Saturday, October 26, 2013

Una comparación miserable - Dror Eydar - Israel Hayom



1. La semana pasada, el escritor AB Yehoshua publicó un artículo en el diario francés de izquierda Liberation en el que intentaba explicar ese increíble fenómeno que presenció el mundo en el funeral del rabino Ovadia Yosef. Me gusta Yehoshua. Creo que es mucho más merecedor del Premio Nobel de Literatura que muchos otros escritores que se promueven sin cesar. Sin embargo, su ensayo ilustra la profunda desconexión de algunos grupos de la élite cultural de Israel con la gente entre la cual vive y hacia la cual (espero) dirigen sus productos intelectuales.

Yehoshua no podía explicarse cómo se organizó tan masiva participación en tan poco tiempo. Dijo que en Jerusalén era relativamente sencillo movilizar a la gente para que asistiera a los funerales, mientras que si el funeral hubiera tenido lugar en Tel Aviv muchas menos personas podrían haber acudido (de hecho, creo que es todo lo contrario). También dijo que el funeral fue una especie de acontecimiento de entretenimiento cultural (según sus propias palabras, un "happening") para los aburridos estudiantes de las yeshivas. Después de ofrecer otras explicaciones poco convincentes, admitió: "La participación masiva nos dejó, a la gente secular, estupefacta, confundida y desorientada". Contando los que vieron el funeral por la televisión porque no pudieron asistir en persona, Yehoshua supuso que al menos un tercio de la población judía de Israel hubiera tomado parte en ella. Este tipo de fenómeno, escribió, "es un motivo de preocupación para una persona como yo". ¿Por qué? "Porque creo que, a largo plazo, el daño infligido a la sociedad israelí por las actividades y personalidad del rabino Ovadia Yosef es más importante que sus aspectos positivos".

Al parecer, para contrarrestar esta dura declaración, Yehoshua mencionaba su descendencia de una familia de rabinos sefardíes moderados que no se limitaban solamente a estudiar la ley religiosa judía, sino que requerían que los miembros de sus comunidades consiguieran una educación integral y una integración en la sociedad en general. Después comparaba ese enfoque con ese otro "radical" de Yosef, que lo imponía a sus propios seguidores, y admitía su falta de familiaridad con los prolíficos escritos de Yosef, pero aseguraba que nunca le había oído pronunciar ninguna afirmación humanísticamente inspiradora. Todo lo que sabía de él eran las duras y polémicas declaraciones atribuidas a Yosef en los medios de comunicación, unas declaraciones en las que se burlaba de todo lo que él tenía en gran estima. Yehoshua describía a Yosef como nada menos que un ayatolá iraní.

Aquí es donde entra en juego la decepción del "campo de la paz" con el Shas y con el propio Yosef. Aunque Yosef permitió concesiones territoriales a cambio de la paz, y aunque nació en Bagdad, sirvió como rabino en El Cairo antes del establecimiento del Estado de Israel y sabía muy bien el árabe, él no condujo a la población Mizrahim de Israel - los judíos que vinieron de países árabes y del norte de África - a apoyar a la izquierda israelí. Por el contrario: por lo general se unió a la derecha y no hizo proclamas en contra de los asentamientos, que son, como ya se sabe, "el principal obstáculo para la paz". Y yo que había pensado que el planteamiento de la población Mizrahi, mucho más realista y con los ojos mucho más abiertos que el "campo de la paz", se derivaba de su conocimiento de primera mano del mundo árabe y de su propia y dura historia allí, que abarcó cerca de 1.400 años.

2. Así fue como Yehoshua, uno de los escritores más importantes de Israel, resolvió el enigma de la imagen de Yosef para sus lectores de Francia. ¡Qué enorme brecha existente entre la manera de obrar de Yehoshua en su obra literaria con la suerte y el destino del pueblo judío, y que superficial y halagadora descripción apareció en Liberation! El hecho de que Yehoshua no sepa nada acerca de la enorme producción literaria y jurídica del legislador halájico más importante de las últimas dos generaciones es una ignominia para la literatura hebrea, cuyos mayores escritores en generaciones pasadas estaban profundamente familiarizados no sólo con la Biblia, sino también con el Talmud, la gran masa de escritos homiléticos y legales, la filosofía judía y el hasidismo.

Todo lo único que los Yehoshua saben expresar es su miedo a un mayor poder haredi-religioso, a su posible daño a la democracia, a la falta de humanismo y así sucesivamente, todo ese tipo de titulares que hemos visto miles de veces en los medios de comunicación. No hace falta ser un intelectual para hacerlo. El escritor hebreo es la continuación del "observador de la Casa de Israel", el encargado de la tarea de prestar especial atención al espíritu de la época, a las corrientes que emergen del profundo corazón de la sociedad y de la historia, sin renunciar al ruido de fondo de los medios de comunicación.

¿Qué estaba pensando Yehoshua cuando proporcionó a sus lectores una comparación entre un fenómeno histórico único de nuestra nación y los ayatolas de Irán? Yo también comparto algunas de sus críticas. Yo también estoy preocupado por la falta de democracia en el Shas (por regla general, creo que la opción de mezclarse en la política aprobada por Yosef no fue buena y ocasionó una gran cantidad de daño), y me molestó profundamente el acto sacrílego de poner la imagen de Yosef en los carteles de la campaña para las elecciones municipales después de su muerte. Pero la utilización del término "ayatolá" para referirse a ese fenómeno total conocido como el rabino Ovadia Yosef nos dice bastante más que los detalles específicos del mismo.

El consumado artista de la palabra que es Yehoshua podría haber optado por otras imágenes diferentes. Su elección de ese vergonzoso término en particular fue deliberada. Pero la imagen no es solamente perjudicial para Yosef, sino que también perjudica a los rabinos de la propia familia de Yehoshua. ¿No es esto lo que el sabio Abtalion (del siglo I a. C.) nos enseñó en la Ética de los Padres cuando dijo: "Los sabios, sopesan cuidadosamente sus palabras". Si Yehoshua no puede ver la diferencia entre lo sagrado y lo profano, entre la luz y las tinieblas, entre la verdad y la falsedad, entonces todos somos ayatolás - al igual que todos somos "racistas, amantes del apartheid y crueles ocupantes" -. Excepto, por supuesto, esa isla solitaria de la racionalidad habitada por un pequeño grupo de personas "ilustradas" que se han hecho a sí mismas para menospreciar a su propio pueblo.

3. La literatura hebrea no depende únicamente del virtuosismo del escritor con el lenguaje o de sus logros artísticos. También depende de cómo se enfrenta a lo que es único y particular de la vida del pueblo judío, los hechos históricos significativos que nos han afectado con tanta fuerza en los últimos 200 años. Cualquier persona capaz de obviar estas poderosas circunstancias bien podría elegir el camino de desdeñar los principios fundamentales de la existencia judía.

Más que cualquier otro escritor de su generación, Yehoshua continúa, en su obra literaria, los esfuerzos de la "Haskalah", el movimiento de la Ilustración judía de los siglos XVIII y XIX. La Haskalah fue el intento de cortar el cordón umbilical que unía a la población judía con la religión judía y la observancia, la supremacía única del racionalismo y la huida de la metafísica judía. En su colección de ensayos titulada "El Muro y la Montaña: La realidad extra-literaria del escritor en Israel" (en hebreo), Yehoshua elige al Monte Herzl como el símbolo de la identidad del Israel secular, y por lo tanto "racional". El muro del título es el Muro Occidental o de las Lamentaciones, que es, para él, el símbolo de la fe no racional, mesiánica. Debemos tener en cuenta que en la literatura judía, la palabra "montaña" se refiere a una montaña específica, el Monte del Templo, el cual para Yehoshua debe ser sustituido por el Monte Herzl, un lugar de conmemoración y de educación nacional. En su novela "El Gerente de Recursos Humanos", sugiere una solución para el problema político más difícil en la región (¿tal vez global?), el estatus de Jerusalén, estructurando el conflicto lógicamente y afirmando que Jerusalén es de todos. Su anterior trabajo, "La novia liberada", tenía relación con el cuento del premio Nobel S.Y. Agnon "Tehila". La Tehila de Agnon era la encarnación humana del Jerusalén tradicional. La Tehila de Yehoshua, que tiene el mismo nombre que la protagonista de la historia de Agnon, está involucrada en una relación incestuosa con su padre, un hostelero de Jerusalén. No voy a entrar en interpretaciones complicadas, pero lo que se destaca aquí es el intento de "secularizar" la imagen sublime y sagrada de Jerusalén.

Si usted no está familiarizado con la producción cultural y literaria de Ovadia, puede empezar por leer sobre él. Ya he recomendado la obra de Adam Baruch a modo de introducción, sobre todo su libro "De buena fe". Si Yehoshua realmente lo deseara, podía hacer un esfuerzo y estudiar las fuentes primarias. Pero no menciona ni una palabra de ello a los lectores de Liberation. Y eso por no decir ni una palabra sobre el lugar de Yosef en el continuum histórico de la ley, la jurisprudencia y la vida judía que se extiende a lo largo de miles de años. Todo de lo que habla Yehoshua es del miedo a una regresión religiosa, ese temor que los lectores de Liberation pueden sentir diariamente. Francia parece estar atemorizada por una religiosidad cada vez más fuerte, pero es el Islam, no el cristianismo, quien amenaza con barrerla como una inundación. Yehoshua jugó con esos temores en su desafortunada comparación. En cuanto a la literatura hebrea, ¿qué será de ella?

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