Thursday, September 12, 2013

A leer (Israel pagará por la vacilación de Obama sobre Siria – Shmuel Rosner – Al Monitor)



Bill Quandt, miembro del Consejo de Seguridad Nacional durante la administración Nixon y Carter, usualmente “no tiene una alta opinión del primer ministro Benjamin Netanyahu". Pero ya no dice lo mismo después de otorgar una alta calificación a Netanyahu por la forma en que se ha comportado con la administración actual americana en las últimas semanas. Nos sentamos a charlar durante una hora este martes, poco antes del inicio de la Conferencia sobre la Guerra de Yom Kippur, que le llevó a una visita breve a Israel. Hablamos sobre todo sobre el presidente Barack Obama , Siria, Rusia y Netanyahu.

"Él no habla mucho, y eso es un acierto", me dijo Quandt sobre Netanyahu. Luego se trasladó a lo que describió como "una cuestión filosófica interesante": ¿Los gobiernos se comportan con generosidad hacia los demás a causa de "los favores que les hicieron en el pasado, o por los favores que esperan recibir en el futuro"? Es una pregunta importante, porque Israel ha ido más allá de lo que uno podría haber esperado durante las últimas semanas, en sus esfuerzos por mantener la dignidad de un dubitativo presidente de los EEUU en su camino a través del campo minado de la crisis siria. No sólo es preservar su dignidad. En realidad, es ayudarlo, ya sea a través de los consejos que le dan, o guiños y movimientos de cabeza, lo que hace que sea más fácil para los amigos judíos de Israel en los Estados Unidos tomar medidas en el Congreso en apoyo del presidente.

¿Es esto lo que Israel tiene que pagar por tener unas mejores relaciones con Obama durante su segundo mandato, o se trata de un pago inicial por algún favor futuro que espera recibir del presidente sobre los problemas iraní o palestino?

Mientras escribo esto, el martes por la noche, todavía es demasiado difícil saber qué dirección tomará la crisis siria, este drama que se ha convertido en una farsa en última instancia. Si existía algo digno de aprender sobre el Oriente Medio en los últimos dos años es que es mucho más prudente evitar hacer predicciones y centrarse en el presente. Sin embargo, parece como si un resultado ciertamente divertid se hubiera sugirió: es muy probable que con dos líderes que Obama no aprecia demasiado - Netanyahu y el presidente ruso Vladimir Putin – tenga Obama una deuda cuando el tiempo de esta crisis haya terminado.

Putin podría haber proporcionado a Obama a escala diplomática lo que necesitaba para evitar caerse de los tambaleantes andamios de madera que él construyó para sí mismo. Sin una mayoría en el Congreso, y sin una mayoría entre el público estadounidense, la salida ofrecida por Putin es la única opción que le permitirá a Obama remediar esta crisis con un resultado razonable. En cuanto a Netanyahu: él hizo su parte ahorrando palabras y garantizando que sus colegas en el Consejo de Ministros no saquen su lengua a paseo (el ministro de Vivienda, Uri Ariel, fue el más difícil de contener, pero fue llamado de inmediato al orden: "No actuar sin pensar o comportarse irresponsablemente ante nuestro aliado estadounidense y sólo para ganar un titular en estos momentos", Netanyahu le reprendió en la reunión semanal del Gabinete, y luego está el hecho de que, con su silencio, Netanyahu dio a entender que ese "lobby" ominoso, cuando el presidente necesita ayuda, vale la pena contar con él).

El esfuerzo de Israel por mostrar su apoyo durante las últimas semanas no se debe tomar a la ligera. En este caso, el silencio no es una admisión de que el presidente tenga razón o que sus acciones son sabias. Casi nadie en Jerusalén pudo evitar contemplar asombrado la forma en que Obama manejaba la crisis. Casi nadie pensaba que EEUU tratara de esquivar como fuera tomar una decisión. Casi todo el mundo se mostraba sorprendido por su trayectoria zigzagueante, sus  promesas incumplidas, su falta de liderazgo y su resistencia a tomar una decisión.

Tampoco el liderazgo israelí y el pueblo israelí se mostraron presas del encanto de Obama (aparte de algunos destacados periodistas). Lo que ha sucedido en las últimas semanas solamente ha servido para demostrar a los israelíes que estaban en lo cierto en lo referente a su escepticismo. Como “líder internacional y policía del mundo”, ha resultado un fracaso, y no hay diferencia, en lo que se refiere a Israel, si este fracaso es intencional o el resultado de circunstancias imprevistas.

No es un atenuante si se trata de un presidente que no tiene ningún interés por el resto del mundo, o de un presidente que simplemente no sabe cómo utilizar su poder e influencia en el escenario mundial. El resultado es el mismo: el patrocinador más importante de Israel, un país cuyo poder es un componente fundamental de la capacidad de Israel de impedir los ataques, parece atravesar una fase, la fase Obama, de debilidad y agotamiento. Las sospechas instintivas del público israelí sobre Obama se mostraron, en retrospectiva, razonables, pero sólo los tontos encuentran consuelo o se alegran ante esta confirmación.

Israel está pagando y todavía puede pagar un alto precio por la renuencia de Obama. Después de todo, un policía débil es una brecha en la pared, justo allí donde los criminales pueden intentar, entrar Además, Israel también puede pagar, y está pagando, un alto precio por el apoyo público que sus amigos en Estados Unidos le dieron al presidente, ya que nuevamente podrán acusar al "loby pro-Israel” de "provocar un ataque contra Siria", una acusación que podría erosionar la posición de Israel ante el público estadounidense (poco entusiasmado ante esta idea). Y el lobby ni siquiera podrá obtener el placer de demostrar su fuerza política. En estos momentos al menos, la meta presidencial que apoya dicho lobby parece lejos de conseguir incluso una pequeña mayoría en el Congreso.

Es razonable suponer que Israel espere recuperar de Obama el daño que le ha causado, daño que ha aceptado sin hacer un solo ruido. Tiene sentido que Israel quiera algo a cambio. Podría ser el silencio de Estados Unidos, en lugar del acusador políticamente correcto con el dedo, en el caso probable de que las conversaciones de paz con los palestinos fracasen. O podría ser la aquiescencia estadounidense a un ataque israelí contra Irán en un momento u otro. Y hay un montón de otras ideas que se podrían imaginar.

Pero la cuestión de cómo se compensará a Israel no es más que "una cuestión filosófica interesante". Quandt recuerda cómo el gobierno de Yitzhak Shamir respondió a la petición (exigencia) de EEUU de contención durante la primera Guerra del Golfo mientras le caían los Scud iraquíes, y cómo el entonces presidente George HW Bush y su secretario de Estado James Baker le recompensó enviándolo a regañadientes a la Conferencia de Madrid [1991]. Es decir, el gobierno de Estados Unidos logró lo que quería de Israel pero no se consideró obligado a compensar a Shamir (Israel) en consecuencia. La administración Obama también podría actuar de la misma manera.

Después de todo, esta línea de comportamiento se encuentra en el corazón de las quejas formuladas contra él. Es decir, que su política no es una política, como la línea roja que le dibujó al presidente sirio Bashar al-Assad prueba que no hay tal línea de momento. Sus amigos no son amigos, y eso puede probarse con la forma en que abandonó el ex presidente egipcio Hosni Mubarak. Su palabra no es fiable, ya que la forma en que echó a correr asustado al Congreso pidiendo su soporte también lo demuestra claramente.

En otras palabras, el silencio israelí es una buena cosa, siempre y cuando usted no espere demasiado a cambio de él.

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