Saturday, August 10, 2013

Los puntos de vistas de los árabes israelís muestran desacuerdos con sus líderes políticos - Shmuel Rosner - Al Monitor


Árabes israelíes manifestándose a favor del depuesto presidente egipcio Mohammed Morsi

 Aquí está una pregunta para ustedes: ¿Por qué los líderes árabes de Israel no han protestado por la liberación de los prisioneros árabes israelíes en el marco de un acuerdo entre Israel y la Autoridad Palestina? ¿Quieren que la Autoridad Palestina represente sus asuntos ante Israel? El acuerdo que contempla la liberación de prisioneros palestinos como gesto de buena voluntad, en vísperas de la reanudación de las negociaciones y durante las conversaciones, ha sido ampliamente debatido, centrándose principalmente en la angustia justificada de los familiares de las víctimas y lo difícil que les resultará ver a esos asesinos en libertad.

Pero el debate no cubrió ampliamente la liberación de los presos árabes israelíes y no se refirió a las preguntas de por qué Israel accedió a ese gesto, por qué los palestinos lo exigieron y por qué los árabes israelíes parecían estar contentos con él. Igualmente, no se mencionó la cuestión de por qué no hay un atrevido liderazgo árabe israelí que rechace firmemente este acuerdo, afirmando que no es apropiado que la Autoridad Palestina discuta con Israel el destino de los ciudadanos israelíes.

Publicado esta semana el 6 de agosto, el Índice de Paz de Julio del 2013 del Instituto de la Democracia de Israel  (IDI), muestra un sorprendente optimismo entre los árabes israelíes en relación a la reanudación de las conversaciones con los palestinos: el 47% de los encuestados dijo a los encuestadores que un acuerdo estaba al alcance; el 58% de ellos - un número bastante impresionante - creían que el gobierno de Israel era sincero en su deseo de reanudar las conversaciones. Sin embargo, no hay un solo miembro árabe en la Knesset que abiertamente salga y diga que él cree que el gobierno de Israel es sincero en su deseo de mantener negociaciones.

Esta no es la primera vez que las encuestas señalan una gran brecha existente entre lo que piensan los árabes israelíes y lo que sus representantes en la Knesset dicen que piensan. Entonces, ¿por qué les eligen como representantes? Esa es una gran pregunta. Algunos claramente no votan por ellos, ya que el porcentaje de votos entre los árabes israelíes es más bajo en comparación con la población judía. Algunos votan por otros partidos, y sí, algunos de ellos votan por ese liderazgo figurativo que no los representa en la Knesset, e incluso dicen a los encuestadores que en general están satisfechos con ellos. Y eso es una vergüenza y también bastante extraño, ya que no siempre casa con las otras cosas que dicen.

Hace un año, en abril-mayo de 2012, cuando el IDI examinó la situación de los árabes israelíes, resultó que casi la mitad de ellos estaban orgullosos de ser "israelíes". Por supuesto, es un porcentaje mucho más bajo si lo comparamos con los israelíes judíos que se dicen orgullosos de ello, cerca del 90%. No obstante, eso es un porcentaje relativamente alto considerando el conflicto y las relaciones entre las dos poblaciones, y es, sin duda, un mayor porcentaje que el que los dirigentes árabes están dispuestos a declarar abiertamente.

Alexander Yakobson, de la Universidad Hebrea, relató una vez cómo presentó este hallazgo ante los periodistas británicos que lo habían interrogado sobre la situación de los árabes israelíes. "¿Creen ustedes que el 45% de los residentes católicos de Irlanda del Norte estarían de acuerdo en decir que se sienten orgullosos de ser británicos", les preguntó Yakobson. "Es dudoso que haya un 45% de tales católicos, y desde luego mucho menos de un 45%", le respondió uno de ellos.

Según esa encuesta, más de la mitad de los árabes del país creen por lo general que Israel es democrático en la medida correcta (44%), o tal vez incluso un poco demasiado democrático (8%). Una vez más, este no es un porcentaje muy alto, pero es mucho más alto que el que los líderes árabes nos quieren hacer pensar.

La semana pasada, el 31 de julio, por ejemplo, ese mismo liderazgo árabe trató de convencer a la opinión pública israelí de que Israel estaba de camino al precipicio y al desastre a causa de la decisión - necesaria o no, pero esa no es realmente la cuestión - de elevar el umbral electoral del 2 al 4%. "La coalición gubernamental está tratando de establecer aquí una dictadura semi-fascista", afirmó nada menos el miembro de la Knesset Mohammad Barakeh. Por cierto, la creencia prevaleciente es que el porcentaje de ese umbral, en última instancia, se cambiará paulatinamente, situándose en el 3% en los próximos comicios. En otras palabras, según la declaración histérica de Barakeh, pasar del 2% al 3% significa cambiar de la democracia a la dictadura. Sus colegas de la Knesset, entre ellos un número considerable de miembros de la izquierda judía (del Meretz, cómo no), se unieron a él haciendo declaraciones en el mismo sentido.

Barakeh y sus colegas de los partidos árabes tienen un gran interés en la preservación de su poder. En este sentido, no son diferentes de sus homólogos judíos. Al parecer, les resulta más conveniente preservar esa influencia pero teniéndola fragmentada en diversos partidos. Esto no es necesariamente un gran desastre, pero la Knesset ha decidido, sin embargo, cambiar un poco el sistema. Sin embargo, en los debates sobre el cambio del umbral para las elecciones, que se centró exclusivamente en las críticas a la representación de los árabes, se perdieron otros importantes aspectos. En lugar de preguntar cuál es el porcentaje del umbral que debe ser permitido para que tal o cual facción garantice su estancia en el Parlamento, lo que debería haberse preguntado es si esas facciones realmente representan los intereses del sector que votó por ellas. Y si ese es el caso, ¿cómo se puede conciliar esa extraña brecha entre las declaraciones sobre la dictadura y la relativa calma que surgió de las respuestas de los árabes israelíes a las preguntas sobre el estado de la democracia en Israel?

Así que vamos a volver a la encuesta de esta semana y su resultado más desconcertante: Aproximadamente la mitad de los judíos en Israel creen que al público árabe no se le debe permitir votar en un referéndum sobre un acuerdo con los palestinos, siempre que se llevara a cabo dicho referéndum. Ese porcentaje es desagradable y la respuesta escandalosa, pero sobre todo es preocupante. Lo que sugiere esta encuesta - y no por vez primera - es que el sentido común sobre una adecuada educación cívica entre la población judía es algo ligero. Para su descrédito, hay que decir que muchos de ellos prefieren ver como el acuerdo falla antes que defender los valores democráticos.

Los representantes políticos de los árabes israelíes podrían decir justamente que un olor acre a racismo se desprende de esta encuesta, aunque tal afirmación de su parte viniera sin un ápice de autoironía y autocrítica. En otras palabras, ellos no muestran la más mínima conciencia y no admiten que el liderazgo árabe-israelí es parte integrante de esa misma cadena que alimenta una mala educación cívica y en la que el racismo aislacionista judío se incrementa. Los miembros árabes de la Knesset, con su actitud flagrante y litigiosa, elevan el temor entre la mayoría de los judíos de Israel, lo cual incrementa el porcentaje de judíos que no quieren dar a los árabes el derecho de participar en una votación que determinaría el futuro del estado. Luego, posteriormente, se utilizan estas encuestas para llorar por el racismo y legitimar una nueva ola de declaraciones que a su vez añadirán una nueva capa adicional de sospecha a la que ya existe en las relaciones entre judíos y árabes en Israel

Esto nos lleva de nuevo a la cuestión de la liberación de los presos árabes que son ciudadanos israelíes en el marco de un acuerdo con la Autoridad Palestina. Aquellos que se muestran tan preocupados por las muestras de racismo y por las relaciones entre judíos y árabes, tienen dos razones para estar preocupados por este acuerdo: la primera tiene que ver con el acuerdo del gobierno de Israel para que los ciudadanos árabes del Estado estén representados por otra entidad - un acuerdo que conlleva más de un grano de racismo -, así como un reconocimiento implícito de que los árabes no son ciudadanos de pleno derecho, y la segunda es la voluntad de los árabes israelíes de permitir tales auspicios.

Para los presos y sus familias, este es un buen negocio. Pero cuando se trata de la opinión pública israelí - árabe incluida -, habría sido mejor rechazar el acuerdo en cuestión, no por ser un movimiento que busca la paz con los palestinos, sino para reforzar las relaciones entre los judíos de Israel y los árabes israelíes.

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