Sunday, July 22, 2012

El nuevo antisemitismo europeo (sobre la circuncisión) - Gran Rabino Jonathan Sacks - HuffPost



En mayo de 2007, un pequeño grupo de líderes religiosos se reunieron en la sede de la UE en Bruselas con los tres líderes más importantes de Europa: Angela Merkel, la canciller alemana y por aquel entonces presidenta del Consejo Europeo, José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea. y Hans-Gert Pöttering, presidente del Parlamento Europeo.

La cita fue una de esas reuniones semiformales en las que poco se dice, y se tarda una gran cantidad de tiempo en decirlo. Preocupado por el retorno del antisemitismo en Europa mientras aún está viva la memoria del Holocausto, decidí que había llegado el momento de romper el protocolo y hablar con claridad, inclusive sin rodeos.

Realice al mas corto discurso de mi vida. Sentado justo enfrente de los tres líderes, les dije lo siguiente: "Los judíos y Europa han recorrido un largo camino juntos. La experiencia europea de los judíos ha dado lugar a toda una serie de palabras y expresiones que se han inscrito en el vocabulario humano: palabras como expulsión, disputas públicas, conversión forzada, Inquisición, Auto de fe, libelo de sangre, gueto, pogrom, y todo ellos sin ni siquiera mencionar la palabra Holocausto. Eso es el pasado. Mi preocupación es el futuro. Hoy en día, los judíos europeos se preguntan si hay un futuro para ellos en Europa, y eso debe concernirles a ustedes, los líderes de Europa".

El discurso me llevó menos de un minuto, y después de que hubiera un silencio sorprendido, se levantó la sesión para el almuerzo, y ya en él, Angela Merkel me preguntó: "¿Qué le gustaría que yo hiciera, gran rabino?". Yo no tenía por entonces una respuesta sencilla para ella. Pero sí la tengo ahora. Se trata de invertir de inmediato la decisión de la Corte de Colonia que convierte a los padres judíos que circuncidan a su hijo en una ceremonia conocida como brit milah, incluso si se realiza en un hospital delante de un médico calificado, en sujetos de persecución y enjuiciamiento.

Es difícil pensar en una decisión más terrible. ¿La Corte sabe que la circuncisión es el ritual más antiguo en la historia del judaísmo, que se remonta a casi 4.000 años, a los días de Abraham? ¿Sabía que Spinoza, un judío no religioso que junto con John Locke fue el padre del liberalismo europeo, escribió que un brit milah en sí mismo tenía el poder de mantener la identidad judía a través de los siglos?

¿Sabía que la prohibición del milah fue la ruta elegida por dos de los peores enemigos que ha tenido el pueblo judío, el gobernante seléucida Antíoco IV y el emperador romano Adriano, los cuales la establecieron para extinguir no sólo a los judíos, sino también el judaísmo? Y bien, o la Corte alemana sabía estas cosas o bien no las conocía. Y si fuera este último caso, entonces ¿cómo se consideró competente para evaluar algo que afecta a la libertad religiosa? Si así fuera, entonces hay jueces en Alemania dispuestos a decir a los judíos religiosos "Si no os gusta esta decisión, largaros". ¿Los jueces de Colonia de hoy en día conocen realmente lo que sucedió la última vez que Alemania tomó ese camino?

El caso - al igual que la prohibición de la shechitah (muerte ritual de animales) por el parlamento holandés, ahora por suerte revertida -, ilustra las profundas dificultades con las que se encuentran hoy en día los judíos en Europa. Las dos regulaciones inicialmente no tenían nada que ver con los judíos. Se dirigían, principalmente, contra los musulmanes, cuya población sobrepasa en gran número a la de los judíos en casi todos los países de Europa. Y esas resoluciones representan una especie de reacción contra una política errónea adoptada por la mayoría de los países europeos en la década de 1970, la conocida como multiculturalismo. Esta política tenía como objetivo promover la tolerancia. Su efecto fue precisamente el contrario. Alentó la segregación de las minorías étnicas, no favoreció la integración, y en vez de hacer que la gente ignorara las diferencias logró que cada una de ellas se convirtiera en problemática.

Las comunidades musulmanas de Europa han estado en la primera línea política a la hora de expresar su descontento ante esas resoluciones. El resultado ha sido que en Alemania la Corte de Colonia, y en Holanda el Parlamento, han tratado de prohibir unas prácticas musulmanas, mientras que la comunidad judía ha sufrido los daños colaterales en ambos países.

Eso es parte del problema, pero no lo representa enteramente. He sostenido desde hace algunos años que cualquier ataque a los rituales que conforman la vida judía siempre necesitaría de una gran justificación, y que para ello se echaría mano de la máxima autoridad dentro de la cultura vigente.

A lo largo de la Edad Media, la máxima autoridad en Europa fue la Iglesia. Por lo tanto, el antisemitismo tomó la forma del antijudaísmo cristiano. En la Europa posterior a la Ilustración, la del siglo XIX, la más alta autoridad ya no era la Iglesia, la había sustituido la ciencia. Así nació el antisemitismo racial, sobre la base de dos disciplinas consideradas como científicas en aquellos días: el "estudio científico de la raza" y el darwinismo social de Herbert Spencer y Ernst Haeckel. Hoy sabemos que ambas doctrinas eran pseudo-ciencias, pero en su día fueron aprobadas por algunas de las figuras más destacadas de la época.

Tras Hiroshima y el Holocausto, la ciencia ya no tiene un lugar tan principal como la más alta autoridad moral. En su lugar, ese papel lo desempeña la doctrina de los derechos humanos. De ello se desprende que cualquier ataque a la forma de vida judía - a los judíos, al judaísmo o al Estado judío - debe basarse y utilizar el lenguaje de los derechos humanos. De ahí proviene la ya habitual acusación de que Israel ha cometido los cinco pecados capitales contra los derechos humanos: el racismo, el apartheid, la limpieza étnica, el intento de genocidio y los crímenes de lesa humanidad. Estas acusaciones no se realizan porque la gente crea realmente que son acusaciones serias y ciertas - algunos si lo creen, otros no -. La base o la utilidad de estas acusaciones es que son la única forma en la que hoy en día pueden atacar, sin ser tachados de antisemitas, a los judíos.

Y esto es lo que la Corte de Colonia ha hecho. Ha declarado que la circuncisión es un ataque brutal a los derechos del niño ya que se realiza sin su consentimiento. Por supuesto, la Corte pasa por alto muy convenientemente el hecho de que si esto fuera verdad, enseñar a los niños a hablar alemán, enviarles a la escuela para socializarles y vacunarles contra las diversas enfermedades, también serían agresiones contra los derechos del niño, ya que se llevan a cabo sin su consentimiento. Así pues, la sentencia de la Corte es tendenciosa, estúpida y ha sentado un precedente peligroso.

En el contexto histórico, sin embargo, es aún mucho peor. Al decretar que los judíos religiosos que realizan el ritual más antiguo y sagrado de su religión están abusando de los derechos del niño, de sus hijos, un tribunal alemán acaba de inventar una nueva forma de libelo de sangre perfectamente diseñado para el siglo XXI. Respondiendo a la pregunta de la canciller Merkel, he aquí la mía: "¿Qué que me gustaría que usted hiciera?. Es simple. Asegúrese de que esa sentencia es revocada, por el bien de la libertad religiosa y por la reputación moral de Alemania".


PD: Accedí al artículo a través de un post de Petra Marquardt-Bigman, donde recoge este brillante análisis:
En este contexto, es interesante considerar los escritos de Anthony Julius, el autor del celebrado libro "The Trials of the Diaspora (Los Juicios de la Diáspora)", que ofrece una historia completa del antisemitismo en Inglaterra. En un breve extracto del libro, Julius sostiene que en las últimas décadas la agitación socialista para la transformación revolucionaria ha sido sustituida por el activismo de las ONG:
"El discurso de los derechos humanos domina hoy en día la política, de hecho existe un poderoso movimiento de "los derechos humanos" (que lo utiliza como herramienta). Es la nueva religión laica de nuestro tiempo. [...] Los derechos humanos como ideología otorga un gran valor a las Naciones Unidas (como símil de un gobierno mundial), a pesar de su incapacidad a la hora de hacer cumplir sus decisiones, y su negativa a realizar exigencias prácticas a sus miembros a ser democráticos o respetar los derechos humanos de sus ciudadanos. [...] [N.P.: todos conocemos que países participan y dirigen el Comité de Derechos Humanos, y como su agenda está determinada por la ideología y los bloques dominantes por el número de los países que los integran, por ejemplo los países musulmanes, y como todo esto repercute en la popularidad de Israel en dicho Comité].

Esto es, en cualquier caso, una post-izquierda, una reconciliada con la imposibilidad (que asume) de unas transformaciones revolucionarias [...], donde sus reivindicaciones fundamentales han sido resucitadas sobre la base de un discurso estridente (e ideologizado) basado en los derechos humanos y en sus 'abusos'. El nuevo militante (progresista) ya no es el miembro de un partido sectario, es el activista de una ONG [N.P.: no menos sectaria]"
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