Thursday, March 31, 2011

Tras haberlo meditado, aún me siento más anti-J Street - Yaacov Lozowick


Fotografía de Daniel Bar-On

Un número de personas, algunas de ellas muy razonables, no estaban de acuerdo con mi posición contraria a J Street expresada ayer. Dado que pasé parte del día haciendo la limpieza de Pessah, tuve la oportunidad de escuchar algunas de las sesiones de la reciente conferencia de J Street. Oí al rabino Saperstein, a Jeremy Ben Ami, Peter Beinart, Bernard Avishai, Daniel Levy y Roger Cohen, y también pude escuchar cuando el público aplaudía algunas de sus afirmaciones.

Daniel Levy, en un momento dado, hizo una declaración acerca de que si se comprobara que en realidad el mundo árabe no está dispuesto a vivir en paz junto a Israel, "entonces Israel no habría sido una buena idea, ¿verdad?", aunque luego pasó a decir que, por supuesto, los árabes están dispuestos a ello (a vivir en paz). Ustedes me perdonaran, pero no me siento obligado a considerar al Sr. Levy como un sionista bajo cualquier forma o manera, aunque una vez fuera el asistente de Yossi Beilin.

Además de Levy, esto es lo que encontré. Los portavoces y oradores invitados por J Street están más o menos alineados con las posiciones del Meretz [N.P.: el partido israelí de izquierdas, aunque más bien de esa izquierda que adopta con devoción todos los temas políticamente correctos, o sea, mucha imagen, académicos, escritores, artistas, y poca chicha), tal vez un poco más a su izquierda. Meretz, por supuesto, es un partido sionista legítimo, a pesar de que ha perdido casi todos sus votantes israelíes y se encuentra cercano a la extinción. Sin embargo, J Street no es Meretz, es algo mucho más preocupante y digno de nuestro desdén.

En primer lugar, las posiciones de Meretz suenan diferentes y resultan más aceptables para los israelíes. La razón de por qué ese partido ha perdido la mayor parte de sus votantes es que hemos probado empíricamente sus propuestas y como resultado de ellas un montón de personas han muerto, y no una, sino varias veces, en 1993-6, en el año 2000 (dos veces, una en el Líbano y una vez con los palestinos), en 2002, en 2005, y en 2006, posiblemente también en 2008.

Habiendo sido tan seriamente desmentidos y desacreditados sus supuestos básicos, lo ha sido también el propio Meretz, aunque si aún así algunos israelíes todavía desean defender esas ideas, están en su derecho, como también tiene derecho el resto de los israelíes en no tomarlas en serio. Es realmente sorprendente la poca animosidad que genera actualmente el Meretz, especialmente cuando se compara a su época de apogeo. Son una rareza, y uno no se mosquea con las rarezas, quizás se compadece de ellas, o sufre por el color que toman.

La gente de J Street parece no haber reparado en nada de esto, lo que puede ser muy peculiar y muy preocupante. Si simplemente no han observado lo que le sucedía a sus "colegas israelíes” (y han sacado conclusiones), ¿qué les da derecho a tener una opinión sobre cuestiones de vida y muerte que realmente no hacen el esfuerzo de comprender? Si por contra han estado observando y se niegan a aceptar lo que está ahí para ser visto, ¿cómo es que ellos mismos se describen como pro-Israel?

En segundo lugar, existe un tono constante de desprecio hacia la sociedad israelí procedente de estas personas que me parece muy arrogante y desagradable. Los estadounidenses de izquierda y derecha parecen haber perdido su civismo en el discurso político, los israelíes, es cierto, nunca lo practicaron. Sin embargo, hay códigos en el lenguaje, más que las meras palabras, y el trasfondo que desprenden estos portavoces de J Street cuando hablan de los judíos rusos emigrados a Israel, de los judíos centristas y/o de los judíos religiosos, resulta muy desagradable. No encuentro otra palabra mejor para describirlo. Por contra, su compasión por los árabes de Israel (los ciudadanos) resulta palmario y ejemplar. Hay un nivel de identificación de la que se carece por completo cuando se habla de la mayoría de los judíos de Israel. Y lo digo como alguien que desea sólo lo mejor para los árabes de Israel.

Otro sentimiento generalizado que se desprende de su actitud hacia los israelíes es la superioridad moral que manifiestan. Nosotros, los judíos de América, entendemos los derechos humanos, la democracia, la dignidad y así sucesivamente, no como nuestros ignorantes primos israelíes, los cuales tendrían que aprender de nosotros porque se han convertido en una vergüenza. Yo no voy a responder con detalle a esto, pero debe ser rechazado con vehemencia. Precisamente, lo opuesto es lo cierto. Son los judíos de Israel, a diferencia de los judíos liberales estadounidenses, quienes viviendo inmersos en la dura realidad que se abate sobre ellos mantienen los valores humanos de manera admirable, los cuales podrían fácilmente haberse apagado. Sin embargo, no es así. Los israelíes saben más sobre cómo educar a sus hijos de una manera moral, sobre cómo ser más justos con los seres humanos precisamente cuando se afrontan momentos de adversidad, sobre cómo respetar la dignidad del enemigo y la ley bajo una presión extrema, que lo que pudieran imaginarse la mayoría de esos judíos liberales estadounidenses. Y es que, ¿cómo podrían hacerlo?, ¿cuándo se han enfrentado ellos a ciertos dilemas morales, o a la obligación de pagar un precio por la preservación de sus valores? ¿Acaso los israelíes no se equivocan? Por supuesto que sí. ¿Pero acaso estos judíos liberales americanos se han enfrentado a esas situaciones que ponen en cuestión sus publicitados supuestos morales?

Tal vez se haya dado el caso, pero no me viene a la mente en una situación semejante.

Luego está el asunto de los enemigos. Nada de lo escuchado en todos esos discursos dan algún motivo para creer que sus portavoces entienden lo que es un enemigo, es más, dan la impresión de que ciertamente no se pueden imaginar a los palestinos como tales. Según puedo recordar, la palabra Hamas nunca se menciona. Los palestinos, cuando hablan de ellos, siempre son personas nobles cuyo sufrimiento debe ser reparado y al mismo tiempo consolados. Tengo amigos palestinos, y miro por ellos, y a través de ellos trato de entender cómo nos ven y cómo se ven a sí mismos. Sin embargo, nunca hay que olvidar que hasta ahora mismo estamos en guerra. Estoy convencido de que los que conozco personalmente son buena gente, pero también hay muchos otros dentro de su sociedad que con gusto me matarían, a mi familia y a mi sociedad. Hay una guerra, y aún no ha terminado, y no es algo de lo que uno pueda hacer abstracción con sentimientos agradables. La guerra significa la existencia de enemigos: un concepto – lo repito, pues es una distinción crucial – al que la gente de J Street parece muy ajeno. Hasta donde yo sé, ellos no parecen poder imaginar la existencia de un enemigo, tan sorprendente como pueda parecer.

Todo esto, serio como es, quizás todavía no justifica el desdén que me suscitan estas personas. Así que no están de acuerdo conmigo y con la mayoría de los israelíes sobre muchas cuestiones: ¿y qué? ¿Saben ustedes en cuántas cosas no están de acuerdo los diversos grupos o facciones de israelíes? Montones y montones.

La diferencia entre esos desacuerdos israelíes y los de J Street radica en la razón de existir de J Street: para ejercer presión sobre el gobierno estadounidense. Yo añadiría, para ejercer presión sobre el gobierno americano para dañar a Israel, pero mis amigos del Meretz me dirán que no quieren hacer daño a Israel. J Street no es un club para conversar o discutir, es un hall de entrada, es una organización que tiene la intención de tener un impacto en la política de su país. Hay una gran ironía en esto, ya que lo que J Street dice esencialmente - muy abierta y explícitamente - es que las decisiones políticas soberanas del Estado judío pueden (y deben) ser echadas atrás desde el exterior. Es cierto que los judíos no tenían la capacidad de tomar decisiones soberanas hasta que el sionismo creó a Israel, pero ahora que los “judíos de Israel toman decisiones equivocadas, parece existir la necesidad de que desde el exterior se corrijan sus errores por su bien". Y si esto no es el antisionismo reivindicado por judíos, no sé lo que será.

Por último, y para resumir todo, está el tema de la presión que se debe ejercer sobre Israel. Todos los oradores que he oído, y la mayoría de los que había oído y leído anteriormente de J Street, están de acuerdo en que la razón de que no haya paz entre Israel y los palestinos es que Israel no está interesado o no es serio. En este momento culpan al tandem "Netanyahu y Lieberman", pero Netanyahu y Lieberman fueron elegidos democráticamente (no por mí, pero sí representan una mayoría real). Podría haber sido un gobierno israelí diferente, sin embargo, la gente de J Street diría lo mismo acerca de ellos, ya que ese gobierno no podrá hacer la paz como ellos desean.

No tengo ninguna duda de que muchos de los partidarios de J Street tienen buenas intenciones. Real y verdaderamente. Pero el contexto es importante, y cuando ciertos judíos liberales americanos dicen en voz alta que sólo los israelíes tienen la culpa de la falta de paz, o que son inmorales o cosas así, y que las potencias extranjeras deben contenerlos, eso no es ser pro-Israel, eso es estar contra Israel, y jugar con las mentiras de nuestro tiempo.


N.P:

Es sencillo, el problema es ideológico en dos aspectos:

- es mucho más sostenible el carácter y el ideario "progresista y liberal" cuando se está a muchos kilómetros de distancia de los problemas (predomina la teoría a la práctica, representando la realidad un molesto estorbo), y desde esa "seguridad y tranquilidad moral” se puede pontificar y predicar sin correr riesgos (en todo caso se los hacen correr a los israelíes).

- los "problemas de autoidentificación y de integración en la moral políticamente correcta", vigente en los círculos de la izquierda occidental americana y/o europea, y que son su hábitat natural, por parte de los judíos progresistas occidentales, problemas que se agudizan ante el dilema de tener que defender a Israel de las visiones sesgadas, arriesgándose a perder su "prestigio" dentro de dichos círculos.

Al igual que ciertos conversos al cristianismo consideraron que la único forma de desligarse completamente de su origen judío era pagar una deuda consistente en denunciar violentamente sus antiguas creencias ayudando a erradicarlas, para así erradicar también su origen (una versión más suave se daría en los procesos de asimilación a partir del s. XIX), estos conversos al universalismo políticamente correcto parecen sentirse temerosos o inseguros de que si no son la punta de lanza de las críticas a Israel (si Israel no se adopta a sus creencias), su reputación y origen pudiera volver a salir del armario. Piensen, por ejemplo, en las purgas anti-judías en los regímenes comunistas dirigidas contra sus dirigentes de origen judío, que muy mayoritariamente ya no guardaban ninguna relación con el judaísmo o con el pueblo judío como entidad social, cultural o nacional, muy al contrario, estaban volcados (y asimilados) al universalismo socialista.

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