Tuesday, July 30, 2013

Abbas: "Los árabes en Israel y ningún judío en Palestina" - Jonathan S. Tobin - Commentary



Mientras ayer se reunía en El Cairo con los nuevos líderes de Egipto, el líder de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas dejó caer algunos comentarios sobre las negociaciones de paz con Israel que comenzaron en Washington anoche. Como el Times de Israel informa, Abbas no dejó ninguna duda acerca de lo que implica su visión de la paz:

"En una resolución final, no veríamos la presencia de un solo israelí - civil o militar - en nuestras tierras", dijo Abbas tras una reunión con el presidente egipcio interino Adly Mansour en El Cairo.

La declaración provocó pocos comentarios en la prensa occidental, y no me extraña. La mayoría de los principales medios de comunicación ha aceptado desde hace tiempo la formula palestina que ve la presencia de israelíes en la Ribera Occidental y en Jerusalén como el principal obstáculo para la paz con los palestinos. A partir de este marco de referencia, la ecuación de esta paz es simple: nada de israelíes en Palestina significa que el conflicto desaparece. Por lo tanto, el único objeto de estas negociaciones de paz es echar a los israelíes fuera de las zonas que fueron ocupadas ilegalmente por Jordania en el período1948-1967.

Pero el problema aquí no es solamente que se trata de una absurda distorsión de la realidad que ignora los derechos judíos y sus necesidades de seguridad. La declaración de Abbas ofrece un contexto importante para una demanda israelí clave, la cual se niegan a aceptar los palestinos: el reconocimiento por parte de la Autoridad Palestina de la legitimidad de Israel como Estado judío. Si los palestinos piensan que hay algo racista en que Israel deba ser aceptado como el único Estado judío del mundo, ¿por qué sería bueno para ellos imaginar un estado independiente propio donde las comunidades judías tendrían que ser destruidas y todos sus habitantes desalojados?

Los negociadores y profesionales de la paz y los críticos de Israel afirman que este razonamiento es demasiado puntilloso, pero en realidad se dirige a la raíz del problema que el secretario de Estado, John Kerry, y su ayudante, Martin Indyk, están tratando de desentrañar en unas negociaciones que han peleado muy duro hasta conseguirlas.

La posición palestina es que la aprobación expresa por su parte de Israel como un Estado judío socavaría los derechos de la minoría árabe dentro de las líneas anteriores a 1967 (Israel), y les obligaría a realizar un juicio acerca de los arreglos internos del país. Pero el punto central del conflicto, desde sus inicios hace ya un siglo, ha sido siempre el rechazo árabe a la presencia y al retorno de los judíos a su antigua patria. Si los palestinos están decididos a crear un estado independiente donde no haya judíos, ¿por qué tienen tanto miedo a un acuerdo en el que sus vecinos puedan ser un Estado judío?

La razón de esto no es un misterio.

Más que cualquier acuerdo sobre las fronteras, la aceptación de Israel como Estado judío sería un abierto reconocimiento de que el conflicto ha terminado. Significaría que los descendientes de los refugiados palestinos de 1948 tendrían que ser reubicados en otro lugar y que todo el terrorismo y los esfuerzos por borrar a Israel de sus fronteras acordadas cesarían por completo.

La demanda de reconocimiento de un Estado judío es a menuda presentada como algo nuevo, sacado de la manga por el primer ministro Netanyahu para hacer la paz más difícil de lograr. Pero hay que recordar que la Resolución de partición original de las Naciones Unidas de 1947 hablaba ya de que el país se dividiría concretamente entre un Estado judío y otro árabe, no Israel (en un formato bi-nacional) y "Palestina". El esfuerzo por negar el derecho del pueblo judío a un estado soberano en su propia tierra es un acto de prejuicio, ya que ningún otro grupo en el mundo es tratado de esta manera.

Es cierto que en el caso improbable de que los palestinos estén de acuerdo con la paz en todos sus términos, Israel estaría ansioso por evacuar a los judíos que viven actualmente en un territorio del cual se retirarían. La razón de esto tampoco es un rompecabezas. Cualquier judío dejado en tierras árabes duraría tan poco tiempo como los invernaderos abandonados en Gaza cuando Israel salió de esa región en 2005. Nadie, ni siquiera los Estados Unidos, podría garantizar la seguridad de cualquier judío, ya sea un izquierdista amante apasionado de la paz o un colono derechista de línea dura viviendo en un Estado palestino.

Pero este es el dilema de todo el proceso de paz. A pesar de que en el Estado nacional del pueblo judío las minorías religiosas y étnicas tienen plenos derechos en Israel, lo que Abbas está pidiendo es que Israel sea un estado bi-nacional de judíos y árabes, mientras que Palestina sería una nación exclusivamente árabe.

Si la sociedad palestina fuera a evolucionar hasta el punto de que los judíos pudieran vivir en paz bajo el dominio árabe, entonces la paz sería posible sin ningún tipo de grandes esfuerzos por parte del secretario de Estado Kerry. Mientras Abbas prometa expulsar a los judíos de Palestina, no tendrá ningún derecho a rechazar la demanda de Israel de que se reconozca que Israel es un Estado judío, y que este hecho no pueda ser anulado a través de futuras negociaciones, la afluencia de refugiados o nuevas guerras. Su negativa a hacerlo asegurará que las conversaciones que Kerry ha convocado serán nueve meses de esfuerzos inútiles.

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