Saturday, March 15, 2014

A los israelíes no les importa que les odiemos. Pero les gustaría saber por qué - Brendan O'Neill - Spectator



Hablando con los israelíes uno se siente un poco como hablando con los fans de Millwall FC. "Nadie nos quiere, no nos importa", cantan los aficionados del Millwall. Israel es el indudable Millwall de los asuntos mundiales, odiado por casi todos los occidentales que se consideran progresistas y decentes moralmente, y que también han adoptado acusaciones similares.  "A Europa no les gustamos. A los estadounidenses no mucho más. Podemos vivir con esto", me dice un hombre portando una kipá en el Muro Occidental. Él resume un sentimiento que oigo todo el país.

Si usted estuviera en Irán o Corea del Norte, desde hace mucho tiempo grandes éxitos en la galería de estados canallas de la comunidad internacional, no pestañearía cuando oyera a un ciudadano expresar tal descontento con el malvado Occidente. ¿Pero Israel? Esta pequeña nación fue durante mucho tiempo el mejor amigo de Occidente en el Oriente Medio, un brillante puesto avanzado democrático en un desierto de autocrático. Pero al escuchar a los israelíes hablar mal de Occidente, ver como levantan la vista al cielo a cada mención de las Naciones Unidas o de la Unión Europea, uno se siente raro.

Dondequiera que voy, la gente se pregunta en voz alta por qué Occidente, especialmente las élites intelectulizadas de Europa, les odia. Israel está siendo tratada como un "estado paria", me dice Uri Dromi, el director ejecutivo del Club de Prensa de Jerusalén y ex portavoz de los gobiernos Yitzhak Rabin y Shimon Peres.

"A Europa no les gustamos", me dice, y ahora he perdido la cuenta del número de veces que he oído lo mismo. Dromi tiene una teoría sorprendente de por qué nuestros gobiernos europeos son ahora tan desdeñosos acerca de su "pequeño país de mierda" (recordemos la famosa frase de un diplomático francés en el 2001). Es porque, me dice, hemos tenido un incremento de la inmigración musulmana que nos obliga a adoptar posturas anti-Israel en un intento de "tranquilizar a los recién llegados".

En el Comando Norte de las Fuerzas de Defensa de Israel, un comandante que supervisa las fronteras audibles de Israel con Siria y Líbano, me mira con tristeza siempre que menciono a la ONU. Él me dice que Israel ha acogido a 800 sirios heridos cerca de sus fronteras en el último par de años, los han tratado en sus hospitales, y luego los enviaron de vuelta a Siria con la medicación apropiada, borrando toda marca en hebreo no sea que un yihadista la vea y enloquezca. Pero me dice todo esto con una mirada triste y añade: "Sé que no va a contar nada de esto. Ustedes nunca lo hacen".

Un alto funcionario israelí está de acuerdo acerca de nuestro antisemitismo. Durante el almuerzo, en Tel Aviv, dice que muchos occidentales aplican actualmente al Estado judío un estándar que se atreven a aplicar a nadie más. "Es el fanatismo, nada más. Y cada vez más, no se trata solamente de los izquierdistas, que cuando estaba de moda tenían carteles de Arafat en sus dormitorios y se colocaban en sus cuellos kefiyas, los que promueven boicots contra Israel". El propio secretario de Estado de EEUU John Kerry ha advertido de los "boicots y de otra clases de cosas" si Israel no se involucra en sus nuevas conversaciones de paz abiertamente. Él ahora está siendo acusado de chantaje, aquí en Israel, y de ayudar sin saberlo al antisemitismo.

Sin duda, aquellos que tienen un problema con los judíos se volcarán en esta paranoia. Después de todo, Israel está siendo financiado por los EEUU con una suma de 3 mil millones de dolares al año, y mantiene relaciones diplomáticas con todos los gobiernos occidentales. Sin embargo, esa continuidad en la relación oficial de los países occidentales con Israel disfraza algunos grandes cambios en la percepción occidental.

El año pasado, una encuesta mundial de la BBC World Service encontró que Israel era la cuarta nación "peor vista" en el mundo, después de Irán, Pakistán y Corea del Norte. Sólo en un país occidental - EEUU - existía una mayoritaria opinión favorable hacia Israel, e incluso allí sólo del 51%, como si los EEUU estuvieron en manos de algún espeluznante lobby pro Israel. Fuera de los países de la UE, Reino Unido tenía la opinión más desfavorable: el 72% de los británicos encuestados se sentían mal con Israel, mucho más que ese semillero de populismo antisionista que es Francia (63%), y mucho más que ese país en el que se llevó a cabo en gran parte el Holocausto, Polonia (44%).

Israel es un Estado paria para esos occidentales por derecho propio. Es el Estado que prefieren, y más les exalta, poder odiar. Pero ¿por qué? Aquellos que odian a Israel dirán: "Fácil, es debido a sus locas travesuras militares", pero eso no es cierto. El militarismo del actual Israel es de un nivel mucho menor que el existente durante la guerra de los Seis Días de 1967, y por aquel entonces, la mayoría de los occidentales, entre ellos los izquierdistas radicales, apoyaron el proyecto sionista.

La explicación más interesante que he oído sobre la impopularidad de Israel entre las "conciencias morales occidentales" proviene de Richard Pater, un analista político de Radlett que ha vivido en Israel durante los últimos 15 años. (En Israel vive un montón de judíos aburridos de Gran Bretaña que han tomado la muy sabia decisión de utilizar su derecho a emigrar a esta nación mucho más cálida y exótica). "La lección que adoptaron muchos en Occidente tras el Holocausto es que el nacionalismo es malo. Pero el mensaje que los judíos sacaron de él es que el nacionalismo es necesario".

Esta explicación llega al corazón de ese desdén tan de moda actualmente por el pequeño Israel. Lo que muchos occidentales parecen encontrar más nauseabundo de Israel es que, arrogantemente, se muestre seguro y comprometido con la preservación de sus derechos soberanos nacionales frente a todos. En resumen, es muy parecido a lo que nosotros solíamos ser antes de la invasión del relativismo y del antimodernismo. Creo que Israel nos recuerda a nosotros mismos, a nuestros mayores en la época pre-UE, a nuestra época pre-ecológica, cuando nosotros también creíamos en las fronteras, la soberanía, el progreso y el crecimiento.

Ahora es de rigor en las secciones biempensantes de la sociedad occidental ser post-nacionalistas y multiculturalistas, para estar a la moda acerca de una irreconocible identidad nacional, y porque la visión de un estado fuerte y seguro de si mismo nos indigna. En palabras de George Gilder, el autor de "El test de Israel", Israel es ahora más odiado por sus virtudes que por sus vicios políticos o militaristas. Lo odiamos por estar aún consagrado a la "libertad y al capitalismo", cuando se supone que todos nosotros permanecemos altivos ante tales cosas.

Si a Israel lo están convirtiendo oficiosamente en un estado paria, no es a causa de su carácter extraño, ni siquiera necesariamente a su carácter judío, sino porque es demasiado occidental para nuestro gusto. Nosotros lo detestamos porque nos odiamos a nosotros mismos.

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