Tuesday, February 21, 2012

La crisis de la crítica del sionismo - Seth J. Frantzman - JPost



Los profesionales del marketing a menudo hablan de "no reinventar la rueda". Parece que cuando se trata de vender la necesidad de una crítica de Israel este concepto no ha sido bien entendido.

La manifestación más reciente es el libro de Peter Beinart, “La Crisis del sionismo”, que se publicará a finales de marzo. El rumor ya ha comenzado. Roger Cohen ha perfilado el libro en una columna del New York Times el 13 de febrero. Emplea para ello palabras como "importante", "oportuno" y "novedoso". El Sr. Cohen resalta todas estas palabras resonantes con comentarios elogiosos.

Lo más importante es entender que esta última polémica navega por aguas ya familiares. ¿Recuerdan “The Israel Lobby” de John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, publicado inicialmente como un ensayo en el London Review of Books, en marzo de 2006? Ese ensayo obtuvo una enorme cantidad de atención, con las devotas recomendaciones de la National Public Radio (según D.Mamet la National Palestine Radio) y del The New York Review of Books. Un año más tarde apareció como un libro y, nuevamente, fue tratado como si fuera una novedosa, fantástica investigación que rompía moldes.

En un giro semejante, la odisea del libro-ensayo de Beinart comenzó en el New York Review of
Books en 2010. El problema de esta historia no es el método por el cual un artículo bien recibido se convierte en un libro. El libro de Jon Krakauer “Into Thin Air” comenzó como una historia maravillosa en la revista Outside antes de convertirse en un best seller. Pero a diferencia de Krakauer, quien detalló una tragedia en el Everest, el banal libro incubado por Beinart remite y repite simplemente unas críticas ya bien conocidas.

Así pues, ¿por qué se considera "novedoso" e "importante"? En el ensayo inicial de Beinart, escribía que "en el mundo de la AIPAC, las analogías con el Holocausto nunca se detienen, y su mensaje es siempre el mismo: los judíos están autorizados por su condición de víctimas para preocuparse solamente de sí mismos".

Cohen escribe, como si acabara de sufrir otra caída del caballo de camino a Damasco, que este "nuevo libro rechaza la manipulación de la victimización de los judíos en nombre de la dominación de Israel de los palestinos".

Eso está muy bien excepto por el hecho de que el ex portavoz de la Knesset, Avraham Burg, ya hablaba exactamente lo mismo en su libro de 2008 “The Holocaust is Over”: "Nos hemos convertido en una nación de víctimas, y nuestra religión de Estado es el culto y el cuidado de los traumas, como si Israel siempre caminara sobre una senda ya recorrida”. También escribió que los judíos de América son culpables de "levantar la bandera de la Shoah bien alto en el cielo y explotarla políticamente".

El argumento de la víctima se utiliza para crear una especie de hombre de paja israelí. Se acusa a Israel de manipular el Holocausto y crear un estatus del pueblo judío como víctima perpetua para así justificar su represión de los palestinos. Es una afirmación clara y conveniente, ya que utiliza el estereotipo de que el villano actual fue una víctima inicialmente.
Pero eso no es cierto.

No es nada habitual que un comandante del ejército israelí diga a sus soldados que sean crueles por lo que sucedió en la década de 1940. Los líderes israelíes no dicen que los puestos de control deben ser muy estrictos porque los judíos fueron víctimas hace 65 años. Pero estas palabras son puestas en boca de los israelíes para que así algún intelectual pueda demoler ese falso argumento.

Es bastante fácil ser engañado, ya que los que leen estos libros en Occidente mayoritariamente nunca han vivido en Israel ni lo conocen, por lo que asumen que si un "experto" les dice que "los israelíes utilizan el Holocausto para justificar la ocupación", entonces consideran que esto debe ser cierto.

Otro "novedoso" argumento es que los judíos de América son, naturalmente, progresistas y humanistas universalistas que simplemente no se pueden identificar con un Israel que sea la antítesis de lo que ellos son. Beinart sostiene que los judíos de América se "supone que se deshacen de esos valores cuando se trata de Israel" y se convierten en "guardaespaldas" de unos líderes israelíes que "amenazan esos valores sumamente liberales” y que tanto admiran los mencionados “guardaespaldas". El líder de J Street, Jeremy Ben-Ami, en “A New Voice for Israel” ya repitió esta afirmación de que "nuestra comunidad va a sufrir mucho si nos negamos a una discusión abierta y honesta de cómo esos mismos valores se manifiestan en el hogar nacional de nuestro pueblo",

La solución propuesta por Ben-Ami, Beinart y por muchos otros es que los judíos de América deben criticar a Israel cada vez que se les presente la ocasión. Ellos acusan a los líderes judíos estadounidenses de no ser críticos con Israel y acusan a dicho establishment judío estadounidense de estar fuera de sintonía con la liberal juventud judía americana, que por ello se está alejando del sionismo. De eso trata la "crisis" del título del libro. Para volver a traer a esos jóvenes judíos a la tienda común del judaísmo americano, dicha tienda debe ser ante todo crítica con Israel, atacándolo lo suficiente como para que la gente pueda sentirse cómoda.

Nada de esto tiene mucho sentido. ¿Por qué Israel es una de esas pocas causas que la gente debe abrazar principal y exclusivamente mediante la oferta de una "crítica constructiva"? Parece ser que estos jóvenes judíos liberales que supuestamente abandonan el barco del sionismo pueden abrazar cualquier otro tipo de causa sin necesitar a menudo para ello esa “discusión profunda y matizada” que sí se requiere para apoyar a Israel. Si, por ejemplo, se involucran en la lucha contra el calentamiento global, las organizaciones paraguas donde se cobijan para dicha lucha no suelen exigir ni practicar una "crítica constructiva" de la causa por la que lucha. Las personas que participan en los sindicatos o que defienden a los inmigrantes no gastan la misma cantidad de su tiempo en examinar cómo, en palabras de Ben-Ami, "sus políticas y comportamientos a veces son equivocados".

¿Por qué solamente deben ser la AIPAC, la Liga Anti-Difamación, la Conferencia de Presidentes o cualquiera de las otras organizaciones judías las que deben ponerse de rodillas y flagelarse convenientemente a fin de ganar, supuestamente, el favor de los críticos de Israel y de la juventud judía liberal, de aquí y de allá?.

El sionismo de Israel no es un sinónimo del judaísmo de los Estados Unidos.

Curiosamente, las voces críticas están pidiendo que una de las partes, el sionismo de Israel, encaje perfectamente en la otra, el judaísmo de los Estados Unidos. Ellos nos dicen que en algún momento estas dos culturas estuvieron alineadas, pero que ahora están siendo separadas por los ultra-ortodoxos de Israel, por Avigdor Lieberman y/o las políticas de Binyamin Netanyahu. La realidad es que los dos mayores centros de población judía nunca encajaron como un guante. Jacob Blaustein, presidente del Comité Judío Americano en la década de 1950, hizo su célebre declaración a David Ben-Gurión de que “sólo estaría a favor de una ayuda financiera a Israel si ese país accedía a toda una serie de compromisos” en sus relaciones con los judíos norteamericanos. En ese sentido, no hay "crisis del sionismo", sino una continúa e histérica crisis de criticismo, una que sigue aquejando a la Diáspora.

PD. ¿Un reflejo defensivo que proviene de la mala conciencia existente por el sentimiento ampliamente extendido de que el asimilacionismo crece de manera imparable en los Estados Unidos, sobre todo dentro de los ámbitos del judaísmo liberal, y ante el hecho de que el único sector dentro del judaísmo estadounidense que está en pleno auge es el judaísmo ortodoxo? ¿O quizás se deba al temor emergente dentro del judaísmo estadounidense más liberal, a causa de su decadencia producto del mencionado asimilacionismo, a no poder ejercer más el papel de “mentor” del judaísmo mundial, incluso con respecto a Israel, que pasaría a ser el núcleo más importante y decisivo del judaísmo mundial?

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