Thursday, February 28, 2013

La apuesta haredi: escenarios optimistas y pesimistas – Shmuel Rosner



Las conversaciones para formar la próxima coalición de gobierno en Israel están actualmente estancadas. Y están estancadas principalmente por diferencias relativas a la integración de los haredim, los judíos ultra-ortodoxos, en la sociedad israelí.

Para resumir una historia bastante larga y compleja: el primer ministro Benjamin Netanyahu quiere que su nueva coalición incluiría tanto a sus antiguos aliados de los partidos haredi como a los partidos emergentes, como el partido de secular y de centro Yesh Atid y el partido sionista-religioso Habayit Hayehudi. Pero los recién llegados no quieren comprometerse en ese tipo de coalición.

Ellos quieren que los partidos haredi estén fuera, o bien, si se les integra de nuevo en la coalición, que respalden por adelantado los proyectos para incluir a los hombres haredi en las fuerzas armadas y en el mercado de trabajo. Los partidos haredi encuentran esas precondiciones un bicho difícil de tragar.

Cambiar las relaciones entre la población mayoritaria (no haredi) de Israel y la población minoritaria haredi (un 9% del total) no será sencillo. Se trata de tres grandes retos en diferentes ámbitos: conseguir una mayor integración económica (los haredim, poco representados dentro de la fuerza laboral, son una gran carga para la economía de Israel), conseguir una mayor participación en el servicio militar (los haredim están exentos del servicio para que puedan estudiar la Torah), y conseguir una mayor integración cultural (los haredim tienen costumbres sociales fundamentalmente diferentes, especialmente cuando se trata de las mujeres).

Como mi colega Dov Maimon y lo ha explicado en un nuevo estudio para la Jewish People Policy, las soluciones a estos problemas a menudo se contradicen entre sí.

Una gran mayoría de los israelíes han expresado repetidamente su apoyo a la integración de los haredim en el ejército. También apoyan (si no es con ánimo similar) su integración en el mercado laboral. Pero no está claro si han considerado los riesgos a largo plazo.

La presencia de hombres ortodoxos en el ejército ya plantea problemas. Por ejemplo, algunos de ellos se niegan a oír a las mujeres soldados cuando cantan o a introducirse en un tanque cuando su instructor es una mujer. ¿Y ahora, cuando el ejército está haciendo esfuerzos para ser más sensible a la cuestión de género,  queremos introducir a los hombres ultraortodoxos cuyas normas culturales son mucho más estrictas en lo referente a la modestia?

Si los haredim se alistan en el ejército y se integran en el mercado laboral, no comenzarán también a exigir una serie de demandas a cambio? La comunidad haredi puede representar a una minoría, pero es una minoría que posee una fuerte personalidad: está creciendo rápidamente y es más coherente y está más unida que otros sectores de la sociedad israelí.

Sí, los haredim dependen actualmente de los subsidios del gobierno. El resto de la sociedad israelí contribuye a sufragar el coste de sus yeshivas y de sus escuelas religiosas, contribuyendo a la manutención de sus familias, además de que los haredim disfrutan de las deducciones fiscales por habitar generalmente en barrios pobres. Y si "nosotros", es decir, el resto de los israelíes, pagamos "sus" escuelas, "nosotros" siempre podremos recuperar (anular) de inmediato esas ayudas si "ellos" tratan de hacer más haredi a la sociedad israelí.

Pero ¿y si los haredim se introducen en el mercado laboral y en el ejército, tal como muchos israelíes parecen querer, y ya no necesitan depender de esas ayudas y subvenciones? ¿Y si comienzan a compartir la carga laboral y el uso de uniformes? ¿Tendremos entonces argumentos para intentar limitar su influencia en la sociedad israelí?

Los optimistas creen que en el curso de su integración los haredim se moderarán y ello llevará a una moderación en sus actitudes y posibles demandas. Pero también existe el otro posible escenario, que los haredim sigan teniendo tantos hijos como ahora y sigan siendo tan estrictos como lo son actualmente, mientras que por el contrario son cada vez más independientes económicamente y se “envalentonan” en sus demandas por el hecho de que ahora comparten la "carga" como todo el mundo.

Si esto sucede, y la comunidad haredi sigue creciendo en número y se vuelve cada menos dependiente del Estado, sus demandas culturales pueden dar lugar a que su “integración” en la sociedad israelí  parezca menos atractiva. ¿Y si prosiguen con sus demandas de separar los sexos en ciertas rutas de autobuses? ¿Qué pasa si ellos demandan normas más estrictas en lo referente a la alimentación kosher dentro del ejército?

Lo que quiero decir es que el cambio es necesario, pero no será gratuito. Hoy en día, sólo podemos decir que no a sus demandas por su falta de contribución a nivel económico y en el ejército, pero mañana, una vez participando de la “carga” común, esa respuesta podría no ser lo suficientemente convincente.

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