Friday, February 25, 2011

¿Es posible un Estado árabe y democrático? - Emmanuel Navon



Cuando Natan Sharansky publicó “The Case for Democracy” un año después de la invasión de Irak liderada por Estados Unidos, provocó un debate sobre la verosimilitud de la democracia en el mundo árabe. Al presidente Bush le encantó el libro (The Economist dijo que estaba teniendo una aventura intelectual con Sharansky) y lo recomendó a sus ayudantes. La idea de que la democracia no es incompatible con la cultura árabe y que su promoción generaría la paz en el Oriente Medio le venía perfectamente a la hora de justificar la invasión de un país donde finalmente no se pudieron hallar las armas de destrucción masiva. Pero la cuestión de si la democracia puede florecer en un país árabe es a la vez un asunto delicado y relevante en estos momentos. Con los recientes levantamientos en el mundo árabe, la respuesta a esta pregunta es un asunto fundamental.

Como ha observado recientemente el primer ministro de Israel en una observación con una gran dosis de ironía, ni siquiera los editorialistas del New York Times conocen cual será el resultado de las actuales revueltas árabes. ¿Estamos asistiendo a una repetición de lo sucedido en 1989 en la Europa del Este, o bien de lo ocurrido en 1979 en Irán? ¿Cómo de fuertes son los Hermanos Musulmanes? ¿La democracia puede arraigarse en una sociedad de la que no se puede decir que posea una verdadera clase media?

Debido a que la respuesta a estas preguntas es en gran medida una mera especulación, el debate resultante es sobre todo ideológico. Los liberales y progresista hacen un llamamiento para que todos los “curritos del mundo ” de Google se unan, mientras tanto acusan a los escépticos de ser unos aguafiestas. Los conservadores ponen los ojos como si estuviéramos ante una situación de "déjà-vu" (algo ya experimentado), y acusan a la administración Obama de no haber aprendido la lección de la traición de Carter al Sha de Persia.

Aunque ni ningún Sharansky, ni ningún editorialista del New York Times, ni los consabidos estudiosos y especialistas del Oriente Medio pueden saber con seguridad si la democracia se extenderá por el mundo árabe, algunas lecciones pueden extraerse del pasado y algunas conjeturas razonables se pueden plantear para el futuro.

En primer lugar, la firma de acuerdos de paz con los autócratas es verdaderamente una apuesta. Si pensamos en el tratado de paz con Egipto de 1979, los académicos y periodistas israelíes han rechazado con una auténtica consistencia corporativista la idea de que una verdadera paz sólo podrá prevalecer a la larga entre democracias. A pesar de que la teoría de la "paz democrática" era original de Immanuel Kant, nuestros académicos y periodistas sabelotodos y dadores de lecciones nos quieren hacer creer que en realidad sólo se trata de una excusa barata que utiliza la derecha israelí para retrasar la llegada, por lado otro lado inevitable, de la paz.

En segundo lugar, ninguna revuelta anterior contra unos dirigentes autocráticos ocurrida en las sociedades árabes ha dado lugar, al menos hasta ahora, a una sociedad democrática. Los Nasser y Gadafis que derrocaron a los monarcas post-coloniales sólo se han dedicado a romper los récords de longevidad en el cargo y a competir en crueldad. Los libaneses, que en el 2005 se rebelaron contra sus amos sirios respaldados por Irán, ahora están siendo gobernados por Hezbolá (a través de un hombre de paja).

En tercer lugar, las raras elecciones libres (una y luego no más) celebradas en los países y sociedades árabes han sido ganadas por regla general por los islamistas. El Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó las elecciones de 1991 en Argelia, y Hamas ganó las elecciones de 2006 en la Autoridad Palestina. De la misma manera que la Comisión Europea considera que los referendum son un tipo de examen con una respuesta correcta y otra incorrecta, el Departamento de Estado parece asumir simplemente que las elecciones libres son el preludio de unas sociedades libres.

En cuarto lugar, los Estados Unidos no permitirán que el ejército egipcio haga borrón y cuanta nueva de los 50 mil millones de dólares de ayuda proporcionada durante más de tres décadas. Se hará todo lo posible para mantener el ejército egipcio en el poder, mientras quizás las apariencias dirán que estamos ante una reforma democrática. Si Estados Unidos le da por apoyar clara y expresamente la democracia en Egipto, los Hermanos Musulmanes lo utilizarán para presentar a los partidos liberales egipcios como unos traidores pro-occidentales. Si los Estados Unidos deciden mantener un perfil bajo mientras el ejército pasa de las elecciones, el régimen militar será acusado de robar la revolución para satisfacer los intereses de los EEUU. En ambos casos, los islamistas se beneficiarán y América será culpable.

Los detractores de Israel afirman que un país "no puede ser a la vez judío Y democrático". Pero... ¿qué piensan de que un país pueda ser árabe y democrático? Teóricamente podría serlo: si la identidad nacional y los derechos de las minorías pueden reconciliarse en unos Estados-nación democráticos como son Japón, Suecia o Israel, ¿por qué no podrían reconciliarse en una Estado-nación árabe?

Es difícil responder a esta pregunta, ya que la historia aún no ha producido un ejemplo de un Estado árabe verdaderamente democrático. Mientras tanto, las afirmaciones de esos mismos países árabes de que "no puede existir un Estado judío y democrático" se revelan más bien como una manifestación de eso que los psicólogos llaman "una proyección".

Sharansky concluye su libro sobre la democracia diciendo que todos los pueblos, y no sólo todas las personas, son iguales. Muy bien. Sin embargo, tanto su Rusia natal como su adoptado Oriente Medio nos sugieren que no todas las culturas tienen la misma actitud hacia la democracia.

El famoso autor reaccionario Joseph de Maistre desestimó el concepto francés de los "derechos del hombre" con su ingenio típicamente aristocrático: "he conocido durante mi vida a franceses, británicos y rusos. Incluso he oído hablar (leído), gracias a Montesquieu, de los persas. Pero en lo que se refiera al hombre, confieso que nunca los he encontrado, y si existe lo hará sin mi conocimiento". Todas las personas y los pueblos son, y deben ser, iguales. Pero también deben ser diferentes. De la misma manera que los árabes se "proyectan" a si mismos cuando acusan a Israel de no ser democrático, los estadounidenses se "proyectan" a si mismos cuando estiman que los árabes darán o elegirán la respuesta "correcta" en las urnas.

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