Sunday, February 20, 2011

Devorando a nuestros líderes - Yoaz Hendel - Ynet


Saturno devorando a sus hijos (detalle), Francisco de Goya

¿Qué nos sucede, desde cuándo se ha convertido Israel en una tierra que devora a sus propios líderes? Un estado repleto de profetas y de políticamente correctos, gobernado por los abogados, lleno de hipocresía y superficialidad en sus medios de comunicación hasta el grado de la parálisis.

Nuestros funcionarios electos son crucificados sólo por estar ahí, independientemente de su religión, credo o partido. La gente les crítica por el simple hecho de criticar, con el fin de satisfacer a las masas. Si bien ya existía una tendencia a crucificar a la gente en esta tierra, esta vez las formas son mucho más sangrientas de lo habitual. Mucho antes del affaire Galant, y al parecer mucho más después de él, ya se miraba descaradamente en los asuntos privados de nuestros líderes para despreciarlos más y mejor.

Tomen el caso del ministro de Defensa, Ehud Barak. A pesar de que nunca fue santo de mi devoción, es difícil ignorar la forma en que se le convirtió en la raíz de todo mal. El hombre ya llevaba largo tiempo siendo crucificado (lo último, su abandono del Partido Laborista), no obstante, aún existen personas que desean más y más sangre.

Estaban los días en que la izquierda acusaba a Barak de arruinar el sueño de paz, cuando le dijo al mundo que Arafat no era ningún socio para la paz. Hoy se le acusa de haber arruinado los sueños de un buen jefe del IDF. A lo que estamos asistiendo es a un raro consenso judío, lo único que se pretende es ofrecer a Barak en sacrificio.

Alternativamente, si usted se siente enfermo y cansado con los titulares sobre Barak, puede pasar al primer ministro Benjamin Netanyahu. El hombre fue elegido democráticamente para el puesto de culpable favorito. Según los analistas políticos, es el responsable de la ausencia de paz, de la hostilidad árabe, de la subida de los precios mundiales del petróleo, de la inestabilidad del clima, del incendio del Carmel, y de otras muchas cosas más.

Sin embargo, ¿qué hay de los ministros Yaalon, Steinitz, Saar, Lieberman, Aharonovitch, Shalom, Yishai y los demás? ¿Cuándo fue la última vez que oímos hablar de alguna medida medianamente positiva que hubieran promovido o de alguna sabia decisión adoptada?

No puede ser que vivamos en un lugar tan terrible. Miren a su alrededor. De hecho, por supuesto, hay mucho que mejorar, pero la crítica no siempre tiene que incluir la crucifixión y la puntilla. Un dicho hebreo muy conocido afirma que "uno tiene que trabajar para ganarse el respeto". Sin embargo, cuando se trata del liderazgo en el Estado judío, lo contrario también es lo cierto: “sin un mínimo respeto, ¿quién demonios querría trabajar ahí?”.

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