Wednesday, September 29, 2010

Judea y Samaria o Cisjordania (A este lado del río Jordán - Philologos – Forward)



Obviamente es una batalla perdida, pero no puedo aprobar seguir la corriente. Cada vez que leo un artículo en el periódico, como la columna del 13 de setiembre en el Washington Post de Jackson Diehl, sobre las conversaciones de paz en curso entre israelíes y palestinos, o una columna de Roger Cohen sobre el mismo tema el 14 de septiembre en el New York Times, desearía gritar.

Aquí está el Sr. Diehl:
"Comenzó con [Benjamin] Netanyahu... su retórica había cambiando rápidamente: Empezó a llamar "un socio para la paz" a [el presidente palestino] Abbas y a usar el término "Cisjordania” en lugar de la expresión nacionalista israelí, "Judea y Samaria".
Y aquí está el señor Cohen:
"La vieja referencia bíblica del Likud de [Netanyahu] sobrevive - Judea y Samaria por la Ribera Occidental - pero él ha adoptado la solución de dos estados porque ha captado la alternativa: más árabes que judíos en un solo estado".
¿Cuánto tiempo durará ese bulo repetido continuamente por los periodistas supuestamente educados de que "Judea y Samaria" son términos ligados a la expansión territorial y resucitados de la época bíblica por los colonos judíos derechistas y por sus partidarios, y ello para nombrar una zona geográfica que realmente se denomina "la Ribera Occidental" (Cisjordania o en inglés West Bank)? ¿Cuando se detendrá finalmente esta estupidez?

A uno le gustaría pedir a los Diehls, Cohen y todos los demás que respondieran una simple pregunta: ¿Durante los largos siglos posteriores a la redacción final de la Biblia hebrea, que tuvo lugar en algún momento del siglo II o I a. C., cómo se denominaba, en su humilde opinión, la región montañosa al sur y al norte de Jerusalén?

Ciertamente, no "la Ribera Occidental", un término que apenas tiene 60 años de antiguedad. Una traducción del árabe “ad-difa'a al-Gharbiya, (la Ribera Occidental)" fue introducida en unas monedas de la década de 1950 para designar la zona de Palestina situada al oeste del río Jordán y que fue anexionada por Transjordania - su nombre luego cambió a Reino Hachemita de Jordania - después de su conquista por la Legión Árabe del rey Abdullah en la guerra árabe-israelí de 1948-49. Ustedes no hallarán esa denominación en un solo libro, atlas o artículo periodístico antes de ese momento.

¿En cambio, qué podrían encontrar? Bueno, vamos a comenzar con el período del Mandato Británico que precedió inmediatamente a la Guerra de la Independencia de Israel de 1948. Después de haber arrebatado Palestina a los turcos en la Primera Guerra Mundial, y tras habérsele concedido un Mandato sobre ella por la Liga de Naciones en 1922, Gran Bretaña dividió “al país” ese mismo año en diversos distritos administrativos.

Había cuatro de ellos: un "Distrito Sur", integrado por Hebrón, Beer Sheva y sub-distritos de Gaza; uno denominado "Distrito Jerusalém-Jaffa", que incluía sub-distritos como Belén, Jericó y Ramala; un "Distrito Norte", con los sub-distritos de Acre, Haifa, Nazaret y Safed; y un "Distrito de Samaria", compuesto por los sub-distritos de Baisan (Bet-Shean), Jenin, Naplusa y Tulkarem. Así pues: oficialmente, ya los propios británicos - a los cuales no creo que los señores Cohen y Diehl confundan con "nacionalistas israelíes" - denominaban a la región montañosa al norte de Jerusalén y hasta el Valle de Jezreel, Samaria.

Es cierto que los británicos no se refirieron a la región montañosa al sur de Jerusalén como el "Distrito de Judea", ni lo trataron como una única unidad administrativa, ya que el sub-distrito de Belén estaba ligado al “Distrito Jerusalém-Jaffa”, y los sub-distritos de Hebrón, Beersheba y Gaza al “Distrito Sur”. Uno sólo puede imaginarse cual habría sido la reacción al término “Judea” de los dirigentes árabes de Palestina teniendo en cuenta como se opusieron amargamente a la utilización en los documentos oficiales, monedas y sellos del término Eretz Yisra'el en letras hebreas, junto con el inglés "Palestina" y el árabe "Filastin" (El compromiso alcanzado al final fue escribir, en hebreo, Palestina, seguido por EY - alef-yod – entre paréntesis)

Y sin embargo, y mucho antes del Mandato Británico, Judea fue la denominación estándar en inglés de las colinas alrededor de Belén y Hebrón, así como lo fue Samaria para las montañas más al norte. El turismo comercial europeo hacia Palestina comenzó a mediados del siglo XIX, y ya desde entonces Inglaterra fue testigo de una serie de libros de viajes que describían las visitas a esa zona. Todos estos libros utilizaban una terminología similar. Así, por poner un ejemplo, el del reverendo Samuel Manning, "Those Holy Fields: Palestine Illustrated by Pen and Pencil”, publicado en Londres en 1874, tiene tres secciones: una sobre "El sur de Palestina o Judea", con itinerarios que iban de "Jaffa a Hebrón", de "Belén hasta el Mar Muerto" y de "Jericó y el Jordán hasta Jerusalén"; otra sección era "el norte de Palestina o Galilea"; y la última "el centro de Palestina o Samaria", con itinerarios de "Jerusalém a Silo" y de "Nablús a la llanura de Esdrelón”. Manning, huelga decirlo, era un pastor protestante, no un colono judío nacionalista.

Se podría ir incluso mucho más atrás, a los mapas del siglo XVIII y a los "Travels of Sir John Mandeville Mandeville" del siglo XIV (que nos dice que "Jerusalém está en la tierra de Judea" y que "Sichem "- Siquem o Naplusa – “está en la provincia de los samaritanos"), y también remontarnos al padre de la Iglesia del siglo IV, Eusebio de Cesárea, en su Historia Ecclesiastica.

Sin embargo, no resulta necesario. Judea y Samaria, a pesar de que se derivan de los términos hebreos bíblicos Yehuda y Shomron, han formado parte del vocabulario geográfico de la Europa cristiana desde la época de Jesús. La “la Ribera Occidental" o Cisjordania nunca lo han sido.

Rechazar la mención de la Ribera Occidental con los términos Judea y Samaria, deliberadamente o no, supone declarar que judíos y cristianos no tienen y nunca han tenido ninguna conexión histórica con esas zonas. Y todo para tratar de difamar y desprestigiar a unos cuantos independientemente de lo que puedan ser sus intenciones.

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