Saturday, May 26, 2012

Thomas Friedman (e infinidad de expertos occidentales), revisitado - Dror Eydar - Israel Hayom



Vivimos en una región plagada de "celebraciones" y de "primaveras". Muchos occidentales y de todo el mundo se muestra excitados al ver como 50 millones egipcios acuden a las urnas para emitir sus votos en la elección presidencial, "la primera votación libre desde la época de los faraones".

Uno de los expertos más estimados en el Oriente Medio me dijo: Sí, esta es la primera elección democrática, pero también podría ser la última. Egipto podría terminar con un parlamento, un gobierno y un presidente islámico que podrían acabar con el proceso democrático, o con un gobierno militar que podría optar por intervenir y dar un golpe de estado.

En cualquier caso, en la medida que afecta a Israel, los pronósticos no son buenos: El tratado de paz con Egipto se está disipando, su embajada en El Cairo es apenas funcional y una gran mayoría de la población de Egipto apoya la anulación del acuerdo de paz e incluso favorece la guerra.

Es divertido ver como los medios de comunicación israelíes tratan de mitigar la catástrofe buscando un candidato egipcio idóneo, uno que sea el mal menor para Israel. Algunos han puesto sus esperanzas en el "secular y occidentalizado" Amr Moussa, a diferencia de los pocos ilustrados candidatos religiosos. Es increíble lo rápido que pueden cambiar las cosas: La persona responsable de algunas de las campañas más venenosas contra Israel se ha convertido de repente en la gran esperanza de Occidente. No es improbable que Moussa, si lo necesita, también pudiera llegar a convertirse en un serio problema.

A la luz de estas festividades democráticas, me acordé de un celebre análisis de la "primavera árabe" realizado por el columnista estrella del New York Times, Thomas Friedman, un periodista venerado en todo el mundo, así como por la Radio del Ejército de Israel. Hace algo más de un año, Friedman se paseaba por la plaza Tahrir ebrio de alegría, y enviaba unos artículos a su periódico que más bien se parecían a la letra de una famosa canción de los Beatles, algo así como "haz el amor y no la guerra".

Escribiendo con la típica condescendencia colonialista habitualmente reservada para los nativos, Friedman atacaba al gobierno israelí con azufre y fuego por no mostrarse entusiasmado con el caos de Tahrir. Friedman comparaba al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu con un Faraón, y a los egipcios com los hijos de Israel en busca de la libertad frente a la esclavitud promovida por el faraón original: Hosni Mubarak.

"De hecho, lo que hace que el levantamiento actual sea tan impresionante - y en este sentido tan peligroso para las autocracias de la región - es precisamente el hecho de que no sea propiedad de nadie, y que no haya sido inspirado por la Hermandad Musulmana", escribía Friedman en febrero de 2011. Increíblemente, esta es la "conclusión" a la que llegó el "más importante" periodista occidental en aquel entonces. Ahora Friedman está aconsejando a Netanyahu que "haga historia", o en otras palabras, trata de promover que Israel cometa un suicidio diplomático, una vez más, siguiendo así los pasos de esos otros delirantes y soñadores expertos enamorados de Oslo y de la desconexión.

Miren a Egipto, echen un vistazo a su lista de candidatos a la presidencia y al parlamento, consideren cómo la barrera que Egipto había colocado en el camino de Irán para detener sus esfuerzos de infiltración en el corazón del mundo árabe se ha hundido, y luego finalmente lean los artículos sin fundamento de Friedman y de tantos otros expertos occidentales. Este nuevo consejo también debe ser abordado, y desestimado, de la misma manera.

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