Thursday, June 23, 2011

Cambie la coalición - Yehuda Ben Meir - Haaretz



Se puede escribir un libro [N.P.: sería necesaria una colección] acerca de los errores cometidos por la izquierda israelí, sobre sus planteamientos exagerados o extremistas, y sobre su alejamiento de la realidad. En un primer momento, los errores de la izquierda realmente no parecían ser algo de lo que tuvieramos que preocuparnos excesivamente. Pero lo lamentable es que las posturas y declaraciones de la izquierda han influido en amplios sectores de la opinión pública israelí, incluso en aquellos afectos a las posiciones moderadas y equilibradas.

Es difícil subestimar el impacto que han tenido las ideas de la izquierda en el fortalecimiento en Israel de la extrema derecha, incluyendo el sector extremista. Un ejemplo clásico es el reconocimiento del Estado de Israel como Estado judío. No está claro por qué el presidente Barack Obama puede destacar en sus discursos que Israel debe ser un "Estado judío y la patria del pueblo judío", mientras que Benjamin Netanyahu no puede decir lo mismo (sin que lo critiquen por ello). No está claro por qué el gobierno de Francia puede, en un documento oficial presentado a las dos partes, hablar de "dos estados para dos pueblos", por no hablar de resoluciones de la ONU que se refieren explícitamente al Estado judío, mientras que en Israel utilizar semejante terminología es casi criminal [N.P.: para la izquierda].

En su editorial del 17 de junio, el Haaretz afirmaba que la demanda realizada a los palestinos de que reconozcan a Israel como el Estado nacional del pueblo judío, en el cual todos los judíos del mundo serían bienvenidos si desearan emigrar, es equivalente a pedir que los palestinos renuncien a su "ethos nacional". Ningún líder palestino, señalaba el editorial, "estaría de acuerdo con ese demanda".

¿Realmente es así? Si los palestinos efectivamente no están dispuestos a aceptar el hecho de que el pueblo judío tiene por lo menos alguna relación con este país, y que en el marco de la voluntad de dividir el territorio entre los dos pueblos debe haber un consentimiento expreso al Estado judío existente, y que ese estado debe ser accesible para los inmigrantes judíos, al igual que el Estado palestino estará abierto a cualquier palestino, en definitiva, si todos estas realidades son inaceptables para los palestinos, entonces resultará cierto que este conflicto es realmente insoluble. La propuesta de que Israel de marcha atrás ante tales elementales demandas causa un daño incalculable al proceso de paz.

El gobierno de Israel puede ser legítimamente criticado por su falta de acción, pero dicha crítica debe ser equilibrada, razonable y convincente. El problema no son las palabras de Netanyahu, sino sus hechos. Los principios que presentó ante el Knesset reflejan el consenso nacional, el problema en realidad es que nadie cree que él tenga la intención de ponerlos en práctica.

Netanyahu obtuvo la falta de credibilidad que su imagen evoca. No es realista presentar estos principios de paz... y luego realizar un guiño a Tzipi Hotovely y Danny Danon [diputados del ala dura del Likud]. Y no es razonable hablar de bloques de asentamientos y a continuación realizar trucos destinados a promover la construcción de locales en los territorios que están fuera de estos bloques.

La falta de credibilidad de Netanyahu se deriva de un pecado original, y ese pecado original es la coalición que estableció hace dos años. Un primer ministro que realmente quiera liderar un proceso diplomático de largo alcance no puede formar una coalición que impida cualquier movimiento hacia dicho proceso de paz. En la víspera de las elecciones, Netanyahu afirmó que su gran error durante su primer mandato como primer ministro fue no improvisar un gobierno de unidad. Creo que estaba siendo honesto cuando hizo estas declaraciones, por lo tanto, la repetición actual de dicho error resulta particularmente atroz.

Pero no es demasiado tarde. La coalición actual no es una unión inseparable y puede ser alterada. Si Netanyahu tiene voluntad para ello, podrá hacer los cambios internos necesarios. Para ello será preciso correr un riesgo político, pero la disposición a correr riesgos por un objetivo nacional supremo es una de las marcas del liderazgo. Esa es la verdadera prueba que espera a Netanyahu, y la historia juzgará la decisión que tome.

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