Wednesday, November 24, 2010

¿Por qué es tan importante la Tumba de Raquel? - Alex Joffe - Jewish Ideas Daily



Todas las culturas se han construido sobre lo que estuvo antes que ellas. Pero conocer cómo han tratado a sus antecesoras es una buena medida para valorar las culturas actuales. El tratamiento que los musulmanes han otorgado a la tumba de Raquel, muy conocida últimamente por aparecer bastante en las noticias, es un ejemplo meridiano de ello.

En el Génesis 35:19-20 se dice lo siguiente: "Así murió Raquel, y fue sepultada en el camino de Efrata, donde está Belén Y Jacob erigió un pilar sobre su sepultura; y ese pilar sobre la sepultura de Raquel aún permanece a día de hoy". Mientras que las referencias existentes a esta tumba en los libros bíblicos de Samuel y Jeremías parecen radicarla al norte de Jerusalén, las tradiciones posteriores optaron por ubicarla al sur, tal como se especifica en el Génesis. A través de los siglos, los viajeros y peregrinos judíos y cristianos visitaron a menudo dicho lugar, cercano a Belén, y mencionaron esa columna o pilar hecha de piedras, que simbolizaba a las once tribus de Israel, el número de los hijos de Jacob (con exclusión del duodécimo y más joven, Benjamin, la prueba de que su nacimiento ocasionó la muerte de su madre Rachel). Por supuesto, no podemos saber si el sitio es "realmente" el lugar donde está la sepultura de Raquel, la "madre eterna", pero dicho lugar fue grabado firmemente como tal en la conciencia judía y cristiana.

El Islam llegó a Jerusalén en el 638 d.C. Aunque los eruditos debaten si realmente, y en qué casos, se puede calificar como una "conquista", no puede existir ninguna duda de que produjo una brecha cultural. Los primeros conquistadores y gobiernos que dominaron el lugar, sobre todo los romanos y los bizantinos, causaron su lote de estragos a la cultura existente, pero al menos reconocieron el pasado, aun cuando procedieron a borrarlo. Por ejemplo, cambiar el nombre del territorio y pasar a denominarlo "Palaestina" con el fin de romper el vínculo judío con dicho territorio, aunque irónicamente al denominarlo así, utilizaron un término derivado de la Biblia, con lo que nuevamente lo enlazaron con su pasado. Inclusive trataron igualmente, pero sin éxito, de cambiar el nombre de Jerusalén por el de Aelia Capitolia, además de negar a los judíos el derecho a residir allí. En suma, los judíos vivieron y oraron desde otros lugares, pero Jerusalén siguió siendo el centro de su fe.

En cuanto a los cristianos bizantinos, construyeron iglesias sobre los restos de los santuarios y sinagogas judías. Esto fue un robo, pero la conexión lineal entre el judaísmo y el cristianismo nunca fue negada; y a pesar de que desde Pablo y los Padres de la iglesia en adelante se idearon diversas formulas prácticas y teológicas para incrementar la distancia entre las dos religiones, la conexión se mantuvo firme.

El Islam, sin embargo, actuó de manera diferente. En su determinación por rehacer el mundo tanto en sus formas más pequeñas como en las más grandes, disfrutó de una ventaja singular sobre los romanos. Como una rama del judaísmo y del cristianismo, y pretendiente como era (y es) a detentar la revelación final, no sólo incorporó las tradiciones de las “religiones paternas”, sino que las afirmó como propias, realizando un trabajo de extracción de historias y personajes de la Biblia hebrea y de los Evangelios que procedió a islamizar. Abraham, por ejemplo, se convirtió en el primer musulmán, un profeta y antepasado de Mahoma y ello a través de la historia de Agar. Y en pocas palabras, estamos hablando de una usurpación. En una etapa final, las propias comunidades originarias, judías y cristianas, pasaron a ser acusadas posteriormente de haber falsificado sus propios textos (para ocultar la mención de Mahoma y la revelación musulmana posterior) .

Lo mismo sucedió con el propio paisaje físico. La construcción de mezquitas en el Monte del Templo fue el acto más sobresaliente, una especie de izado de la bandera del Islam en el sitio más sagrado del judaísmo, y por lo tanto un dominio que debería ser irrecuperable e irreversible para siempre. Este fue un procedimiento estándar. En la India, miles de templos hindúes fueron destruidos y otros miles convertidos en mezquitas. El Partenón de Atenas pasó de ser una iglesia bizantina y ortodoxa a una mezquita otomana y luego, posteriormente, un depósito de municiones volcado otomano. Los templos zoroástricos y sinagogas judías sufrieron la misma suerte. Incluso la Kaaba en La Meca fue originalmente un templo pagano. Pocos de estos santuarios es probable que sean devueltos a sus dueños originales.

La tumba de Raquel marca una excepción parcial a la regla. El diácono Zósimo de Rusia, quien visitó este lugar en torno a 1421, describe el edificio como una mezquita, pero en el 1615, Mohammad, el bajá de Jerusalén, lo reconstruyó en nombre de los judíos y emitió un firman (edicto otomano) concediéndoles su uso exclusivo para ellos. En los tiempos modernos, como recientemente ha reseñado el periodista israelí Nadav Shragai, la posesión judía fue confirmada más de una vez por los gobernantes otomanos. En 1841, Moisés Montefiore ganó el permiso oficial otomano para renovar el lugar.

Posteriormente, y durante el período del mandato británico, las reclamaciones de los musulmanes volvieron a presentarse y tomar fuerza. Y en la década de 1990, durante el período de Oslo, la tumba se convirtió en una manzana de la discordia entre Israel y la Autoridad Palestina (AP). Como señala Shragai, la Autoridad Palestina ignoró en gran medida dicho lugar en sus publicaciones oficiales, pero en 1996 comenzaron a referirse a la tumba como la “mezquita de Ibn Bilal Rabah”, el nombre de un esclavo etíope de la casa de Mahoma y que según la tradición islámica fue enterrado en Damasco. Lo que nos lleva de vuelta al presente.

A principios de este año, el gobierno de Netanyahu incluye la tumba de Raquel en un inventario formal de los sitios del patrimonio judío a ambos lados de la "Línea Verde", una decisión que enfureció a los palestinos como era previsible. Ahora la UNESCO, no menos predeciblemente (conociendo como los países árabes y musulmanes votan en bloque y presionan a los países no alineados a seguir sus pasos) ha declarado que el lugar es una mezquita (y por si acaso, también declaró que la Cueva de los Patriarcas en Hebrón es la "mezquita de Abraham", en una especie de regreso retroactivo al pasado). La reclamación palestina ha tenido una gran repercusión dentro del mundo musulmán. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, comentó a un periódico saudí en marzo que la Cueva de los Patriarcas y la Tumba de Raquel "no fueron ni serán nunca santuarios judíos, sino islámicos" [N.P.: para ello se pasó por el forro su famosa política exterior neo-otomana, ya que ignoró y despreció los propios documentos otomanos que resultaban favorables a la reivindicación de los judíos].

Y es que ser dirigente palestino y negar el pasado judío, y por lo tanto la conexión judía con Israel, no resulta nada nuevo. Yasir Arafat aseguró a Bill Clinton en una famosa declaración que nunca había existido un templo judío en Jerusalén, una posición compartida por Ikrima Sabri, el muftí de Jerusalén, así como por Hassan Ali Khater, editor en jefe de la Al-Quds Al-Sharif Enciclopedia, y por el actual presidente palestino, Mahmoud Abbas y otros. El académico israelí Yitzhak Reiter ha documentado con todo detalle la moderna tradición islámica según la cual Jerusalén nunca tuvo que ver nada con los judíos.

Frente a este comportamiento negacionista, el propio Israel ha estado dispuesto reiteradamente a sacrificar su "patrimonio en nombre de la paz”. Así, el Tribunal Supremo israelí ha denegado una demanda presentada para detener las obras de construcción sin supervisión que desarrollaba sobre el Monte del Templo la organización islámica encargada de velar por su integridad, la Wakf. En cambio, el Estado ha optado por dejar que la evisceración del lugar continuará, al igual que antes optó por mirar hacia otro lado cuando el Wakf excavó el lugar para la construcción de dos mezquitas subterráneas. Cualquiera que sean las consideraciones de prudencia que puedan estar detrás de esta decisión de abstenerse a la hora de intervenir, apenas han servido para desalentar la táctica palestino de crear supuestos hechos consumados sobre el terreno, como por ejemplo la reciente “aparición de un día para otro de tumbas musulmanas" en el lugar propuesto para un museo de Jerusalén.

Es cierto que los musulmanes no están solos en su impulso de negar el pasado judío: consideremos la regularidad con la que los cementerios judíos sufren actos de vandalismo en la Europa cristiana. Pero el Islam parece especialmente empeñado en borrar a los judíos de la historia por razones teológicas. Puntos álgidos como la Tumba de Raquel (o "la Tumba de Ezekeiel" cerca de la antigua Babilonia) son especialmente vulnerables debido a que representan a personajes específicamente reclamados como propios por el Islam, o por ubicarse lugares de culto, como la Gran Sinagoga en Orán, Argelia, tomada y convertida en mezquita en 1960, o edificios comunales, como el hospital Haim Benchimol en Tánger, capturado y derribado este año. Es cierto que hay excepciones que parecen servir de escaparate o de relaciones públicas: la sinagoga de Maimónides en El Cairo, las pequeñas comunidades judías en Marruecos y Túnez, que se conservan “en ámbar” por su gran valor como destino turístico. Sin embargo, gran cantidad de sitios que formaron parte del tejido vivo de la vida judía - cementerios, sinagogas y escuelas, por no mencionar casas y lugares de trabajo - se han perdido para siempre.

Cuando se trata de los judíos, la Europa post-cristiana actual sufre de una aguda esquizofrenia, pues al igual que “nominalmente” desea abarcar su pasado judío destruido, permite que se incuben una serie de viciosas corrientes que aúnan antisemitismo y antisionismo. El Islam, por el contrario, se manifiesta casi siempre negativamente, y su negación obstinada del pasado judío no es un signo de esperanza para el presente. Reconocer de una vez las raíces teológicas de esta disposición islámica, resulta necesario para de una vez por todas proporcionar un importante correctivo a esas gaseosas nociones a la moda donde se presenta un mundo irreal donde judíos y musulmanes habitaban “en magnifica convivencia y tolerancia” en los jardines de una edulcorada Andalucía, y más importante aún, a esa idea de que el conflicto árabe-israelí actual solamente es cuestión de una rivalidad territorial o nacional.

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1 Comments:

Blogger Unknown said...

Te recuerdo que el cristianismo también es afluente de la letrina teísta según tus argumentos, todos los personajes del nuevo testamento fueron judíos, al menos los cristianos tienen algo que los enlaza con Rachel, lo del islam es simplemente un robo religioso cultural y político.

4:33 PM  

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