Saturday, September 18, 2010

Yom Kippur o el fin del chivo expiatorio - Delphine Horvilleur - Le Monde



El azar de los calendarios solar y lunar ha hecho que este año las fiestas musulmanas y judías vayan de la mano. Mientras que el Ramadán termina para unos, nos adentramos en los días más solemnes para los otros, el año nuevo judío y el Yom Kippur, el día de la "expiación" o del "gran perdón”.

Para numerosos musulmanes y judíos en Francia, esta rentrée (al inicio del otoño) es un tiempo donde se conjugan los calendarios plurales de nuestras vidas, tiempos civiles y religiosos, calendarios institucionales y espirituales. Es quizá entonces cuando se expresan, con más intensidad que en el resto del año, los elementos compuestos de nuestras pertenencias y las afiliaciones múltiples con las que están tejidas nuestras vidas. Ninguno de los componentes constituye una infidelidad al otro, pero cada uno alimenta las identidades complejas que fundan la ciudadanía moderna.

Este viernes por la tarde, miles de judíos en Francia tomarán el camino de las sinagogas para celebrar el día más solemne del calendario hebreo, Yom Kippur.

Este día "de la expiación”, a menudo traducido como "gran perdón", es primeramente un tiempo de introspección, de oración y ayuno. Se trata de un ascesis obligada y, sin embargo, muy seguida, tanto por aquellos que practican con regularidad la observancia religiosa como por esos otros, los llamados "judíos de kippur”, visitantes episódicos y ocasionales de las sinagogas.

Judíos practicantes o de cultura, en Yom Kippur la distinción entre los unos y los otros se atenúa hasta el punto de ser irrelevante. Nadie es ese día, a priori, irreprochable o libre de autocrítica. No es este día uno para los "buenos" o "malos” judíos. No existe falta irreparable, ni individuo por encima de toda sospecha. El cara a cara individual de cada persona con sus faltas pasadas es aquí ritualizado colectivamente. El plural predomina sobre el singular. El día solemne de Yom Kippur es primeramente una gran cita con la sinagoga, en el sentido etimológico del término (synagoga), "lugar de reunión”. En el día de la gran reunión, en todas las sinagogas del mundo se relata un episodio bíblico tan famoso que ya no pertenece más al léxico religioso y se ha integrado al lenguaje popular. Se trata de la historia del chivo expiatorio.

Se nos recuerda que hubo un tiempo en el que el Templo estaba en Jerusalém, y el sumo sacerdote, en el día de Yom Kippur, elegía al azar un macho cabrio cuya suerte quedaba sellada. A continuación, apoyaba sus manos sobre la cabeza del animal y le confiaba todas las ofensas y pecados del pueblo. Luego le enviaba al desierto y el animal se llevaba consigo el peso de las faltas humanas hacia un paraje solitario, hacia una muerte segura.

En el día de Yom Kippur, el grupo reunido vuelve a leer este relato ancestral de una transferencia de culpabilidad, de la del grupo hacia un portador elegido al azar, puesto a parte y destinado a la muerte. Reunidos en la sinagoga, el grupo escucha, con la plena conciencia de que este rito ya no tiene más lugar, que la historia y la interpretación humana han tenido razón con ciertas prácticas.

Ya no hay Templo ni sumos sacerdotes. El judaísmo actual ya no practica más sacrificios porque, como dicen los rabinos, "nuestras palabras han reemplazado a los animales", es decir, nuestros relatos y nuestras liturgias subliman esos ritos. Lo que perdura no es el ritual original, sino su narración colectiva, y ella también tiene el poder de transferir nuestras emociones e interrogar y examinar los procesos mediante los cuales el grupo se cohesiona. Reunido, el grupo sabe que ya no puede trasladar sobre la cabeza de otro su culpabilidad. Sabe que no se transferirán más sus culpas hacia un paraje solitario. Se le recuerda que ya no es posible convertir a los otros en “chivos expiatorios”.

Lo que sucede el día de la "expiación" o del “gran perdón” está en las antípodas del repliegue comunitario, se trata de la expresión particular de una cuestión universal. Se expresa en un lenguaje particularista, el del ritual judío, pero las interrogaciones van más allá del grupo y son las propias del vivir juntos. Estas cuestiones son también las que nos agitan en estos momentos (*1). Ninguna sociedad puede eludir y descargarse de sus responsabilidades sobre uno de sus componentes, ningún grupo humano puede aspirar a verse exonerado de sus faltas o errores atribuyéndoselos a otro. Es nuestro deber escuchar las historias y los textos "sagrados" que construyen la cohesión nacional, a través de nuestras identidades plurales.


(*1) ¿Alusión a las recientes expulsiones de gitanos rumanos y bulgaros de Francia?

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