Thursday, April 12, 2012

¿Realmente vale la pena restaurar las sinagogas del mundo árabe? - Lyn Julius – Times of Israel


Freso de la sinagoga de Dura Europus, Damasco. Moisés rescatado de las aguas en Egipto

El Christian Science Monitor nos ha contado el otro día un cuento de hadas, con su narrador, Nicholas Blanford, efusivamente emocionado ante la restauración de la sinagoga Maghen Abraham en Beirut:
El interior ha sido restaurado con su decoración original, con paredes de color azul cielo, los ventanales con arcos y sus blancas columnas con pequeñas zonas pintadas de marrón imitando aquellas conchas fosilizadas en las columnas de piedra caliza originales. El trabajo se espera que esté terminado para este verano, y se espera que un rabino, por vez primera vez en casi cuatro décadas, llegue pronto.

"Una vez que el rabino esté aquí, vamos a ser capaces de celebrar bodas nuevamente", dice un miembro del Consejo Judío del Líbano, quién supervisó la restauración. Él se niega a permitir que su nombre sea citado, lo que nos demuestra que los judíos libaneses aún prefieren mantener un perfil bajo (énfasis añadido).
Aquí, el Christian Science Monitor dentro del reino de la fantasía absoluta. ¿El primer rabino, dices, Nicholas Blanford? ¿Un rabino que oficie en las bodas judías, no es eso? ¿A qué congregación se dirigirá este rabino, dado que tal vez haya una docena de judíos en el país y ninguno de ellos vive en los alrededores de la sinagoga? ¿Qué felices parejas se casaran, ya que hay poquísimos judíos, y muy escasos jóvenes disponibles? Y si los judíos tienen tanto miedo a la hora de identificarse, ¿cuáles son las posibilidades de que asistan a los servicios religiosos o a dichas bodas?. Además, siempre existirá la oportunidad de que esos fieles lo suficientemente valientes como para acercarse a la sinagoga Maghen Abraham sean presas fáciles de cualquier persona que desee causarles problemas. Hezbolá, por ejemplo.

El Christian Science Monitor es además culpable de otros elementos de desinformación. Por ejemplo, se repite la ficción - extendida por Kirsten E. Schulze, la autora del único libro que trata en profundidad la existencia de los judíos del Líbano - de que la mayoría de los judíos libaneses abandonaron el país durante la guerra civil libanesa, ya lo que los convertía en unos objetivos muy expuestos ante un conflicto tan generalizado. Afirmar que el conflicto árabe-israelí expulsó a los judíos libaneses de su país no es estrictamente exacto, ya de hecho fueron expulsados ​​por la reacción antisemita que originó el conflicto árabe-israelí. De hecho, la gran mayoría de los 14.000 judíos del Líbano abandonaron el país antes o inmediatamente después de la Guerra de los Seis Días.

Blanford repite otra afirmación que se ha convertido en un mantra: la sinagoga de Beirut fue bombardeado por los propios israelíes: “Gran parte del daño estructural se infligió, irónicamente, por los bombardeos de barcos de guerra israelíes en 1982". Este rumor lo inició y extendió nada menos que ese “experto” en el Oriente Medio, el periodista británico Robert Fisk, cuya reputación de decir la verdad ha recibido severos golpes recientemente.

El reportaje del Christian Science Monitor es el habitual dentro la tendencia existente en la prensa occidental de saludar y celebrar la restauración de edificios judíos en aquellos países del Oriente Medio que ya no conservan más que un puñado de judíos, y todo ello como una especie de señal o indicio del nacimiento del pluralismo y la tolerancia dentro del mundo árabe. Incluso algunos judíos caen en esa fantasía agradecidos por ese “reconocimiento” muy menor de aquellos judíos que una vez vivieron allí.

"!! Miren, incluso tenemos judíos aquí !!", se proclama desde un restaurado sitio judío.

O como dijo un periodista: "La tolerancia con los restos culturales judíos puede intercambiarse con la buena voluntad y la ayuda occidental sin que sea necesario ningún compromiso complicado con los actuales israelíes".

Haciendo alusión al informe del Christian Science Monitor, Stewart Winer en Times of Israel, recordaba como el año pasado, antes de que su régimen fuera sacudido hasta sus cimientos por la primavera árabe, Bashar al-Assad anunciaba planes de restauración de 11 sinagogas sirias. Y esto en un país incapaz de reunir un minián (quórum) de 10 hombres judíos aptos para el servicio religioso.

Se nos decía que el plan de restauración tenía como verdadero objetivo ganar puntos y alabanzas en los EEUU, más concretamente, entre los 75.000 judíos sirios que viven actualmente en los EEUU.

Disculpen mi cinismo, ¿pero cómo es posible que esos países puedan dar lugar a la limpieza étnica de sus comunidades judías y sin embargo pretendan obtener los beneficios derivados de las relaciones públicas mediante la restauración de algunos edificios judíos?

Acabo de terminar la lectura del libro de Harold Troper "Los redimidos de Dios", que narra la historia de la salvaje persecución de los judíos sirios que permanecieron en ese país hasta la década de 1990, y cómo una mujer canadiense, Judy Feld Carr, jugó un papel central en su rescate. El régimen sirio mantuvo como rehenes a estos judíos sirios, sin inclusive mostrar compasión con aquellos que necesitaban un tratamiento médico urgente en el extranjero. Una mujer que, desesperada, trató de escapar clandestinamente, fue disparada y como resultado de ello quedó paralizada de por vida. Dos hermanos que estaban a punto de abordar un avión rumbo a Italia fueron secuestrados, encarcelados, torturados y maltratados durante cuatro años.

¡Qué pequeño precio a pagar cuando nunca hay necesidad de disculparse! Sólo es preciso restaurar algunos edificios en ruinas y luego esperar los ingresos procedentes del turismo. Es una situación de ganancia absoluta.

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