Monday, February 18, 2013

Tímido fascismo - Alexander Yakobson - Haaretz



Si alguien intentara afirmar seriamente que la diputada árabe Hanin Zuabi no apoyaría un ataque armado contra Israel, ella probablemente se sentiría profundamente insultada. Sin embargo, el Tribunal Supremo hizo lo correcto cuando anuló, tal como se esperaba, su descalificación como candidata a la Knesset.

Aquellos que temían que su descalificación anunciara el colapso de la libertad de expresión, así como a aquellos que temían que la retórica extremista de Zuabi y de sus colegas llevarían a la violencia, debemos decirles que estén tranquilos. Tanto la libertad de expresión como la seguridad interna del país se encuentran en un estado mucho mejor de lo que piensan. El nivel de violencia entre judíos y árabes en Israel es notablemente bajo (ciertamente en comparación con lo que cabría esperar en un conflicto nacional tan prolongado), mientras que el nivel de libertad de expresión es notablemente alto.

La minoría árabe de Israel, a través de sus portavoces y dirigentes, genera una gran cantidad de provocación verbal contra el Estado y la mayoría judía, pero genera muy poca violencia nacionalista - mucho menos de lo que podría esperarse en las condiciones existentes -. La retórica de la mayoría de los líderes de la minoría católica de Irlanda del Norte durante el conflicto norirlandés fue mucho más moderada que lo que escuchamos en el caso de los diputados árabes, pero la situación sobre el terreno - en términos de violencia, tanto para la minoría como para la mayoría - era infinitamente peor y más mortífera que en Israel.

Cuando dos comunidades étnicas y religiosas viven entremezcladas en la misma región y en realidad se odian, no hay disuasión que ayude. La vida en este lugar se convierte en un infierno para la mayoría y para la minoría. En Israel, las relaciones entre los judíos y los árabes, aunque por supuesto está lejos de ser idílica, es mucho más compleja, y en general mucho mejor (o quizás menos mala si se prefiere), de lo que se podía esperar. Es mucho mejor que lo que podría suponerse de la retórica implícita nacionalista de ambas partes.

No es que aquí no haya casos graves de violencia, o que la incitación directa al odio no deba ser detenida, pero en general la libertad de decir cosas bastante duras es, al parecer, más un sustituto a la hora de la comisión de actos violentos que un prefacio a ellos. Bajo tales circunstancias, la reducción del nivel actual de libertad de expresión sería un error peligroso.

Durante décadas hemos estado oyendo que la libertad en Israel está a punto de colapsar, y que el fascismo está a nuestras puertas. Nunca ha existido una falta de signos preocupantes que confirmen estos temores. No debemos tomar a la ligera las amenazas a los valores democráticos, u tenemos que luchar contra ellos con todos los medios de una sociedad libre. Aquí en Israel existe auténtico extremismo, y fascistas genuinos tampoco faltan.

Sin embargo, el hecho es que Israel es ahora mismo un país mucho más libre de lo que era en la década de 1970, cuando hablar del peligro del fascismo empezó a ponerse de moda. Cualquiera que lea la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que en 2009 aprobó la decisión de España de prohibir a dos partidos vascos acusándolos ​​de apoyar políticamente el terrorismo independentista vasco (sirviendo como su rostro político), inmediatamente puede observar como la interpretación de españoles y europeos sobre el "apoyo al terrorismo" de ciertos partidos es mucho más draconiana que la israelí.

Es posible que en un futuro el fascismo israelí, que ha estado en la puerta durante décadas, finalmente supere su extraña timidez extraña y entre en la sala de estar. Pero también es posible que los que predicen que el fascismo está a la vuelta de la esquina simplemente no entiendan muy bien la sociedad israelí, así como cierta derecha nacionalista no entiende demasiado bien el interés nacional.

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