Sunday, June 09, 2013

¿Es un retorno al pasado el pretendido futuro de una solución de un único Estado? - David Dabscheck - OZion


Representantes judíos y árabes, junto con un delegado de Naciones Unidas, estudiando un mapa para delinear las líneas de tierra de nadie entre los dos ejércitos en la guerra de 1948

Una reciente oleada de comentaristas han propuesto una manera aparentemente original, audaz e innovadora de salir del estancamiento actual mediante una solución al conflicto entre Israel y Palestina de "un único Estado" binacional. El hilo conductor de cada uno de estos argumentarios es que conviviendo en un solo país, israelíes y palestinos podrían satisfacer mejor los deseos de la gente común, los cuales por desgracia son subvertidos continuamente por los miopes líderes de ambos lados. Por ejemplo, Gideon Levy en el Haaretz sostiene que la salvación de la región sólo llegaría a través de un "liderazgo verdaderamente revolucionario que rompa los viejos y erróneos paradigmas y neutralice los miedos".

Sin embargo, como otro observador en esta región dijo hace ya mucho tiempo, "no hay nada nuevo bajo el sol". Y es que esta aparentemente "nueva y brillante" chuchería de una solución de un "único Estado" es de hecho una reliquia histórica prudentemente descartada. El Comité Especial de las Naciones Unidas para Palestina (Comisión Especial) recomendó como es bien conocido la partición en su informe de 1947, lo cual se convirtió en la base para la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, y cuya lógica aún informa los esfuerzos actuales para crear un estado palestino al lado de Israel. Pero lo que es poco conocido es que 3 países - Irán, India y Yugoslavia - de los 11 representados en la Comisión Especial no estuvieron de acuerdo con la partición y propusieron un plan federal alternativo. Este plan llamaba a la constitución de un único Estado federal de Palestina que uniera a los estados árabe y judío constituidos.

Lo que es particularmente interesante en este pie de página olvidado de la historia es que el defensor principal de esa solución federal fue el representante de la actualmente inexistente República Federal Socialista de Yugoslavia. De hecho, dicho representante de Yugoslavia, Vladimir Simic, incluso presentó una apasionado anexo de 12.000 palabras al informe de la Comisión Especial (UNSCOP) donde delineaba sus puntos de vista. Los principales puntos del anexo de Simic son sorprendentemente análogos a lo hoy sugiere Gideon Levy y sus adláteres, culpando a los "diseños hegemónicos de algunos políticos árabes y judíos" de habilitar la partición. Asimismo, señalaba a los pocos ilustres visionarios que estaban trabajando para crear un estado compartido que reunirá los verdaderos "intereses y aspiraciones de la población". Claro subtexto de Simic es que ese futuro estado judío-árabe federal sería similar a la República Yugoslava, que en ese momento se presentaba ante los demás como una fusión armoniosa de las diferentes nacionalidades simplemente otorgando los mismos derechos a todos.

Simic, Levy y otros defensores de un único Estado caen en la clásica trampa monista de los pensadores e intelectuales desde la Ilustración francesa, los cuales privilegian sobre todo la unidad abstracta y la universalidad sobre la diversidad irreconciliable y la naturaleza humana. Aunque sean loables sus ideas por recordarnos los peligros del nacionalismo xenófobo, su presunción de que "si solamente israelíes y palestinos se dieran cuenta de que su verdadero interés estriba en vivir en un único estado" resulta paralela a la esquiva falsa conciencia marxista. Los líderes palestinos e israelíes quieren que su propio estado, precisamente para  que sus pueblos sean como todos los demás pueblos, buscando así su sentido de pertenencia dentro de sus propias comunidades. De hecho, "la gente común" suele ser más infinitamente sabia que estos ideólogos doctrinarios a la hora de reconocer que no todas las diferencias pueden ser suavizadas ni pasadas por alto, ni tampoco desean hacerlo.

El gran erudito del liberalismo, Isaiah Berlin, apreciaba como el Estado-nación reunía esa profunda necesidad humana de una auto-expresión colectiva y hablaba sobre los peligros de la represión de los sentimientos mediante la imposición de una universalidad artificial. Esta era también la razón por la que Berlín abogó por una solución de dos Estados, reconociendo sin embargo que una partición desordenada podría ser el único camino que permitiera a cada parte expresar sus creencias profundamente arraigadas. Negar a ambos pueblos el derecho a la autodeterminación, por lo tanto, no sólo sería delirante, sino susceptible de favorecer una peligrosa reacción nacionalista que los defensores de un único Estado obvian (a pesar de que son los primeros en avisar de los peligros del nacionalismo). En un sentido muy real y trágico, la solución de un único Estado fue enterrada no debido a las maquinaciones de cualquier líder israelí o palestino, sino en los cementerios de Sarajevo y Srebrenica.

La recomendación de la mayoría reflejada en el informe de la Comisión Especial tenía toda la razón cuando dijo: "Sólo por medio de la partición pueden estas aspiraciones nacionales en conflicto encontrar una expresión sustancial y posibilitar que los dos pueblos tomen su lugar como naciones independientes en la comunidad internacional y en las Naciones Unidas".

Para todos aquellos que quieran mejorar la situación del conflicto palestino-israelí, la orientación no deben buscarla en las antiguas y sabiamente rechazadas aceite de serpiente de un estado bi-nacional. En efecto, las variaciones de esta supuesta "solución" han aparecido intermitentemente desde la UNSCOP y, como por ejemplo la propuesta federal minoritaria de Simic, han sido acertadamente olvidadas (como estoy seguro que incluso el New York Times pensaría despué de publicar el extraño llamamiento a una "Isratina" por parte del luego depuesto dictador libio Muammar Gadafi, apenas dos años antes de que comenzara a masacrar a su pueblo). Más bien se requiere ayudar tanto a los dirigentes como a los pueblos de estas dos naciones para que tomen las difíciles medidas necesarias para que cada uno articule sus aspiraciones nacionales y respete las de los demás.

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