Monday, September 30, 2013

Netanyahu debe instar a una suspensión del programa nuclear de Irán - Ari Shavit - Haaretz



Aquí hay algo que no se suele escuchar por estos lares: Israel tiene la razón.

E Israel tiene la razón porque la diplomacia durante la última década ha fallado, las sanciones de años recientes han fracasado e Irán está muy cerca de su meta. Israel tiene la razón porque las promesas solemnes que había recibido de los Estados Unidos antes de las elecciones presidenciales han resultado vacías y vanas.

Israel tiene la razón porque resulta claro que la firmeza de Occidente de cara a Teherán era imaginaria. Israel tiene la razón porque Irán ha cruzado todas las líneas rojas que el mundo le ha había dibujado desde el 2010, y el mundo se encuentra paralizado. El demonio nuclear iraní es un verdadero demonio que luego podrá desencadenar y cambiar todo.

Pero precisamente porque Israel tiene la razón se encuentra aislada. La comunidad internacional del 2013 sufre de shock traumático. Esto se debe a la crisis económica y a los conflictos en Irak, Afganistán, la Plaza Tahrir y Siria. Los estadistas que se reunirán esta semana en la sede de la ONU en Nueva York representan a una política débil, que trata de blanquear la situación y solo pretenden engañarse a sí mismos. El mundo carece de la gestión o del sostén apropiado, además de carecer de la visión de la necesidad existente de plantar cara al programa nuclear iraní . Así pues, al no querer ni tener en cuenta el hecho de que Israel tiene la razón, prefiere conducir a Israel en una esquina.

La persona que hoy encarna la rectitud de Israel más que nadie es Benjamin Netanyahu. Esta vez el primer ministro de Israel debería recibir aplausos en Nueva York, pues ha sido el único hombre de Estado que puso a Irán en el centro de la agenda internacional, y tenía la razón.

Netanyahu ha sido el único estadista que promovió y realizó esfuerzos para detener el programa nuclear iraní, y tenía la razón. Él fue el único hombre de Estado que sostuvo, incluso antes de que se desencadenaran los acontecimientos de Siria, que sólo una amenaza militar junto con una iniciativa diplomática estratégica podría hacer frente a un Estado radical con armas de destrucción masiva.

Pero a pesar de que fue el triunfador por su gran argumento ideológico sobre Irán, nadie está dispuesto a escuchar las verdades sombrías de las que les habla Bibi. Nadie va a dejar que Netanyahu arruine la gran fiesta de la ilusión. Las naciones ahora están unidas en su deseo de no dejar que el profeta de Jerusalén, ese que anticipó los acontecimientos no deseables, torpedee ahora una paz comercializada por el nuevo héroe de moda, el moderado vendedor de ilusiones de Teherán.

Hace doce años, Ariel Sharon pronunció su discurso de Checoslovaquia [N.P.: sobre la tentación de convertir a Israel en la nueva Checoslovaquia, una reedición del pacto de Hitler y Chamberlain en 1938]. Netanyahu tiene todas las razones para pronunciar esta semana su propio discurso de Checoslovaquia en las Naciones Unidas. El espíritu de Munich está en el aire. Hay similitudes preocupantes entre el espíritu en 1938 de Londres y de París y el espíritu actual de Londres y Nueva York. La tentación de hablar de Churchill es fuerte, pero Netanyahu no debe caer en la tentación. Debe decirle al mundo la verdad que se niega a escuchar, pero tiene que poner una propuesta creativa y práctica sobre la mesa.

La propuesta es simple: la suspensión. Tal como el presidente de los EEUU Barack Obama exigió que las conversaciones entre israelíes y palestinos estuvieran vinculadas a una suspensión de la construcción en los asentamientos, Netanyahu debe exigir que las conversaciones entre estadounidense e iraníes deben estar atadas a una suspensión de los avances en la capacidad nuclear de Irán.

La escusa que ahora se utiliza es que el presidente iraní Hassan Rohani es diferente. El argumento que se emplea es que Rohani está dispuesto a renunciar al programa nuclear por la prosperidad económica. Bueno, si fuera así, Rohani no debería tener demasiados problemas para estar de acuerdo en que mientras él y su gente llevan a cabo las negociaciones, el enriquecimiento de uranio y la construcción de centrifugadoras deben ser suspendidas por completo. Ni un kilogramo más debe ser enriquecido, ni una centrifugadora más.

La iniciativa de la suspensión es vital, pues es la única que va a poner de relieve que los iraníes y la comunidad internacional dan pruebas de decir la verdad. Si es rechazada, estará claro para todos a quién y a qué nos enfrentamos. Si es aceptada, la presión del tiempo atómico se aliviará y no habrá ninguna razón para tomar decisiones apresuradas. Sólo una propuesta de congelar el programa nuclear iraní inmediatamente podrá alejar a Israel de la esquina en la que se le ha aislado.

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