mía, en absoluto. Es una traición al sionismo.

Un sionista, en virtud de sus ideales, tiene que afirmar que si un gobierno debidamente electo del Estado de Israel ha decidido que una parte concreta del territorio debe ser cedido a otra soberanía, o que una comunidad particular no sirve al interés nacional, entonces deberá tomar sus maletas y trasladarse a un lugar donde sí contribuya al interés nacional judío. Una declaración y/o una actitud contraria serían antisionistas.

Sin embargo, ahora mismo estoy descartado como un irredimible Otro, indigno de recibir educación, cultura y apoyo. Soy condenado por mis decisiones por esos mismos que delimitaron mi elección de entonces. Los firmantes y partidarios de las diversas peticiones de boicot quizás podrían tener en cuenta por qué me he convertido en el objeto de su ira, de su odio y de su condena. Es porque, como ellos, soñé y sigo soñando con un Israel mejor. Se debe a que, en general, valoramos y apreciamos los mismos ideales. Por eso, cuando ellos me acusan, deben tener en cuenta que soy culpable sólo por asociación con ellos.


(*1) Se trata obviamente del boicot decretado por la progresía políticamente correcta israelí al centro cultural de Ariel. Los nombres son de académicos israelíes y actores judíos americanos

Labels: ,

0 Comments:

Post a Comment

<< Home