Monday, August 13, 2012

En la interesante web de Jaime Gorenstein, un "laicismo judío, militante y creativo" o vuelva usted mañana.

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Leo en la estupenda web de Jaime Gorenstein un artículo de Egon Friedler, publicado en AURORA DIGITAL, sumamente frustrante por lo trillado del tema y la falta lamentable de ideas que por otro lado reivindica. No es por que no esté de acuerdo en muchas ocasiones con lo que allí cuenta, sino porque se deja lo más importante, "la salvación", para "algún días de estos", o quizás sea mejor decir para un futuro indefinido, síntoma de que quizás no haya mucho que proponer.

El artículo comienza con una crítica severa a la inicial (y dentro de algunas minorías actual) oposición ultra-ortodoxa al sionismo. Sin embargo, comienza describiendo más enemigos que luego no vuelven a aparecer: "Si bien el sionismo ha tenido muchos enemigos seculares en el seno del pueblo judío desde que Theodor Herzl lo creara a fines del siglo pasado, la hostilidad más tenaz y persistente fue la de la ortodoxia y la ultra-ortodoxia".

Uno no sabría valorar, en la actualidad, si la oposición actual más tenaz y radical al sionismo no provendría precisamente de esos otros enemigos seculares no identificados: el judío moderno "no judío", que al igual que sus antepasados mencionados de pasada, anhela su asimilación a la sociedad y cultura en la que vive (o a la que desea imitar si vive, por ejemplo, en Tel Aviv), y la superación definitiva de su identidad y herencia judía ante los demás, y el judío revolucionario (ahora bienpensante o políticamente correcto), para quién la causa revolucionaria y universalista es prioritaria sobre cualquier herencia cultural, religiosa o nacional judía.

El artículo prosigue con una clara descripción de la oposición ultra-ortodoxa al sionismo para llegar a dos afirmaciones un tanto peregrinas y que abusan del cliché generalizador, sino del prejuicio.

En la primera se afirma que "No menos grotesco sería el espectáculo de un pueblo judío en todo el mundo dando la espalda a la modernidad, rechazando la dedicación a las artes y las ciencias, dejando de lado cualquier preocupación universalista y encerrándose en las estrechas paredes de la sinagoga. Si el tradicionalismo ultra-ortodoxo hubiera ganado la partida a las corrientes de secularización del judaísmo a fines del siglo XIX no habríamos dado a la humanidad ni un Einstein, ni un Freud, ni la legión de sabios, Premios Nobel o no, que hicieron avanzar de manera tan significativa a la humanidad en el siglo pasado".

Bueno, creo que en Israel existen bastantes intelectuales y sabios, y algún Premio Nobel de Economía, adeptos a la Ortodoxia, y no por lo tanto reñidos "con la modernidad". Por lo tanto, cuando se hable de la ultra-ortodoxia o simplemente de los judíos observantes, sería necesario matizar muy claramente de que y de quién se habla. Por no decir nada de la evolución presente dentro del propio campo haredi.

La otra afirmación no deja de ser otra habitual generalización. Tras afirmar que "Hoy existe un amplio consenso en la sociedad israelí de que toda solución de paz con el pueblo palestino debe pasar por la devolución de la mayor parte de las tierras de Cisjordania", unos párrafos más adelante se describe, como nos podíamos temer, cual es el único culpable:
"La frustración del proceso de paz por la oposición de los colonos puede tener consecuencias desastrosas".
Nuevamente, hay muchos tipos de colonos, y quizás uno esperaba que se hiciera alguna mención de los palestinos en el asunto de la culpabilidad. Aunque solo fuera para que luego no se le pudiera reprochar que buena parte de su artículo parece estar tan reñido con "los hechos y la realidad" como los haredim con la "modernidad".

Obviamente, esto no parece importar, lo fundamental es nombrar los únicos culpables... judíos.

Pero sin duda, las palabras que "me han llegado al alma" son el remache final del artículo:
"Los enormes cambios en el mundo nos exigen flexibilidad, dinamismo para adoptarnos a circunstancias nuevas, audacia para buscar caminos nuevos sin abandonar las raíces de nuestra tradición y cultura.

Por ello, el impulso creativo de un laicismo judío, militante y creativo, con hondas raíces en la cultura judía e israelí, es una imperiosa necesidad histórica y sin él no hay futuro para el pueblo judío. Las formas que debe asumir ese laicismo es un tema aparte, que merece ser analizado por separado en profundidad
".
O sea, que el impulso creativo de un "laicismo judío, militante y creativo, con hondas raíces en la cultura judía e israelí", y las formas que debe asumir ese laicismo salvador, es "un tema aparte, que merece ser analizado por separado en profundidad".

Como un celebre artículo de Larra, me suena a "Vuelva usted mañana", que ya por entonces diseñaremos alguna cosa con la que dar el pego y seguir largando y elucubrando sin decir necesariamente nada de nada. Quizás los clichés y eslogan publicitarios sean el fundamento ideológico más propio de la "modernidad".

Todas estas banalidades bienpensantes me recuerdan un excelente artículo de Anshel Pfeffer con objeto de la penúltima ocurrencia del conocido y octogenario novelista laico, militante y creativo, Yoram Kaniuk, por la que se le condedió la renuncia a su "condición de judío" en el registro de la población de Israel. El artículo de Pfeffer se titulaba muy apropiadamente, como contestando por adelantado al artículo de Egon Friedler, "El campo laico ha renunciado a presentar su propia interpretación de un judaísmo moderno".

Algunos de los párrafos del artículo de Pfeffer serían muy aprovechables para esa futura exposición, que nos reserva para más adelante Egon Friedler, sobre las formas que debe asumir ese laicismo salvador "que merece ser analizado por separado en profundidad".
(...)

¿Qué es lo que Kaniuk, y aquellos que planean seguir su ejemplo, no están dicen en realidad? Yo puedo asumir su crítica al control que mantiene la jerarquía rabínica sobre la definición nacional del judaísmo. ¿Por qué cualquiera de nosotros debería ser rehén de su cada vez más estrecha interpretación de una antigua y esplendida tradición? Pero ¿cuál es su alternativa? Publicitando su “religión” en entrevistas y artículos, Kaniuk trata de postular una vaga y laica nacionalidad judía e israelí como identidad propia. Sin embargo, el experto narrador de los primeros días de Tel Aviv y del Estado de Israel parece casi inhábil e inarticulado a la hora de describir su condición de judío. "Hay algo en el judaísmo, además de la religión", decía en una entrevista al diario Haaretz en marzo pasado, “y esa religión contenía una cultura que no está presente hoy en día. El judaísmo se ha convertido en racista y rabínico. El judaísmo rabínico, en mi opinión, exterminó a los judíos. No hay nación judía aquí, no hay pueblo judío, sólo una religión que se está pudriendo. Creo que los judíos fueron anteriormente un pueblo diabólicamente resistente, inteligente y cauto. Un pueblo que supo sobrevivir, que supo ser sabio". Prácticamente un "manifiesto nacional único".

Kaniuk, de 81 años, cree que las mujeres y hombres del Palmach, esos astutos e ingeniosos judíos que lucharon en la Guerra de la Independencia, fueron el epítome de lo judío. Pero entonces, ¿por qué han fallado a la hora de legar una versión para el siglo XXI de esos Palmachnik? Culpar a los ortodoxos siempre resulta demasiado fácil. Afirmar que el judaísmo no es una religión, sino una nacionalidad o una cultura, es sólo una excusa. Niega los nobles esfuerzos, con éxitos y fracasos, de esas generaciones de pioneros, escritores, pensadores y herejes que lucharon para recuperar nuestro patrimonio de las garras de los clérigos reaccionarios, y que demostraron que hay otras maneras de ser judío, y de vivir los ideales judíos, que no sea un mero y mezquino ritualismo impuesto.

La religión forma parte de nosotros, de nuestra identidad judía, aunque algunos de los religiosos nos quieren hacer creer que la religión es todo lo que hay. Durante el último siglo o casi, el sionismo (y la oposición al sionismo) también han formado parte de esa identidad, pero Kaniuk y otros israelíes parecen haber caído en la trampa de creer que el sionismo es suficiente por sí mismo. La desilusión con la situación política actual se arrastra inevitablemente, el Estado no es todo lo que esperábamos que fuera, y Kaniuk, a causa de su falta de imaginación, se queda sin nada en que creer.

Pero se equivoca.

Los valores judíos y de Israel, conjuntamente con la cultura tradicional y la actual, nos ofrecen otros componentes con alternativas viables, y aunque no sean perfectas o estén exentas de dilemas, no requieren un divorcio de la religión. Esta semana, se recordaba constantemente que el profesor Dan Shechtman de la Technion es ahora el décimo israelí en ser honrado con un premio Nobel, y que en la última década, de promedio, cada dos años uno de los profesores del país es galardonado con el premio más prestigioso en el mundo en química o economía. Sin embargo, el primer israelí en el podio de Copenhague no fue un científico o un académico, fue un escritor. SY Agnon, quien recibió el Premio Nobel de Literatura en 1966 junto con la poeta yiddish Nelly Sachs, y que fusionó el hebreo moderno con las palabras de los profetas, combinando en sus obras la vida del shtetl con las experiencias de los pioneros en Palestina, lo que demuestra que la religión, la cultura y el nacionalismo pueden reunirse en una narración convincente.

(...)

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