Friday, September 24, 2010

Movimientos equivocados. Robert Aumann: La clave para una paz duradera es no insistir en “una paz ahora” – Lee Smith – Tablet



¿Por qué, a pesar del respaldo de la superpotencia americana, el proceso de paz en Oriente Medio ha fracasado una y otra vez? Yo estaba en Jerusalém la semana pasada cuando la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, llevó nuevamente el desfile de la paz desde Washington hasta la ciudad, y había tan poca fanfarria que me vi casi obligado a llegar a una conclusión similar a la de la revista Time: tal vez, dado el dinamismo actual de la economía de Israel, tiempo atrás una economía cuasi socialista, los israelíes se encuentran ahora demasiado atareados ganando dinero y yendo a la playa como para participar en esa especie de pasión secular llamada proceso de paz.

Pero también es cierto que el entusiasmo generado por los acuerdos de paz de Oslo culminó (y fue fulminado) con la segunda Intifada y con la posterior retirada de Gaza en 2005 que dio lugar a miles de misiles de Hamas dirigidos al sur de Israel. Tal vez entonces el problema no es que los israelíes no quieren la paz, sino que el contexto en el que se han visto obligados a buscarla es fatalmente defectuoso. Así que, ¿por qué los diplomáticos y políticos occidentales prosiguen con las mismas fórmulas, aunque la evidencia de su fracaso sea evidente?

Para obtener respuestas fui a visitar al ganador del Premio Nobel de Economía de 2005, Robert Aumann, cuyo trabajo sobre la teoría de juegos, o “teoría de la decisión interactiva”, es un análisis formal de la mecánica de los juegos repetitivos (un juego sin solución y reincidente en el tiempo). "El modelo de interacción de los juegos repetitivos a largo plazo da cuenta de la presencia de fenómenos como el altruismo, la cooperación, la confianza, la lealtad, la venganza", dijo Aumann en su conferencia tras la entrega del Nobel, "Guerra y paz". Si alguien puede explicar el fracaso reiterado de los procesos de paz en Oriente Medio, pensé, es un premio Nobel que realmente vive en la región y que además ha experimentado los resultados de los fracasos diplomáticos en su vida diaria.

"Deseo la paz", me dijo Aumann en su despacho del Centro para el Estudio de la Racionalidad, en la Universidad Hebrea, donde ha enseñado desde 1956 después de obtener su doctorado en el MIT. "Yo no soy un defensor del Gran Israel. Estoy a favor de una solución de dos estados o algo así. Pero lo que estamos haciendo no promueve eso". "Quiero la paz", puntualizó, haciendo una pausa para el efecto, “pero no la paz ahora".

De 79 años de edad, este israelí nacido en Alemania todavía habla inglés con un acento de Nueva York - se graduó del City College en 1950 -, pero resulta un poco extraño oírle de vez en cuando pedir a su asistente que le ayude a traducir ciertas palabras hebreas al inglés. Se trata de un despacho pequeño para todo un premio Nobel, pero corresponde bien a la modestia de un hombre que perdió a un hijo en una de las guerras de Israel y a una esposa de cáncer.

Aumann se levantó y me llevó hacia su pizarra, allí me mostró una cita de uno de sus compañeros en los discursos de aceptación de los Premio Nobel en Estocolmo: "La creencia de que la paz es deseable no es suficiente para conseguirla". "Es de Barack Obama", me dice Aumann, asintiendo con la cabeza con admiración. "Chico listo". Aumann luego me habla de esa opinión que considera que Obama es poco amigo de Israel, definiendo esa opinión como sólo marginalmente cierta. "Siempre ha existido mucha presión sobre nosotros procedente de Washington durante los últimos 50 años", me asegura.

Aumann, que lleva kipa y luce una larga barba blanca, es un judío observante cuyo escepticismo con relación al proceso de paz le ha colocado en la parte derecha del espectro político de Israel, y ha dado lugar a la polémica en los círculos académicos por utilizar su investigación científica para apoyar sus opiniones políticas. Por supuesto, la otra manera de verlo es que las opiniones políticas de Aumann han sido determinadas por los hechos que dejan en evidencia su propia investigación y análisis de los juegos repetitivos - los cuales explican cómo las culturas construyen sistemas que les permiten funcionar razonablemente bien -.

El problema se presenta cuando un jugador no entiende el tipo de juego en el que está embarcado. Por ejemplo, cuando se trata del proceso de paz árabe-israelí, Aumann no cree que el problema consista en que los israelíes y los árabes no desean la paz, sino más bien en que los israelíes y sus mecenas los EEUU creen que están jugando un juego de una única partida, mientras que los árabes se ven jugando un juego repetitivo. Jerusalém y Washington tienen prisa por terminar y por concluir las negociaciones de inmediato, mientras que los árabes están dispuestos a esperar y seguir jugando el mismo juego. El resultado es que las concesiones de Israel, o el deseo de tener paz ahora mismo, no han dado lugar a una paz.

Es por lo que Aumann ha podido llegar a eso que denominó en su conferencia "uno de esos puntos de vista paradójicos (que dan la vuelta al asunto) de la teoría de juegos". Por supuesto, los jugadores de póquer están familiarizados con ese principio: no volver a mostrar su juego (mano) con dinero pendiente sobre la mesa. "En los juegos repetitivos, para generar y obtener la cooperación de los jugadores, nunca se debe ser demasiado ansioso y desear resultados inmediatos", dijo Aumann en su conferencia. "El presente, el ahora, puede no ser importante. Si quieres la paz ahora, puede que nunca la consigas. Pero si tienes tiempo, si puedes esperar que se produzcan cambios en la imagen o visión completa (de los participantes), a continuación, podría ser posible la obtención de la paz ahora”.

Según la visión de Aumann, el período post-Oslo nos muestra como el comportamiento de Israel le produjo una seria desventaja en lo que respecta al proceso de un juego repetitivo. "Con el paso del tiempo, en los juegos repetitivos”, escribió Aumann en un artículo titulado La paradoja del chantajista, “el equilibrio estratégico genera una paradójica neutralidad que da lugar a una cooperación entre las partes enfrentadas”. Aumann ofreció el ejemplo de dos personas obligadas a repartirse 100.000$ para poder salir con ese dinero de una habitación. La persona A supone inmediatamente que se lo repartirán en partes iguales y se sorprende cuando la persona B le explica que no aceptará el trato – por lo que no podrán salir rápidamente de la habitación con el dinero -, a menos que reciba 90.000$ de los 100.000$. La persona A, temerosa de que finalmente puedan irse con las manos vacías si no llegan a un rápido acuerdo, cede y acepta llevarse solamente la décima parte del dinero.

En esta situación, la persona A actuó como si se tratara de una única partida, es decir, no entendió que se trataba de un juego repetitivo y temió que si no llegaban pronto a un acuerdo se marcharían con las manos vacías, por lo que no quiso demostrar que podía mostrarse tan determinado como la persona B (y forzar más partidas o negociaciones para el reparto del dinero). Pero sería precisamente esto, su determinación a resistir y a continuar con el juego, lo que haría que la persona B se mostrara más dispuesta a ceder en sus exigencias. "De igual manera", escribió Aumann, "Israel debería actuar con paciencia y con visión a largo plazo, aun a costa de no llegar a ningún acuerdo en el presente y persistiendo el estado de beligerancia, y ello con el fin de mejorar su posición en las futuras negociaciones".

La teoría de juegos, me explicó Aumman, "tiene que ser confirmada por la historia y por la evidencia histórica". Se podría añadir también que es corroborada por otras experiencias humanas, como el comercio. En un zoco de Oriente Medio, como una vez observó el novelista árabe Abdul Rahman Munif, el mostrar interés por un artículo consigue de inmediato triplicar su precio de venta por parte del comerciante. Y sin embargo, como Aumann me explicó, "las personas del Oriente Medio no son diferentes de cualquier otra persona en el mundo. La teoría de juegos se basa en la idea de que la gente reacciona a los incentivos, y usted debería ser consciente de que la otra parte reacciona a sus propios incentivos. Por otro la lado, la otra parte no siempre está de acuerdo con usted, o comparten sus mismos objetivos".

Para tomar otro ejemplo, consideren la Segunda Guerra Mundial. Aumann se acuerda de su familia huyendo de Frankfurt en 1938 cuando su padre entendió lo que se dibujaba en el horizonte. "Fue Chamberlain el que trajo la guerra, no Hitler", dice Aumann. Ambos, Chamberlain y Hitler, querían la paz, la diferencia estribaba en que la visión de Hitler de una Alemania en paz incluía poseer y dominar grandes extensiones de Europa Central. "Hitler se enfureció cuando los británicos le declararon la guerra", dice Aumann. Y tenía razón de pensar así. Chamberlain le había enviado el mensaje equivocado. Si Chamberlain hubiera querido la paz no le hubiera indicado con el Acuerdo de Munich que Hitler era libre de poder apoderarse del resto de Checoslovaquia, además de los Sudetes. Los británicos finalmente trazaron su línea roja con la invasión de Polonia, lanzándose a la guerra, pero esa decisión iba en contra de las reglas del juego que tanto Hitler como Chamberlain habían aceptado hasta entonces.

En otro ejemplo, pero ya en el contexto de Israel, Aumann me dijo que consideráramos la Segunda Guerra del Líbano. "Nasrallah afirmó que si hubiera sabido como los israelíes iban a reaccionar, él nunca la hubiera comenzado", dijo Aumann. A los ojos de Nasrallah, la retirada de Gaza le había dado rienda suelta para actuar con impunidad, y es por eso por lo que fue Israel quien se salió de las reglas del juego.

"La manera de hacer la paz es conseguir que tus intenciones sean claras", me dijo Aumann. Pero la retirada de Israel de Gaza no solamente trajo la Segunda Guerra del Líbano, sino también el bombardeo del sur de Israel y, más recientemente, el incidente del Mavi Mármara. Para explicar lo que estaba equivocada en la retirada de Gaza, Aumann se basó en una fuente inusual para un científico, la Biblia, y para ello citó a Jeremías 2:13: "Porque dos males ha hecho mi pueblo: me han abandonado a mí, fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua".

El pueblo de Dios, según la interpretación de Aumann, han hecho dos cosas: no sólo ha abandonado estúpidamente a Dios, sino que también ha adorado a ídolos rotos. "Una cosa es hacer algo inconscientemente equivocado", me dice Aumann. Para él, una expulsión que ha desarraigado a miles de personas que aún tienen que poner en orden sus vidas es "sin duda, inmoral". "Si hubiera traído la paz", prosigue, "si el fin justificara los medios, eso sería otra cosa, pero si esos medios ni siquiera logran alcanzar el objetivo, es moralmente equivocada y torpe estratégicamente. La expulsión de Gaza no tiene precedentes. Los judíos han sido expulsados a lo largo de la historia, pero somos poseedores de la dudosa distinción de ser los primeros en autoexpulsarnos. Nunca antes había sucedido esto, y nos condujo al desastre. Nuestra posición en el mundo no se mejoró. No conseguimos más simpatía. Nosotros conseguimos simpatía cuando actuamos con determinación, después de Entebbe, de Osirak, después de la guerra de los Seis Días".

Cuando políticos y analistas utilizan el mismo tipo de ejemplos para sacar parecidas conclusiones históricas, son rechazados como ideólogos de derechas, y Aumann ha sufrido el mismo tratamiento. El Comité Nobel, no obstante, se dio cuenta de que había hallado una verdad que explica un aspecto fundamental de lo que somos como seres políticos - o bien lo que hacemos cuando somos más humanos, sentados a la mesa con nuestros vecinos y tratando de averiguar cómo vivir juntos -. La paradoja es que no puede haber convivencia si una persona no está dispuesta a negociar más duramente que la otra. El apaciguador siempre será absorbido y simplemente dejará de existir. Es más, es la tenacidad y la buena voluntad de querer hacer concesiones (por ambas partes) lo que trae negociaciones exitosas. En otras palabras, si quieres la paz, prepárate para la guerra.

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1 Comments:

Blogger Manfred Grautoff said...

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5:23 PM  

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