Sunday, January 26, 2014

Un gran artículo sobre la judeofobia de la izquierda: "Anelka, la quenelle y la demonización de los judíos" - Alan Johnson - Telegraph



Cuando se le preguntó sobre su saludo haciendo la "quenelle", Nicolas Anelka aseveró que la quenelle era un "saludo antisistema", no un gesto antisemita [N.P.: resulta sorprendente que este jugador del West Brom, el mejor pagado con mucha diferencia de todos sus compañeros, y con muy jugosos contratos publicitarios, pueda reivindicar un gesto antisistema].

El futbolista del West Brom casi seguramente no se da cuenta, pero la quenelle forma parte de una larga y desastrosa tradición que demoniza a los judíos (y más tarde a Israel) mientras se imagina que al hacerlo se da un llamativo golpe al "establishment". El horrible fenómeno que fue denominado el "socialismo de los tontos" en el siglo XIX, se convirtió en el "antimperialismo de los tontos"' en el siglo XX, y es hoy en día - con selfies y videos de You Tube - lo que podríamos denominar el “anti-establishment de los necios”.

Esta tradición se puso en marcha durante los cimientos del movimiento socialista en el siglo XIX, cuando algunos en la izquierda, a menudo como una maniobra táctica, reemplazaron la lucha de clases por la lucha anti-judía. Ellos identificaron al "judío" con el capitalismo financiero. August Bebel, el líder socialdemócrata alemán, sacudió la cabeza ante todo esto, se burló de este "socialismo de los tontos", y lo combatió.

Y había mucho contra lo que pelear. El anarquista Bakunin escribió: "El mundo judío en conjunto constituye una secta explotadora, un pueblo de sanguijuelas". En 1883, el líder de la Federación Socialdemócrata (SDF) Hyndman aplaudió el antisemitismo popular en Austria sobre la base de que "el ataque contra los judíos es una excusa conveniente para un ataque mucho más directo contra los grandes terratenientes y los capitalistas cristianos". En 1891, el Labour Leader, el órgano del Independent Labour Party (ILP), clamaba que "siempre que hay problemas en Europa, donde circulan rumores de guerra y la mente de los hombres están consternada ante el miedo al cambio y a la calamidad, usted puede estar seguro de que un Rothschild narigudo está promoviendo desde algún lugar que esa región se hunda en los disturbios". Ruth Fischer, una figura prominente del Partido Comunista de Alemania de principios de 1920, escribió: "El que lucha contra el capital judío... es realmente un luchador de clase, incluso si él no lo sabe... Hay que derribar a los capitalistas judíos, colgarlos de las farolas, aplastarlos".

La enfermedad en la izquierda era mucho más profunda que la de algunos de sus miembros.

Dos ideas que eran muy populares en la izquierda, el asimilacionismo y el universalismo, tan admirables en muchos aspectos, adquirieron un significado más oscuro cuando se trataba de los judíos.

En el siglo XIX, la mayoría de la izquierda consideraba que la asimilación era la única respuesta judía aceptable a la modernidad y al antisemitismo. Se desaprobaba la supervivencia del judaísmo - de los judíos como pueblo con derecho a la autodeterminación nacional, y como algo opuesto a los individuos particulares con derechos civiles -. En cambio, la izquierda esperaba la disolución del pueblo judío en el disolvente del universalismo progresista. Sería el proletariado, entendido como la clase universalista por excelencia, quien protagonizaría una revolución que resolvería "la cuestión judía" de una vez por todas. En realidad, en el siglo XIX y principios del siglo XX, muchos judíos europeos estuvieron de acuerdo tanto con el universalismo como con la asimilación, y ese también era su deseo.

Pero la historia del mundo fue por otro camino y la historia judía con ella. El fracaso de la revolución socialista europea, el auge del fascismo y el nazismo, y la transformación sin precedentes del ataque a los judíos - bajo la forma de la Shoah, un genocidio a escala industrial en el corazón de Europa - dejaron la apelación al asimilacionismo y al universalismo por los suelos. En respuesta, los judíos insistieron en la definición de su propio modo de participación en la emancipación universal: el sionismo y el apoyo a la creación del Estado de Israel. Ya sea mudándose a Israel o no, esa fue la elección que ganó adeptos entre los judíos del mundo. Y ese sigue siendo el caso hoy en día.

Fundamentalmente, una gran parte de la izquierda - no toda – fracasó a la hora de adaptarse a esta gran ruptura en la historia del mundo, y ese fracaso ha tenido profundas consecuencias para la relación entre la izquierda y los judíos. Consumando su inicial y amplia hostilidad hacia el sionismo, la izquierda se ha convertido en la práctica en ampliamente hostil a los judíos.

Dos acontecimientos de la posguerra hicieron todo esto mucho peor.

En primer lugar el estalinismo, que se extendió sobre amplias zonas del mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Las raíces del moderno antisemitismo de la izquierda se remontan a su maligna influencia. El 1952, el juicio espectáculo de Slánsky, cuando la mayoría de los miembros judíos del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia fueron fusilados, resultó ser un hecho típico. Se les acusó de ser cosmopolitas desarraigados, y de formar parte de una conspiración global general. A medida que la Unión Soviética no podía utilizar el viejo lenguaje del antisemitismo, empezó a llamar a los condenados "sionistas". Por supuesto, el término quería decir "judíos".

En segundo lugar, estuvo la asunción por parte de la izquierda del "antimperialismo". Lo que antes solía ser un valor entre muchos, equilibrado con la democracia, la libertad, la igualdad de la mujer, la libertad sexual y la lucha contra el totalitarismo, ya no lo era más. Como expone David Hirsh, un experto académico en el antisemitismo de la izquierda, el antimperialismo se ha convertido en "el valor central, primero y superior a todos los demás".

Israel ha sido replanteado por esta izquierda como un "lugar clave del sistema imperialista" y el "sionismo" ha comenzado, poco a poco, a asumir las viejas formas que habían sido reservadas para el "judío". (Sólo tenías que recordar utilizar, en vez de judío, el término "sionista").

Las consecuencias son un empobrecimiento de las ideas y creencias. Por ejemplo, en 1976, dos extremistas de izquierda alemanes, Wilfried Böse y Brigitte Kuhlmann, secuestraron el vuelo 139 de Air France junto con sus camaradas Fayez Abdul-Rahim Jaber y Jayel Naji al-Arjam, y exigieron la liberación de terroristas palestinos y de miembros de la banda Baader-Meinhof. Volaron con el avión hasta Entebbe, en Uganda, separaron a los judíos de los no judíos, y se prepararon para ejecutar a los primeros [N.P.: El diario francés de la izquierda, Liberatión, calificó en sus titulares la liberación de los rehenes por los comandos israelíes como un "ataque terrorista"].

Es hora de que se nombre esta mentalidad de la izquierda: un "antimperialismo reaccionario" que ha ido carcomiendo a la izquierda como un cáncer desde la década de 1960.

Si el universalismo del siglo XIX y el asimilacionismo dieron a la izquierda socialista la predisposición a ser hostil a los judíos como pueblo, el auge del "antisionismo" estalinista y del "antimperialismo reaccionario" del siglo XX ha dado a la izquierda la predisposición de ser ampliamente hostil a los "sionistas" - es decir, a casi todos los judíos del mundo - y a ver a Israel como un estado más allá de lo aceptable.

Lo que nos lleva de nuevo a Nicolas Anelka y a su quenelle. El antisemitismo haciéndose pasar por antisistema es actualmente el "socialismo de los tontos" del siglo XXI.

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