Saturday, August 31, 2013

La invención del etnicismo israelí - Seth Frantzman - JPost


Judíos yemenitas

(Es muy habitual oír desde los medios de la izquierda y de las élites israelíes (y por extensión en los medios occidentales que les son ampliamente favorables), ambas mayoritariamente ashkenazis, el reproche de "cómo ha cambiado el rostro de Israel", y cómo los responsables parecen encontrarse en la población israelí más pujante en la actualidad: mizrahim, rusos, sionistas-religiosos, haredi. Ellos parecen ser los culpables de haber alterado el anterior rostro progresista del país por otro mucho más oscuro, mesiánico, conservador y desconfiado. Este artículo nos dará otra visión a esas acusaciones.)


En junio de 1981 un artista israelí y partidario del Partido Laborista, Dudu Topaz, dio un discurso en un masivo mitin preelectoral en Tel Aviv. "Esos chakchachim [un insulto racista dirigido a los judíos de los países árabes] allá en Metzudat Ze'ev [la sede del Likud], apenas sirven para los puestos de guardia del ejército, y eso si sirven para algo... Aquí (los simpatizantes laborista, supuestamente todos ashkenazis) sí están los combatientes y los comandantes. Aquí está la hermosa Israel".

Al día siguiente, Menachem Begin, el líder del partido Likud, se presentó ante una gran multitud, incluyendo a muchos Mizrahim que habían sido insultados el día anterior ante el aplauso entusiasta de la izquierda israelí. "En los días de la clandestinidad [antes de 1948], tuvimos entre nuestros hermanos Mizrahim a muchos héroes... estaban Feinstein, lo que ellos llaman un 'ashkenazi', pero también estaba Moshe Barzani, un sefardí de Irak... Juntos. ashkenazis, Iraqim, Yehudim, estuvieron como hermanos y combatientes".

Fue su discurso más famoso, pero su significado se ha perdido hoy en día. Escribiendo sobre el 30 aniversario de ese discurso, el hipercrítico Gideon Levy afirmó que, "llevado en las alas del odio por los ashkenazim y los mapainikim... Ese discurso no sólo determinó los resultados de la elección. También dejó en evidencia que el 'genio étnico había sido extraído de su botella".

La noción del "demonio étnico" de Israel, tal como se denominó al legado del racismo anti-sefardí, ha sido el tema de un documental dividido en cuatro partes difundido por el Canal 10 de TV y realizado por Amnón Levy. Muchos intelectuales continúan debatiendo sobre este tema, por lo general llegando a la conclusión de que el "demonio étnico", o bien se exageró, o bien es culpa de los propios Mizrahim (o de los políticos que lo sacan a relucir).

Avi Shilon observa que el sionismo "creía en la igualdad entre los judíos" y que "pocos dirigentes y pensadores sionistas se habían opuesto a la igualdad". Los Mizrahim, asevera. "no eran los otros", y centrarse en esta cuestión es una perdida de tiempo y energía.

Por el contrario, Yehuda Shenhav argumenta que "no es un mito que la segregación y la discriminación contra los judíos árabes [Mizrahim] se llevara a cabo solamente en el pasado. Según las investigaciones hasta la fecha, las disparidades son mayores hoy que hace 30 años".

Si el problema fuera un mero desperdicio de energía, uno podría preguntarse por qué resurge tan a menudo. Una historia en el Haaretz de la semana pasada describe cómo Yael Tothany, un abogado, ha publicado en Facebook una serie de acusaciones contra el ministro de Educación Shai Piron denunciando la discriminación de sefardíes en una importante escuela, señalando que "las niñas fueron separadas sobre la base de su origen étnico". Historias similares acerca de la comunidad de Emmanuel y de otras escuelas en Petah Tikva también han salido a la luz. .

El 12 de agosto se reveló que las puntuaciones en una prueba consistente en exámenes psicométricos variaban bastante según el origen étnico y la geografía de los participantes. El periodista Lior Dattel concluía que "las diferencias entre las escuelas del centro del país y las de la periferia son enormes, y comienzan ya en la escuela primaria". Las escuelas de la "periferia" incluían a Sderot, Beit Shean y Ofakim, que tenían los peores resultados.

Un prisma de diversas capas de mentiras a través del cual los israelíes ven al "demonio étnico" contribuye a nuestra falta de comprensión de su importancia.

La primera mentira es política: según parece, la discriminación política en realidad no existiría. Pero debido a que los Mizrahim votan abrumadoramente a la derecha, es la propia izquierda la que rechaza la alegación de que exista una discriminación "política". Así Yizhar Smilansky escribía en 1981: "La verdadera batalla no está en el enfrentamiento entre askenazíes y no askenazíes. Las próximas elecciones están avivando las llamas de unas brasas moribundas". Sin embargo, en las elecciones de 1949, los votantes yemenitas votaron mayoritariamente por el partido de Begin, y según confirmó el secretario general del Partido Laborista Zalman: "Ante esto, el futuro del estado corre riesgos... si no logramos paralizar un cáncer que crecerá en este país poniendo en peligro su existencia. Ese cáncer es el problema étnico".  Lejos de unas llamas avivadas oscuramente, esas llamas habían estado allí latentes desde un principio.

La segunda mentira es económica: la década de 1950 fue una utopía. Especialmente desde la izquierda, sus historiadores afirman que "esa utopía se arruinó después de 1967". Por ejemplo, en una reciente conferencia Limmud en Sudáfrica, el profesor Aviva Halamish argumentó que Israel era "uno de los países más igualitarios" por aquellas fechas. De hecho, el país estaba profundamente dividido en la década de 1950, y los judíos Mizrahi se vieron segregados y obligados a vivir en "ciudades de desarrollo" en la "periferia" como parte de las políticas socialistas. Que los historiadores israelíes sigan considerando los años 50 como una utopía se debe a su devoción política por el Partido Laborista y a su incapacidad para, como en otras democracias occidentales, revisar críticamente su pasado.

El nuevo y premiado libro de Anita Shapira, “Israel: Una historia”, ilustra el problema. Ella afirma que los judíos Mizrahi "se vieron obligados a acostumbrarse al trabajo físico, ya que en sus países de origen esas ocupaciones se consideraban degradantes..., y no tenían ninguna inclinación hacia la agricultura", "siendo su nivel de educación muy bajo".

De hecho, los judíos Mizrahi eran tan diversos como los inmigrantes judíos europeos. Theodore Herzl, en Der Judenstat, había señalado que "nuestros trabajadores no cualificados vendrán de Rusia y Rumania". En su época era un estereotipo que los Ostjuden (los judíos del este de Europs) estaban compuestos en general por masas inexpertas. En 1950, y de hecho aún hoy, permanece el estereotipo de que los judíos Mizrahi no tenían habilidades especiales.

Como cita el libro de Shapira, un médico del Partido Laborista llamado Erich Nassau, afirmó que los Mizrahim tenían virulentas enfermedades que "se extenderían desde los campos de tránsito hasta los kibutzim". En un informe, las chicas que regresaban de un campo de transito para los judíos Mizrahi afirmaron que parecía "un país extranjero, lleno de gente desnuda con basura hasta los píes".  Ellos eran "un grupo variopinto de gente polvorienta que carece de lenguaje, educación, raíces, tradición y sueños nacionales" afirmaba otra de esas chicas.

Un funcionario del gobierno afirmaba que "los inmigrantes eran como masilla entre nuestras manos... no les preguntamos lo que querían ser, y funcionó". En la misma línea, durante el asunto de los bebés yemenitas, en el que cerca de 800 bebés yemenitas desaparecieron durante la inmigración, una enfermera afirmó,"quizás les hicimos un favor" al alejar a esos niños de sus padres y darlos en adopción.

Los mayoritariamente educados judíos iraquíes recuerdan como fueron alojados en campos rodeados de alambre de púas, donde los empleados de la Agencia Judía que les hablaban en yiddish dirigieron sus vidas hacia lugares como Beit Shean, en lugar de los kibbutzim, donde "el material humano sí era el adecuado", es decir, allí eran remitidos los judíos procedentes de Europa. Sami Michael recuerda: "Ellos [los comunistas del partido Maki] nos consideran primitivos... la mayor parte de los movimientos de izquierda sionistas nos consideraban como un excedente innecesario".

La raíz de este racismo radicaba en las nociones socialistas europeas de un "perfecto" ordenamiento de la sociedad a través de la planificación. Los planificadores buscaron "dispersar a los inmigrantes a la periferia". Así Beit Shean se convirtió en "un gran campo de tránsito, hundido en la desesperanza", según relata Ilan Troen, mientras que Kiryat Malachi no podía soportar a "médicos, mecánicos o comerciantes". Casi todas las comunidades de Israel en la década de 1950 se convirtieron en lugares segregados en función del país de origen o de la diferencia percibida entre "Ashkenazies" y "Mizrahim": los marroquíes en un único lugar, los polacos en otro, los árabes en un tercero.

Aquellos que piensan que esta planificación era benigna podrían considerar un plan extrañamente similar puesto en marcha en Sudáfrica en 1940. "Los residentes no podían poner su propio sello a sus casas, ya que el Estado construyó casi el 90% de ellas. Esta influencia le dio al Estado la posibilidad de construir nuevos pueblos de una manera que colocara a los grupos étnicos juntos bajo un patrón de radio-carro-rueda", escribe el historiador Hermann Giliomee.

Si fue equivocado diseñar Sudáfrica como "áreas de grupos" para los diferentes etnias, fue sin duda un error pretender hacerlo en nombre del sionismo. De hecho, no estaba en consonancia con las opiniones de Herzl, y se trató simplemente de racismo procedente de algunas elites socialistas laboristas que dirigían las oficinas de planificación y que pensaban que los Mizrahim eran "gente polvorienta".

Una enorme cantidad de evidencias apuntan a la existencia de opiniones racistas sobre los Mizrahim. Por ejemplo, el periodista Amos Elon, un importante intelectual de la izquierda que luego se convirtió en post-sionista y se exilió de Israel, escribía en 1953 que los Mizrahim vivían "en medio de olores, de degeneración, de enfermedades y de perversidad", y ponderó el efecto que su "fecundidad no controlada tendría en la robustez genética del pueblo judío".

Esta actitud tampoco evolucionó demasiado. El ganador del Premio Israel, Yuval Tamarkin, afirmó que los judíos marroquíes eran "descendientes de una nación de parásitos primitivos", y Nathan Zack, uno de los poetas de la izquierda, afirmó que los Mizrahim "provienen de las cuevas".

La discriminación procedente de los kibutzim nunca ha finalizado. Cuando Ofir y Danalee Kalfa de Sderot intentaron vivir en el cercano kibutz Gevim en 2011, un representante del kibbutz señaló que "estamos tratando de introducir sangre nueva en la comunidad, pero la nueva sangre tiene que coincidir con lo que ya existe, de lo contrario la existente moriría".

Una sociedad que tan claramente segrega a la gente ubicándola en comunidades basadas en su país de origen y donde se perciben diferencias "étnicas", no puede pretender simple y seriamente que sea tratada de "igualitaria".

La última mentira es que los israelíes actuales se niegan a aceptar que el racismo contra los “otros judíos” ha sido una parte profundamente vergonzosa de la historia del país. Michael Handelzalts en un reciente artículo señala que "ser de origen ashkenazi... significa automáticamente ser acusado de discriminación. Yo niego ese discurso público que surge de la serie televisiva de Levy".

Esto es similar a que una persona blanca en los EEUU afirme que la mejor manera de hacer frente a la historia de racismo sería "excusarse" uno a sí mismo . Handelzalts habla de una "conflictiva historia que subyace en el debate étnico Mizrahi-Ashkenazi" y que serviría para "canalizar la frustración" de los israelíes Mizrahi... "¿Podrá el enfermo (el judío Mizrahi) librarse alguna vez de liberar al genio étnico de la botella, y posiblemente al diablo?”. Del mismo modo, Shapira escribe que los judíos de Etiopía han desarrollado sentimientos rencorosos de que estaban siendo discriminados. "Muchos israelíes ven a todos de entre ellos que se quejan constantemente de racismo como una especie de descontento con marca de fabrica”. Por lo tanto, a pesar de los insultos generalizados contra los etíopes y la discriminación que sufren en lo referente a la vivienda, son ellos los que tienen "sentimientos rencorosos", como si el problema residiera en sus sentimientos más que el racismo que les dio origen.

Es como quejarse de que los afroamericanos "albergan frustración" en lugar de revisar sus legítimas reclamaciones. Pocas voces israelíes admiten que la discriminación estaba muy extendida y continúa estando latente, y la izquierda por su parte la rechaza porque eran ellos los que dirigían el país en la década de 1950, mientras que muchos dentro de la derecha la desechan porque creen que perjudica a la imagen de Israel. Por ello, el racismo es descrito como el "demonio étnico", y las quejas al respecto son el verdadero problema, como Shaul Zidkiyah reivindicaba en Davar en 1981: “Fue Begin quién liberó al demonio”.

La historia de racismo no es un "demonio étnico". La masiva discriminación de los Mizrahim en lo referente a la vivienda se evidencia en la creación de conceptos como "ciudades de desarrollo" y "periferia", y ha dejado una oscura marca permanente en la capacidad de la mitad del país, incluidos los árabes, a la hora de conseguir logros académicos y por lo tanto tener éxito profesionalmente.

La propia invención del concepto de "ciudades de desarrollo", esas donde "residen y pertenecen a los Mizrahim", ilustra perfectamente cómo se fabricaban las diferencias étnicas en la década de 1950. Sabemos que las diferencias educativas y ocupacionales existentes entre muchos Mizrahi y las otras comunidades judías procedentes de Europa del Este eran escasas en 1940 (en algunos lugares los dos grupos vivían el uno al lado del otro, como por ejemplo en Grecia). Sólo en Israel se intento de hecho facilitar la segregación como si las tradiciones religiosas de los Mizrahim, procedentes de España, y de los ashkenazies, procedentes de la Europa central, fueran también "étnicas". Aquellos Mizrahim que optaron por emigrar a los EEUU en lugar de residir en Israel alcanzaron un éxito educativo y financiero similar al de sus restantes compañeros judíos. Sin embargo, en Israel hubo un intento trágico de separarlos y luego pretender que su mayor pobreza era culpa suya.


De esta manera se fabricó el famoso "demonio étnico". La negación de esta tendencia racista por parte de algunas élites ashkenazies y la consiguiente idealización de la década de 1950 es una de las mayores tragedias de Israel. Lejos de ser una pérdida de tiempo estudiar esa realidad, es algo que todos los israelíes deberían conocer a fin de corregir el error. La sociedad no puede limitarse a "excusarse" a sí misma y culpar del "rencor" a las víctimas.

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