Friday, November 09, 2012

Los saudies están destruyendo el patrimonio del Islam. ¿Por qué la respuesta silenciosa del mundo musulmán? - Damian Thompson - Telegraph



Imagínense que la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén - el lugar tradicional de la crucifixión y resurrección de Jesús - ha sido tomada por los puritanos de Cromwell. Los nuevos propietarios del santuario envían excavadoras para sustituir la antigua iglesia por un edificio monstruoso que se asemeja concretamente a una especie de nave espacial. Y todo esto para que los peregrinos puedan orar sin ser distraídos por "supersticiosos" iconos. Además, la Ciudad Vieja será enterrada bajo unos hoteles que convertirán a las Vegas, a su lado, en una especie de Venecia.

No sucederá, ¿no es cierto que me responderán? Los cristianos lucharán hasta la muerte para preservar Jerusalén. Lo mismo sucedería con los judíos y los musulmanes. Y es que, por una vez, tendrían el apoyo de los políticos y académicos seculares horrorizados ante la perspectiva de un acto de vandalismo cultural sin precedentes en los tiempos modernos.

Sin precedentes hasta ahora, claro. La ambición largamente acariciada por la secta wahabí que gobierna Arabia Saudita de destrozar los edificios antiguos de La Meca y Medina está a punto de fructificar. En La Meca, la casa de una de las esposas de Mahoma ha sido demolida para hacer espacio para los baños públicos. Su lugar de nacimiento también puede desaparecer como parte del plan del rey Abdullah de complementar los rascacielos y los centros comerciales con una gran mezquita construida a partir de los mismos materiales que un aparcamiento de varias plantas de la ciudad inglesa de Wolverhampton.

En cuanto al segundo lugar más sagrado del Islam, la ciudad de Medina, un reciente artículo de Jerome Taylor, en The Independent, revelaba un plan megalómano de derribar tres mezquitas del siglo VII. Taylor añadía: "Hace diez años, una mezquita que pertenecía al nieto del Profeta fue dinamitada. Fotos de esa demolición se tomaron en secreto y salieron de contrabando fuera del reino mostrando como la policía religiosa lo celebraba".

Sólo una pequeña minoría de los millones de musulmanes en el mundo son wahabíes, y ello a pesar de las decenas de miles de millones de petrodólares gastados por los saudíes para propagar su credo. (Bosnia, por ejemplo, está ahora llena de mezquitas al estilo de Arabia, sustituyendo a la elegante arquitectura otomana que los wahabíes tanto detestan). Muchos peregrinos a La Meca se rebelan ante el matrimonio de puritanismo y de codicia que se encuentran allí. Sin embargo, las protestas son dispersadas y silenciadas. ¿Por qué?

Una respuesta es que la Casa de Saud, aunque muy odiada, también es muy temida: su riqueza y sus conexiones terroristas hacen que sea poco probable que, por ejemplo, un político paquistaní hable abiertamente sobre la profanación del Hajj.

En Occidente a dura penas podrán quejarse de estos destrozos: la exhibición de este año del Hajj en el Museo Británico fue espeluznantemente censurada, pues no hubo mención alguna de las excavadoras o del complejo de la Real Torre del Reloj de la Meca de 2.000 pies de altura y construido justo al lado de la Kaaba, el negro edificio con forma de cubo que es la pieza central de las devociones islámicas.

Pero lo que sobresale de todo esto es la hipocresía de los musulmanes al lanzar constantes ataques contra los arqueólogos israelíes por llevar a cabo trabajos no intrusivos por debajo de la Cúpula de la Roca en Jerusalén, el "tercer lugar más sagrado del Islam" como nos recuerdan constantemente. Esta ira sería mucho más convincente si el primer y el segundo lugar más sagrado del Islam no estuvieran siendo roturados por un estado policial. Del mismo modo, ¿son las caricaturas de Mahoma realmente más ofensivas que reducir a escombros los restos de su vida?

Como un experto en Oriente Medio Oriente me dijo: "Acusar a los judíos de perturbar la Cúpula de la Roca encaja perfectamente en la narrativa anti-occidental, por lo que los musulmanes pueden hacerla suya. La destrucción saudí de La Meca no encaja en esa narración, por lo que se impone un silencio virtual". Algo muy digno de tener en cuenta si nos preguntamos por qué el asesinato de musulmanes por los propios musulmanes, en Darfur o en Siria o en cualquier otro lugar, solo provoca una indignación limitada dentro del mundo islámico .

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