Saturday, August 27, 2011

Rembrandt: Los nuevos rostros judíos de Jesús - Karen Rosenberg - NYT


Cabeza de Cristo, hecha en vida





A mediados de la década de 1650, Rembrandt estaba casi en la bancarrota, y un tribunal ordenó el contenido de su casa en Amsterdam para así ser inventariado para una posible subasta. Entre las obras en su poder se encontraron tres pequeños cuadros de Jesús, que aparecen como "Cabeza de Cristo, hecha en vida".

Es una descripción peculiar. ¿Cómo podría Rembrandt, o cualquiera de sus colegas, haber ofrecido un rostro de Jesús "en vida"? Pero los especialistas han pensado que esa frase simplemente significaba que el artista había utilizado a un modelo vivo como sustituto de Cristo. Y si el artista que realmente pintó esos cuadros era Rembrandt, como algunos eruditos creen, entonces el modelo más probable que utilizó fue un joven judío sefardí que vivía en su barrio.

Algunos de los hechos en torno a estos cuadros pueden ser confusos, pero estas cabezas de Cristo que aparecen en la exposición "Rembrandt y el rostro de Jesús", en el Museo de Arte de Filadelfia, representan un audaz cambio de imagen del hombre más retratado del arte occidental. Jesús, por supuesto, era judío. Pero pocos artistas enfatizaron tanto su origen étnico o su humanidad, tan franca y directamente como lo hizo Rembrandt.

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Las obras de la exposición son seis cabezas de Cristo - algunas de las cuales se atribuyen a Rembrandt, otras a su estudio, pero todos piensan que fueron realizadas en la misma época (de 1648 a 1656). El cuadro "hecho en vida", y otras dos cabezas figuran en el inventario, en 1656, y se presume que formaban parte del grupo (Esto también es un acto de fe).

Cada una de ellos muestra a un joven con pelo largo y tosco, de color castaño, y con barba a juego. Su frente es poco profunda, sus ojos son anchos y profundos. Si no fuera por su corte de pelo - largo y separado en el centro - es posible que no se le reconociera en absoluto (como retrato de Jesús).

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Es difícil exagerar lo radicalmente que Rembrandt revisó la imagen de Cristo. Esa imagen había sido durante mucho tiempo definida por el Mandylion de Edessa, un pedazo de tela que se creía que contenía una impresión directa del rostro de Jesús. Pintores del norte de Europa como Van Eyck recibieron sus enseñanzas de ese icono bizantino y de fuentes apócrifas, como la carta de Léntulus: "Su pelo es del color de una avellana madura, con raya en la parte superior al estilo de la Nazareos, y cayendo directamente hacia los oídos, aún encrespándose más adelante, con reflejos rubios y avivados sobre sus hombros".

El Rembrandt inicial se ciño a este modelo. En "Cristo y la mujer sorprendida en adulterio" (1644), en calidad de préstamo en Filadelfia por la National Gallery de Londres, Jesús tiene unas trenzas de oro y una postura perfecta que parece irradiar claridad moral.

Sin embargo, sólo cuatro años más tarde, en la encantadora "Cena en Emaús", Jesús ya mira de una manera diferente. Su pelo y su barba se han oscurecido y sus pómulos se han alargado. Su brillo dorado ha dado paso a una iridiscencia sutil, que sólo pueden ser apreciada a una pulgada de la tela.

Rembrandt amaba esta historia lo suficiente como para hacer múltiples versiones, incluyendo pinturas (ahora perdidas, pero que se conocen a través de dibujos relacionados) en las que los discípulos se quedan mirando a un resplandor de luz. Sin embargo, "La Cena" del Louvre tiene una calidad terrena, reforzada por la especificidad de las características humanas de Jesús y la solidez de la arquitectura románica detrás de él.

Estas figuras bordean el tema más espinoso de la relación de Rembrandt con los judíos en líneas generales. Sobre este tema el catálogo tiene más que ofrecer, incluyendo una cronología detallada de la vida judía en Amsterdam y un ensayo de Ducos Blaise que une la población sefardí de la ciudad con la fascinación holandesa por el comercio y el Oriente.

Pero el texto más importante es el de M. DeWitt, que lidia con las consecuencias a veces contradictorias del Jesús de Rembrandt. Como escribe de una de los seis cabezas, "la falta de símbolos, atributos o contexto narrativo hace que estos estudios refinen de tal modo la emoción y la expresión que parecen figuras descarnadas, incluso si parecen hacer de Jesús alguien más humano que en las imágenes precedentes".

Como las galerías del final dejan en evidencia, esta nueva imagen de Jesús no pareció atraer demasiado a los discípulos de Rembrandt. Una pintura de 1661 atribuída a su estudio, "Cristo con bastón", vuelve a la figura bizantina rubia y de largo rostro.

Sin embargo, casi no importa, porque el trasfondo de las figuras de Rembrandt es que la divinidad de Jesús es estrictamente personal. Dos de las tres cabezas que figuran en el inventario, y vale la pena destacarlo, se encontraban en su dormitorio. Después de haber encontrado tan cerca el rostro de Cristo, en el rostro de un vecino judío, lo mantuvo aún más cercano de si.

NYT y una web muy interesante: Rembrandt and the Face of Jesus

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1 Comments:

Blogger Iojanan said...

Como siempre, sorprendiéndonos con tus aportaciones. Precioso.

1:35 PM  

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