Thursday, September 29, 2011

Historia, memoria y utopía - Seth Frantzman - Jerusalem Post



(El artículo es del 17 de octubre del 2009)

La historia, su valoración, está sujeta a nuestros propios juicios actuales y por lo tanto se basa en el valor que les damos hoy en día. La historia también puede servir para decirnos algo sobre el futuro. Si optamos por destacar e idealizar ciertos aspectos del pasado, es porque nos imaginamos un futuro que encarnaría esos aspectos.

En el caso de la historia y la memoria judía, hay dos periodos que se destacan por las alabanzas que recogen dentro de la evaluación popular judía secular. Uno de ellos es la "Edad de Oro" de los judíos españoles de los siglos VIII al XV. El otro es la época de los judíos de Alemania, desde el siglo XVIII al XX. El interés de los judíos por la historia de estos períodos también ha afectado a las percepciones occidentales de lo acontecido en ellos.

Así, la España musulmana ha llegado a encarnar todo tipo de rasgos positivos que el Occidente humanista pretende querer revivir para el futuro. Del mismo modo, no hay un período en la historia alemana que se vea a través de un prisma tan positivo como el de la efímera República de Weimar que existió entre las dos guerras mundiales.

Como prueba de algunas de esas percepciones que resaltan la importancia y grandeza de ambos períodos, no debemos buscar mucho más allá que en algunos de los libros de historia más populares del 2003, como “Ornamento del mundo: Cómo musulmanes, judíos y cristianos crearon una cultura de tolerancia en la España Medieval”, de María Menocal y la muy celebrada obra de Amos Elon “Nostalgia por todo eso: un retrato de la época judía alemana”.

A raíz de los atentados del 11 de septiembre y de la consecuente reacción contra los inmigrantes musulmanes en Europa, ambos libros parecen querer sugerirnos que los europeos deben recordar la historia de tolerancia que existió en la Alemania anterior al Holocausto y en la España que precedió a la "Reconquista".

Algunos de los pathos que posibilitan que esa historia de España y de Alemania sea tan fascinante para los estudiosos judíos, radican en que las comunidades judías existentes en ambas naciones tuvieron un final terrible: la Inquisición y la expulsión de España y la Shoah. Pero sólo porque su historia terminara con la destrucción de ambas comunidades judías, ello no conduce necesariamente a la conclusión de que las sociedades anteriores a dicha catástrofe deben haber conformado una especie de utopía. Por otra parte, aunque sea lógico ese deseo, no hay razón para que a la hora de conmemorar una comunidad que fue destruida, pasemos a enfatizar el grado de tolerancia del que pudo disfrutar dicha comunidad antes de su destrucción.

Pero en realidad eso es exactamente lo que nos llega a través de esas historias.

El judaísmo español dio lugar a legiones de brillantes y eruditas personalidades judías, a la vez que fomentó el espíritu del que surgieron el Zohar y otros textos esenciales. Entre sus grandes nombres están Meir Abulafia (y su hermano Yosef), Isaac Abravanel, Yehuda Alharizi, Yosef Karo, Moisés de León (el supuesto compilador del Zohar), Maimónides y Nahmánides, entre muchos otros. El judaísmo alemán también estuvo aparentemente repleto de grandes mentes judías, laicas sobre todo y en menor medida religiosas. Entre ellas debemos incluir a Karl Marx, Walter Rathenau, Leo Baeck, Hannah Arendt, Heinrich Heine, Albert Einstein, Moisés Mendelssohn, Leo Strauss, Rosa Luxemburgo, Robert Aumann y muchos otros más.

El enorme peso de esta evidencia parece contradecir cualquier intento de minimizar la importancia de estas comunidades. Pero esto también nos lleva a una segunda pregunta: ¿por qué si una comunidad incluye tan numerosas y grandes personalidades debemos dar por supuesto necesariamente que la sociedad en la que vivieron conformaba una especie de utopía de tolerancia?

En realidad, no había nada especialmente que admirar, más aún en lo referente a la tolerancia, en esas "Edades Doradas" de la judería española o alemana. Esta es una afirmación polémica, pero vale la pena formularla. Los judíos en Alemania estaban muy asimilados y tenían la tasa más elevada de matrimonios mixtos de Europa. Muchas de sus grandes mentes eran de conversos al cristianismo. Esa "cultura judía" estaba pues a punto de desaparecer. La Alemania de Weimar era una sociedad muy politizada y violenta, y estaba al borde del colapso. Exteriormente parecía muy liberal y tolerante, pero en realidad estaba llena de fanatismo, extremismo político y terrorismo, dando lugar a un Estado débil que finalmente fue traicionado, mientras que sus judíos fueron llevados a la muerte.

Pocos de los que hacen hincapié en la Edad de Oro que representó la España medieval, y de cómo era una tierra de tolerancia", quieren recordar que Maimónides y su familia se vieron obligados a abandonar España en 1148, ya que unos fanáticos gobernantes musulmanes conocidos como almohades obligaron a los judíos y a los demás no musulmanes a elegir entre la conversión, el exilio o la muerte.

Sin embargo, la violencia y las expulsiones nunca son recordadas. ¿Es éste el lugar de esa "belleza humanista" que los estudiosos occidentales quieren volver a reproducir? ¿Era ese el "bastión de la cultura, el comercio y la belleza"? Los historiadores occidentales han comparado esa "comunidad intelectual” con la del norte de España [léase Europa], encontrando que era tan superior que “originó unos duraderos celos de la cultura árabe".

La mayoría parece haber olvidado que esa “envidiada cultura árabe” existente en la España medieval incluía la esclavitud. La gente habla de ella como si fuera una sociedad donde reinaba la "convivencia". Esa “sociedad de convivencia o coexistencia” que imaginamos como una utopía se asemeja a la de los Estados del sur de EEUU antes de la guerra de Secesión, con la esclavitud y las grandes haciendas de ricos.

Los judíos también supieron prosperar allí, y esa cultura exquisita también produjo a los Jefferson y Madison. Pero no es un modelo para hoy en día. El mito de la España musulmana y de la Alemania de Weimar, y la utilización del florecimiento en ambas de la cultura judía, es algo que perjudica a la cultura occidental y a la judía de nuestros días, presentando una imagen falsa del pasado y determinando la falsa esperanza de un futuro utópico basado en modelos defectuosos que sólo conducirán al fracaso y a la autodestrucción.

(si les interesa el libro de la fotografía, un post previo aquí y un artículo sobre él)

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2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Lo he comprado hace un rato. Muchas gracias. שבת שלום

5:49 PM  
Anonymous Anonymous said...

Un rato después recordé algo que puede venir a cuento. Salió en el número 124 de MILIM hace unas semanas:

"Sin embargo con todo el poder económico y social logrado, los Goméz no pudieron escapar al odio antijudío, pese a los derechos otorgados por la corona británica. En 1737, durante una asamblea realizada en Nueva York en la cual los Gómez y otros judíos se disponían a votar, el futuro jefe de justicia de la ciudad, William Smith, consideró que era ilegal que los judíos votaran porque eran responsables por la muerte de Cristo y a partir de ese momento, la Asamblea resolvió no admitir a votantes judíos en la Colonia y durante varias décadas esta prohibición pesó sobre la comunidad judía de Nueva York. Esto no le impidió a Gomez ser un patriarca de su época y un verdadero pionero americano. "
(Los primeros judíos neoyorkinos. La familia Gómez)

11:26 AM  

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