Monday, June 25, 2012

El prejuicio de los judíos liberales contra los judíos ortodoxos cruza las líneas rojas - Jonathan S. Tobin - Commentary



El comunicado de la semana pasada sobre un nuevo estudio demográfico de la vida judía en el Gran Nueva York ha creado un revuelo comprensible, ya que puso de manifiesto que los ortodoxos constituyen un porcentaje cada vez mayor de la población judía. El crecimiento de la asimilación, de los matrimonios mixtos y un crecimiento negativo de la población ha reducido el número de de judíos liberales y seculares, mientras que los ortodoxos, y en particular los haredim, están experimentando un crecimiento exponencial. Dadas las implicaciones de esta tendencia a la hora de poder alterar potencial y prácticamente la vida judía en esta región, y puesto que los judíos ortodoxos tienden a ser mucho más conservadores que el resto de la comunidad, las implicaciones políticas de este modelo se vuelven ineludibles. En una ciudad como Nueva York, donde el 74% de todos los judíos niños en edad escolar son ortodoxos, el dominio tradicional de los judíos seculares y liberales no es probable que persista a largo plazo.

Que esto podía alterar a las mentes liberales de nuestra comunidad parecía comprensible. Pero eso no debe justificar la actitud de la página editorial del Forward cuando para hablar de la comunidad ortodoxa utiliza ese tipo de lenguaje que nunca sería aprobado si esas mismas palabras fueran dirigidas a una población no judía. Esa mayoría de población inminente de los “no liberales” parece haber provocado que el Forward, que comenzó su andadura en 1897 como un defensor del socialismo, haya dado rienda suelta a su mala leche etiquetando a muchos de los judíos ortodoxos como "gente pobre de poco méritos", y cuyas opciones de vida inadecuadas quizás les deberían volver inelegibles tanto a la hora de las ayudas por parte del gobierno americano como a las del resto de la comunidad judía. Si bien resulta bienvenida la decisión del consejo editorial del Forward de unirse un tanto tardíamente a ese debate de décadas acerca de los méritos del Estado del bienestar, su reciente incorporación a dicho debate parece estar más motivada por su abierta aversión y sus recelos ante los haredim, que a su ideología liberal y a su defensa del Estado del Bienestar.

La presunción del editorial es que el crecimiento de la comunidad ortodoxa está siendo impulsado en gran medida por su creencia en el valor de las familias numerosas. El Forward, al hablar con una voz que desprende la típica condescendencia de la clase media y alta hacia los pobres, así como el típico desprecio que hacia los ortodoxos se manifiesta desde los círculos judíos liberales – aunque raras veces hecho público -, parece implicar que la mayoría de estos niños probablemente no deberían ser concebidos, ya que su padres religiosos no siempre cuentan con los recursos materiales que los editores del Forward consideran necesario poseer antes de agregar otra alma a la comunidad. Según su modo de pensar, si algunas de estas familias ortodoxas no son del todo "autosuficientes", su elección voluntaria de tener más hijos en esos casos debe hacerles retroceder en la lista de ayudas que las agencias judías distribuyen entre los pobres, además de poner en duda la sabiduría de las ayudas otorgadas por el gobierno estatal.

El problema para el Forward no se debe solamente a que los ortodoxos tengan más hijos que los judíos liberales, que rechacen el “materialismo” de la clase media y alta y que su valoración del estudio de la Torah por encima de la economía se deba a motivos religiosos. Lo que realmente les irrita es que la mayoría de los ortodoxos parecen tener poca simpatía por las posiciones políticas liberales, a pesar de que algunos de ellos son los benefactores de las ayudas del gobierno. Al igual que Thomas Frank con “¿Qué pasa con Kansas?”, referida a la impaciencia liberal con los conservadores del medio oeste que votaban más por sus valores que por lo que el autor consideraba que eran sus intereses económicos, el Forward considera que resulta completamente hipócrita que los ortodoxos no voten a los demócratas.

Un examen detallado de los patrones de votación de los haredi no corrobora exactamente esa impresión, pues las sectas hasídicas, que suelen votar en bloque, tienden a intercambiar sus votos en las elecciones a cambio de la generosidad del gobierno de turno, de una manera tal que incluso el Forward lo podría considerar como una elección racional o coherente. Pero hay pocas dudas acerca de que los judíos ortodoxos, incluyendo esa vasta mayoría que no recibe ninguna ayuda del gobierno, no comparten el afecto del Forward por el liberalismo. Y eso es lo que ha incitado al parecer al Forward a publicar una diatriba cuyo único objetivo es estigmatizar a los judíos ortodoxos como a una horda perezosa de tramposos que se expanden a costa del Estado del bienestar, y a la que debería negársele la asistencia a menos que se reprodujeran a la manera mucha más responsable de los judíos liberales.

Baste decir que la comunidad haredi tiene además otra cuota de problemas. El crecimiento de la pobreza judía es preocupante, como lo es cualquier señal de que los judíos estadounidenses estén comenzando a copiar el desafortunado patrón haredí israelí por el cual el empleo, por no hablar del servicio nacional militar o civil, es considerado por muchos como por debajo de la dignidad de la población masculina.

Pero si bien una cosa es expresar unas justas preocupaciones por el futuro de esa comunidad, otra muy distinta es escribir del incremento de la tasa de natalidad ortodoxa como si para todos nosotros fuera mejor que esos niños nunca nacieran. Ese es un argumento escandaloso que sería rápidamente etiquetado como racista por todos esos justos liberales del Forward si estuviera dirigido hacia los negros o hispanos. El deseo de consolar a los liberales acerca de su inminente decadencia política no es excusa para el lanzamiento de una Kulturkampf contra los ortodoxos.

Creemos que los principios de libertad económica deben aplicarse a todo el mundo. Las funestas consecuencias de la dependencia del gobierno no deben tener barreras religiosos, y pueden ser desoladoras tanto para los judíos como para los no judíos, para los israelíes como para los estadounidenses.

Y es que cuando una crítica del Estado del bienestar se cruza con los prejuicios contra determinados grupos, o el lenguaje utilizado chirría por su cariz sesgado, todo ello parece aludir más a la eugenesia que al análisis político, y entonces una línea roja se ha cruzado. Esto que ha hecho el Forward representa un alegato en contra de su juicio y de su compromiso con el valor de todas las vidas judías.

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