Saturday, March 08, 2014

Gran artículo a leer necesariamente: Del Estado de todos los ciudadanos al Estado de todas la nacionalidades - Dror Eydar - Israel Hayom



1. La relativamente nueva línea dentro de la controversia política en la sociedad israelí se vuelve más clara con el paso del tiempo. Esta línea se puede dibujar en relación con la demanda del reconocimiento de Israel como Estado judío como una condición preliminar e inviolable para cualquier futuro acuerdo de paz. El argumento de la izquierda es que no necesitamos la aprobación palestina para nuestra identidad como país judío. Los propios palestinos reclaman, utilizando los sofismas, que nos reconocen de acuerdo con el nombre con el que se nos conoce en el mundo: el Estado de Israel.

Esta negativa, que parece una cuestión trivial (se podría pedir a nuestros adversarios: ¿Qué diferencia hay? Digamos que ustedes otorgan el reconocimiento y obtienen le Estado que desean) es la punta del iceberg del conflicto. No es un conflicto territorial - uno que podríamos haber resuelto hace cien años y después -, sino una cuestión de principio: ¿La nación judía tiene algún derecho a esta tierra, al menos tanto como los que están negociando con nosotros? ¿O es sólo porque los judíos no pueden ser expulsados ​​por la fuerza? ¿Qué pasa con la elegante afirmación de que teniendo en cuenta que más de seis millones de judíos viven en esta extensión territorial, el otro lado reconoce, bajo coacción y ex post facto, la entidad política conocida como Israel? Tomen buena nota: algunos pueden definir la frase "reconocer a Israel" como "reconocer el derecho de Israel a existir", pero no reconocen el derecho del pueblo judío a un estado en esta tierra.

Quienes están a favor de la solución de dos estados dicen que sin un acuerdo de paz, Israel se arriesga al peligro de convertirse en un Estado binacional en el que existen dos nacionalidades de igual tamaño, entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Los agoreros hablan de una minoría judía que controla a una mayoría árabe, como ocurrió en Sudáfrica, lo que sería la sentencia de muerte para la democracia israelí.

Dejemos de lado las estadísticas demográficas que hablan de una manera diferente, o por lo menos dan lugar a la controversia, y preguntémonos: ¿No podría existir un Estado binacional incluso dentro de las fronteras de un Israel diminuto? Incluso ahora, los más combativos de los ciudadanos árabes de Israel están hablando de una autonomía cultural que va tan lejos como una autonomía política. Durante las últimas décadas, ciertas partes de la intelligentsia judía ha estado trabajando para socavar la idea del sentimiento nacional judío. Sólo la semana pasada, el Haaretz, que ha estado luchando contra la idea del sentimiento nacional judío durante muchos años, publicó artículos que consideraban tal sentimiento como "racismo" y "fascismo", y como semejante al carácter del régimen del Tercer Reich. La palabra "judío", con sus diferentes acepciones, provoca un profundo sentimiento de malestar y de angustia a ese grupo de individuos. En lo que les concierne, el hebreo coloquial y algunas secas alusiones al judaísmo son suficientes para expresar la identidad étnica de la población judía de Israel.

Este punto de vista coincide con el estado de ánimo de algunos segmentos de la comunidad judía norteamericana que llevan ya bastante tiempo alejándose de cualquier identidad judía real y, como prueba de su lealtad manifiesta a los valores universales y no particularistas (léase judíos), critican a Israel sin descanso y lo ven como la raíz del mal (de todos ellos).

2. La nueva idea que han desarrollado acerca de la identidad de Israel - "un Estado de todos sus ciudadanos" - comenzó a propagarse en la década de 1990. Esta es la idea que promueven el New Israel Fund y una plétora de otras organizaciones no gubernamentales, muchas de las cuales son manifiestamente anti-Israel. Se trata de una idea puramente israelí, y con relación a otros términos dentro del campo de la ciencia política, apenas se ha utilizado en otros debates académicos que no tengan conexión con Israel.

La idea parece bastante inofensiva. ¿Qué puede estar mal en un Estado que se dice de todos sus ciudadanos? Pero sabemos que Israel ya es de todos sus ciudadanos, como ya ha quedado anclado en su legislación y en sus instituciones, aunque a veces su expresión en el plano práctico deje algo que desear (y en cuanto a esto, los no judíos no son los únicos que lo sufren, también lo hacen otros grupos dentro de la sociedad judía).

El claro significado de la frase "un Estado de todos sus ciudadanos" es que Israel debería dejar de ser un Estado judío y democrático, para convertirse en un Estado que contiene a todas sus identidades nacionales por igual. Es por eso que esa idea debería ser definida como "un Estado de todas sus nacionalidades".  En tal estado, no se daría preferencia al pueblo judío y a su cultura. La bandera y el himno nacional se cambiarían, y la Ley del Retorno se derogaría. Incluso ahora, una batalla en contra de la identidad judía de Israel está en curso. Cada año, decenas de millones de euros y de dólares se canalizan para un combate cuyo propósito es cambiar el carácter judío del país.

En el momento en que un tratado de paz se firmé, no piensen que entonces nos dejarán en paz. La artillería pesada que se había centrado en el conflicto palestino-israelí se volverá hacia adentro, y la presión será mucho mayor. El movimiento de boicot, desinversión y sanciones seguirá haciendo su trabajo abominable, e Israel continuará siendo llamado un "Estado de apartheid" ya que "prefiere" una nacionalidad a expensas de las otras. El mundo entonces se volverá contra la Ley del Retorno como una ley racista que viola los derechos humanos. Los anarquistas pasarán de manifestarse contra de la barrera de separación en Bilin a manifestarse en Jerusalén y Tel Aviv, y la mayoría de los medios israelíes apoyarán, como es su grosera costumbre, el despojo de la identidad judía de Israel.

Los palestinos, por su parte, darán a conocer que, aunque el conflicto territorial ha sido resuelto, Israel no está libre de culpa: dentro de sus fronteras vivió una vez un oprimido pueblo palestino, que fue "desterrado y expulsado" por el ejército sionista. Así que, dirán ellos, es justo que la minoría palestina que vive en Israel tenga igualdad de derechos nacionales como los tienen los judíos. Ya podemos predecir ese escenario, ya que no es un sueño. Sólo tenemos que abrir los ojos y escuchar a Ahmad Tibi, Saeb Erekat y Mahmoud Abbas, y a los representantes de Adalah, - el Centro Legal para los Derechos de la Minoría Árabe en Israel -, y a los funcionarios del New Israel Fund, y leer los cientos de artículos en el Haaretz y Yedioth Ahronoth.

3. Hay varias cosas que se deben hacer para contrarrestar este mal y garantizar una paz verdadera en lugar de las fantasías de aquellos que ya han olvidado a su pueblo y a su país. Son tres:

Primero: Aprobar la Ley Fundamental que declare a Israel como el hogar nacional del pueblo judío a la mayor brevedad posible. El propósito de un hogar nacional es proporcionar un espacio legítimo para el florecimiento de una cultura específica, distinta, sobre todo cuando esa cultura difiere de las de las naciones entre las cuales vivió durante ciertos períodos de su historia - y donde, en la mayoría de los casos, fue ahogada y oprimida -. La justificación de un hogar nacional - y tanto más, un Estado para el pueblo judío - aumenta exponencialmente según el grado de amenazas tangibles y posibles contra los judíos como nación y como cultura. El Dr. Assaf Malach demostró convincentemente en su trabajo doctoral que en el momento en que comencemos a eliminar los marcadores judíos del espacio público en nombre de una supuesta neutralidad cívica, perderemos la base para tener un hogar nacional. Si limitamos el carácter judío de Israel a la bandera, el himno nacional y la Ley del Retorno, perderemos la justificación de estas cosas, ya que si el hogar nacional no se supone que expresa la cultura del pueblo judío, ¿por qué no permitir que todo el mundo se identique con la bandera y el himno nacional?

Segundo: La exigencia de que los palestinos reconozcan a Israel como Estado judío nunca debe ser abandonada. Para poner un final concluyente al conflicto, la parte palestina debe reconocer el derecho del pueblo judío a su propio hogar nacional al menos en alguna parte de la Tierra histórica de Israel. De lo contrario, el conflicto continuará.

Tercero: El pensamiento y el sentimiento nacional deben ser alentados, al igual que el conocimiento de la tradición histórica nacional del pueblo judío, y las diferencias entre éste y otros puntos de vista nacionales deben conocerse y manifestarse. Sobre todo, no debemos dejar que ese intento despreciable y nauseabundo de comparar el sentimiento nacional judío a las teorías racistas conocidas nos importe. El sentimiento nacional es una cosa profunda y noble, y aunque se haya expresado bajo formas terribles, no debemos renunciar a él. Más bien, como con cualquier cosa buena, debemos tener cuidado con la franja radical y sus puntos de vista radicalmente alejados de nuestra tradición e historia. Y lo más importante, no tener miedo en absoluto

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