Sunday, October 23, 2011

El New York Times e Israel - David Harris - Huff Post


Atentado en la pizzería Sbarros, planeado por alguno de los liberados

He estado leyendo el NYTimes casi diariamente desde que tenía diez años de edad. Eso es más de medio siglo hasta ahora.

En ese camino, me han informado, inspirado, y enfurecido de vez en cuando.

Esta semana, no había motivo más que para el enfado.

En primer lugar, el lunes apareció contenendi cuatro fotografías que aparecieron en la primera página de la sección de Internacional.

La mayor de los cuatro, de 6 x 9 pulgadas, estaba en la parte superior de la página y de inmediato llamaba la atención del lector. Era una imagen conmovedora de una niña apoyada sobre una pared en gran parte vacía y mirando hacia arriba, y el texto que la acompañaba explicaba que miraba una pequeña fotografía de su abuelo.

Walid Aqel, de 48 años, estaba entre los prisioneros palestinos liberados a cambio de Gilad Shalit, el soldado israelí secuestrado por Hamas en 2006 y mantenido incomunicado hasta su liberación esta semana
.
El artículo no menciona en ese texto o en cualquier otro lugar que Aqel fue el fundador del ala militar de Hamas, y que había mucha sangre israelí en sus manos, por lo que fue condenado por Israel a cadena perpetua.

En cambio, la impresión general que se transmitía era que Aqel, ante todo, era un abuelo más, y su adorable nieta estaba suspirando por su regreso de manos de su captores israelíes.

Entonces, justo debajo de la foto aparecía el enlace a otro texto: "Documentos: los nombres de los 477 miembros de Hamas que Israel entregará (a cambio de Shalit)".

Y debajo de este enlace, tres fotos pequeñas, cada una de 2 x 3 pulgadas, imágenes que transmitían los estragos humanos que causaron en Israel algunos de esos palestinos que iban a ser liberados en la operación.

Debido a su diminuto tamaño, esas fotos no atraían la atención con facilidad, a pesar de que deberían haber sido el corazón de la historia. Después de todo, transmitían la naturaleza de esos terroristas que iban a ser liberados, dando a entender a sus lectores cuan desgarradora había sido la decisión de liberarlos para Israel.

Sin embargo, esas fotos se sumergían en el texto general, mientras que la única foto que dominaba el artículo, la de la nieta del terrorista, se situaba en la parte superior.

Luego vino el editorial del Times del miércoles, "La liberación de Gilad Shalit".

Fue, francamente, entre los que más me han enfurecido de los que he leído.

El día después de que Shalit fue liberado y regresó a Israel, con 477 prisioneros palestinos enviados a Gaza, Cisjordania y otros lugares, y un segundo grupo que sería liberado pronto, el diario elegió, una vez mas, dirigir sus ataques contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

Netanyahu ha sido el chivo expiatorio favorito de los editorialistas del NYT desde que asumió el cargo en el 2009.

Ellos dan poco crédito a lo que ha hecho para avanzar en las perspectivas de paz y el desarrollo de Palestina - la congelación de los asentamientos durante diez meses, el levantamiento de los bloqueos y puestos de control en Cisjordania, su apoyo tantas veces expresado a una solución de dos estados, y las ayudas para que la economía palestina progresara. Y desde luego no escatiman críticas a sus supuestas fechorías.

Pero este editorial era la tarta del postre.

En el segundo de los ocho párrafos, y apenas 24 horas después del drama que acababa de tener lugar con la liberación de Shalit, el editorial ya sugería sombríamente lo que parecía ser un plan realmente maquiavélico para debilitar aún más las posibilidades de paz, y la culpa, como era previsible, se depositaba en la puerta de Netanyahu.

Por supuesto, el editorial podría haber tomado otras direcciones.

Por ejemplo, podría haberse detenido a examinar la extraordinaria importancia que Israel concede a la vida humana, en este caso la vida de un soldado. Podría haberse centrado en la naturaleza de la democracia israelí, donde los padres de Gilad Shalit nunca pararon de movilizarse en nombre de su hijo, y crearon un movimiento nacional para liberarlo independientemente de su coste. Podría haber recordado al mundo el contraste existente entre el cautiverio de Shalit - más de cinco años sin una sola visita del Comité Internacional de la Cruz Roja, y mucho menos de su familia - y el de los prisioneros palestinos, ninguno de los cuales seguramente habría deseado cambiar sus dietas, su acceso al mundo exterior y, de hecho, a la luz solar, o sus oportunidades de educación, por lo que Shalit había soportado.

Y también podría haber contrastado el estado de ánimo tras el canje. Israel acogió con satisfacción la vuelta a casa de su hijo, mientras se participaba en un debate aleccionador sobre el significado de todo esto y sobre sus futuras consecuencias.

Mientras tanto, en Cisjordania y Gaza, no hubo expresiones de remordimiento por la sangre derramada de israelíes a manos de los terroristas liberados, en pizzerías, linchamientos, discotecas, y el Seder de la Pascua. Por el contrario, hubo llamadas frenéticas a más secuestros, mientras que el presidente palestino Mahmoud Abbas, no queriendo ser menos que Hamas, elogió a los recién llegados: "Ustedes son luchadores por la libertad y guerreros santos por amor de Dios y de la patria".

Como de costumbre, Abbas obtuvo la simpatía de los editoriales y se le eximió de sus palabras. En última instancia, no parece ser responsable de nada.

¿Alabar a los terroristas? ¿Un encendido discurso en la ONU el mes pasado donde negó la relación ancestral del pueblo judío con esta tierra, mientras que citaba expresamente la relación de musulmanes y cristianos? ¿Evitar las conversaciones bilaterales? ¿Establecer condiciones previas para las negociaciones, mientras se niega el derecho de Israel a hacer lo mismo? ¿Un acuerdo de reconciliación con Hamas? ¿Los portavoces de la Autoridad Palestina que aún continúan llamando a la eventual destrucción de Israel y a una Cisjordania Judenrein?

Todo esto les parece muy poco relevante a los editorialistas del NYTimes, ya que, nos dicen, es culpa de Netanyahu de todos modos.

Luego hubo una última razón para un mayor enfado.

Con la caída de Muammar Al-Gaddafi este jueves, me recordaron una vez más cuán sorprendido estaba el 21 de enero de 2009 cuando abriendo la edición diaria del NYTimes me encontré con un artículo de opinión de ese mismo líder libio titulado "La Solución de un único Estado". Sorpresa a sorpresa, llamaba a poner fin a Israel y, echando mano de un tópico al que él aportó tantos y tan grandes esfuerzos, preconizaba la creación de una gran y feliz familia en lugar de Israel.

Teniendo una ligera idea de lo difícil que resulta conseguir publicar un artículo en el NYTimes, no podía entender por qué ese diario proporcionaba a este extravagente tirano la posibilidad de publicar sus irrelevantes y absurdas visiones como algo relevante.

!Todo lo que puedo decir es que hubo tiempos mejores! [N.P.: juego de palabras con "times" y "Times", es decir, hubo NYTimes mejores],

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