Sunday, October 20, 2013

Un estado judío, nada más que eso (esa es la cuestión) - Dror Eydar - Israel Hayom



Las declaraciones del presidente Shimon Peres en la apertura de la sesión de invierno de la Knesset de esta semana nos mostró el credo de la izquierda israelí: la paz a cualquier precio.

Sí, es difícil y hay obstáculos, pero es una "directiva moral suprema", y como presidente, tiene el deber de apoyar las conversaciones de paz. En todo el mundo (incluyendo a Israel), sus palabras fueron interpretadas como opuestas a las del primer ministro Benjamin Netanyahu. Los temas que el presidente palestino Mahmoud Abbas y sus representantes cantaban esta semana sobre el "colapso" de las negociaciones y un "callejón sin salida" están siendo respaldadas por la política del presidente Obama y por las alentadoras palabras de Peres.

Los gobiernos de Netanyahu han establecido unas condiciones muy claras en los últimos años: el reconocimiento de Israel como Estado nacional del pueblo judío, el valle del Jordán bajo control israelí, un estado desmilitarizado, el cese de la incitación contra Israel y el reconocimiento que un acuerdo de compromiso territorial supondría el final del conflicto y de todas las demandas. Todas estas condiciones tienen que ver con la seguridad de Israel y con el derecho de los judíos "a su propia patria". Todo esto, por supuesto, además del abandono de la demanda palestina de un derecho de retorno.

Lo que supone que los requisitos de seguridad se ignoren, ya lo hemos aprendido de la historia reciente. Antes de la retirada israelí del 2005 - la expulsión de Gaza y la destrucción de las comunidades judías viviendo allí -, al entonces primer ministro Ariel Sharon se le pidió que protegiera el corredor Filadelfia para así detener el flujo de armas y de municiones a los terroristas de la Franja de Gaza. La izquierda se opuso. "No traten de asustarnos", dijeron, "no habrá cohetes que se disparen contra el sur de Israel". Las personas que advirtieron contra los Acuerdos de Oslo, las desconexiones y otros inventos similares, fueron descritos como traficantes del miedo. Mientras, la izquierda se presenta como un campo de esperanza y de paz, y comercializa sus mercancías en todas las plataformas de comunicación posibles, la mayoría de los cuales han estado reservados exclusivamente para la izquierda.

¿Qué hemos aprendido de nuestra experiencia? ¿Acaso no hemos sido cegados por las brillantes luces de la propaganda a largo plazo instando a una paz a cualquier precio, porque "nosotros no tenemos otra opción" y porque "el tiempo no está de nuestro lado"? Para Netanyahu, el Valle del Jordán es el corredor Filadelfia del este. Y por supuesto que no podemos confiar en fuerzas extranjeras a la hora de protegernos. También nos hemos enterado de eso a partir de nuestra dilatada experiencia personal. Ese es el origen de la demanda de la desmilitarización. Nadie quiere despertar y ver un puesto avanzado iraní en las cimas de las colinas de Judea y Samaria, a un tiro de piedra de nuestros principales centros de población y del aeropuerto internacional. Otra cosa que tenemos que entender es que sin la ayuda del ejército israelí, Hamas también se haría cargo de lo que queda de la Autoridad Palestina.

Algo similar pasa como nuestros derechos: el ministro de Finanzas Yair Lapid también se ha pronunciado en contra de exigir que los palestinos reconozcan a Israel como un Estado judío. Aquellos que como él se oponen a ese reconocimiento dicen que "no necesitamos el reconocimiento palestino de nuestra identidad". Eso es cierto. Pero esa demanda no es para nosotros. Es para ellos. Es inconcebible que Israel reconozca la soberanía palestina sobre una parte de la Tierra de Israel, mientras que los palestinos, y a través de ellos todo el mundo árabe, se niegan a reconocer la soberanía judía sobre parte de esa tierra.

Esto significaría que incluso después de un acuerdo sobre un estatuto final, los palestinos podrían continuar exigiendo la soberanía sobre toda la Tierra de Israel al oeste del río Jordán. Pero eso no es todo. Una vez que se llegue a ese acuerdo, se desatará una campaña de propaganda en todo el mundo para obtener el reconocimiento de los "derechos nacionales de los árabes israelíes", lo cual es otra manera de formular la idea de Israel como un "Estado de todos sus ciudadanos", por el cual aboga el New Israel Fund y sus ONG's colaboradoras, y para ello se solicitará suprimir el componente judío de la identidad de Israel.

Desde hace unos cien años, cada vez que la idea de dividir el país se formuló en unas negociaciones, solo una parte, los judíos, aceptó. Por cierto, la propuesta de partición que fue aceptada en las Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947, hablaba de un "Estado judío" y de un "Estado árabe". La negativa a reconocer al Estado judío de Israel es parte de esa demanda completamente irrealista de los palestinos de un "derecho" al retorno.

Podríamos decir que este reconocimiento sirve como una prueba de fuego de la sinceridad de la otra parte. Los últimos cien años nos han enseñado que el conflicto entre nosotros y las naciones de la región no es territorial o a causa de la "ocupación". Es el hecho mismo de nuestra existencia y de nuestra vida aquí, como una nación soberana y no como unos dhimmis, viviendo bajo la "protección" del Islam, tal como lo experimentamos durante 1.400 años. De ahí el rechazo árabe a la conexión de los judíos con su tierra y, por supuesto, el esfuerzo por acabar con todo rastro de la existencia judía en el Monte del Templo. De ahí también nuestra exigencia de que toda incitación contra nosotros debe cesar, en otras palabras, que el reconocimiento de los derechos nacionales de los judíos pase a formar parte del discurso interno palestino.

No podemos jugar con estos temas. Si lo hacemos, tendremos que experimentar una situación cada vez más desesperada, sin paz y sufriendo una guerra de una intensidad cada vez mayor.

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