Saturday, February 15, 2014

Una profesora y socióloga israelí compara la ocupación con la esclavitud - Liel Leibovitz - Tablet



En política, como en poesía, las analogías son importantes, y por la misma razón: la posibilidad de contrastar dos cosas y arrojar luz sobre sus similitudes estructurales resulta económico, elegante y evocador. Es por eso que tomamos las analogías en serio, y por eso que nos enfadamos tanto cuando son mal utilizadas.

Y ha llegado el momento de enfadarnos una vez más: nuevamente en el Haaretz, una prominente académica israelí ha comparado la ocupación israelí de Cisjordania con la esclavitud.

O más bien, en cierto modo lo ha hecho. "No pretendo que la esclavitud y la ocupación sean equivalentes", escribía Eva Illouz en su largo artículo. "Ellas difieren significativamente. Pero hay algunas analogías, en ese mundo judío que ha saltado en astillas en torno a dos insuperables reclamaciones morales sobre el tratamiento a los palestinos... El debate acerca de la ocupación no es equivalente al debate sobre la esclavitud, pero vale la pena, aquí y allá, observar alguna semejanza al respecto. Y es por esta razón que la uso como una estrategia para el razonamiento".

Una prominente socióloga y profesora de la Universidad Hebrea, Illouz fue menos ambigua en las conclusiones, donde sí aplica su estrategia para que pueda echar una mano a su razonamiento. "La esclavitud", escribe, "no es sólo el hecho de convertirse en una propiedad comerciable. Se trata de un conjunto de condiciones sociales que vuelven la existencia de alguien en estrechamente determinada por la decisión de otra persona, por su voluntad y poder". Y en un conjunto de tales condiciones, argumentaba con gran detalle, existe el caso del tratamiento de los palestinos por parte de Israel.

Tengo un inmenso respeto por el trabajo académico de Illouz, y me cuento a mí mismo como un admirador. Pero su argumento profundamente viciado, que a juzgar por el número de veces que su ensayo me ha sido remitido desde su publicación este fin de semana está disfrutando de cierta atención, se merece una refutación aguda para que esta analogía moralmente repugnante deje de florecer más. Es bastante fácil de desacreditar por razones históricas, y espero que algún historiador prominente de la esclavitud haga lo propio, pero en el ínterin, sin embargo, me gustaría señalar no la debilidad intelectual de la analogía de Illouz, sino su absoluta pobreza moral.

El principio en que se basa la argumentación de Illouz es la siguiente dicotomía: el mundo judío, nos dice ella, está dividido en dos bandos, "uno que está dominado por imperativos tales como la seguridad de Israel, la identidad judía y la condena de la doble moral del mundo y la falta de fiabilidad árabe, y un segundo grupo de judíos, dentro y fuera de Israel, para quienes los derechos humanos, la libertad y el Estado de Derecho son elementos tan viscerales y fundamentales para su identidad como la pertenencia al judaísmo lo es para el primer grupo. La suprema ironía de la historia: Israel ha dividido al pueblo judío en torno a dos visiones morales radicalmente diferentes, la de los judíos y la de la humanidad".

Pero Israel, felizmente, no ha hecho tal cosa. Es muy posible que los seres humanos - esas criaturas que viven en todas partes menos en esos dispersos y tranquilos reinos teóricos donde habitan únicamente estos académicos y sus ideas abstractas - puedan abstraerse con todas sus fuerzas de la aborrecida ocupación mientras a la vez se preocupan con pasión por la seguridad de Israel y se lamentan de la doble moral del mundo. Me identifico, y casi todos mis amigos, no con uno de esos dos campos esbozados por Illouz, sino con ambos. Como crítico desde hace mucho tiempo de la ocupación, creo que la única manera de acabar con las parodias de justicia que Illouz describe en su artículo requiere es que Israel se desacople de los palestinos a toda prisa. Estoy de acuerdo con ella, y para el caso, con la mayoría de los israelíes y palestinos, que la ocupación, a la larga, es perjudicial para el bienestar moral, económico, diplomático y militar de Israel. Pero aún denunciando las detenciones innecesarias de Israel, la violencia gratuita o sus políticas de corazón duro - lo que lo he hecho, en forma impresa o en persona -, eso no debería excluir el hecho de observar como incluso los izquierdistas palestinos están marchando en contra de unas negociaciones con el Estado judío, o que en medio de dichas negociaciones el presidente palestino Mahmoud Abbas haya dado la bienvenida a asesinos convictos de israelíes, convirtiendo el gesto de buena voluntad de Israel en una celebración de asesinos como héroes, no diciendo demasiado acerca de su voluntad de paz, o cómo en una encuesta justa sobre las barreras erigidas que han imposibilitado una reconciliación en el transcurso de las últimas dos décadas,  se debería asignar una buena dosis de culpa a ambas partes del conflicto. Suponer lo contrario resulta maniqueo o, peor aún, demuestra la carencia por completo de una empatía humana real, esa gracia sin la cual ninguna observación intelectual vale nada.

Los judíos, sin embargo, no son los únicos que, como en el artículo de Illouz, se muestran carentes de todo sentido real  y se ven obligados a desempeñar unas funciones prescritas en el teatro macabro de la historia. Los palestinos también caen en ese mismo oscuro destino. "La esclavitud", escribe Illouz en lo que es quizás la frase clave del ensayo, "no es sólo el hecho de convertirse en una propiedad comerciable. Se trata de un conjunto de condiciones sociales que hacen que la existencia de alguien quede estrechamente determinada por la decisión de otra persona, de su voluntad y poder".

Hay están las últimas estimaciones, 2.657.029 palestinos viviendo en Cisjordania y otros 1.763.387 palestinos que viven en la Franja de Gaza. Si su existencia es determinada de cerca por la decisión de alguien, es por la de esos gobiernos que ellos eligieron libremente. Y cuando ellos han sido las víctimas de la voluntad y el poder, ese no ha sido siempre la voluntad y el poder de los israelíes: de acuerdo con los Grupos de Derechos Humanos Palestinos, por ejemplo, en el período de diez años entre 1993 a 2003 - que incluye el brote álgido de la Segunda Intifada palestina -, el 16% de todas las muertes de civiles palestinos fue causada ​​"por grupos o individuos palestinos", a menudo como resultado de las luchas internas entre las distintas facciones que competían por el poder.

Estas observaciones, naturalmente, sólo complican la belleza en blanco y negro de la analogía de la esclavitud formulada por Illouz, y como tal, deben pasan desapercibidas. Y esto es un insulto no sólo para aquellos de nosotros que luchamos por mantener nuestra forma de pensar ante este complejo tema libres de dogmas febriles, sino también para la memoria de las víctimas reales de los males muy reales de la esclavitud, cuyo tormento atroz se muestra ahora descafeinado por la utilización un tanto estúpida de esas analogías retóricas que encuentran similitudes estructurales entre la ocupación militar y el tratamiento de los seres humanos como unos esclavos sin alma. Si realmente existe una dicotomía en la comunidad judía, que sea entre aquellos de nosotros que echan mano del almanaque de males históricos en busca de algún rastro débil con el que tratar de encender nuestra indignación y aquellos de nosotros que los conocemos mejor.

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