Saturday, March 08, 2014

Por qué Israel ya no confía en Europa – Clemens Wergin – New York Times


En febrero, el político alemán Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo y el candidato socialdemócrata a la presidencia de la Comisión Europea en las elecciones de la Unión Europea, viajó a Israel para presentarse ante la Knesset.

La idea de un político alemán hablando en alemán ante el Parlamento israelí es de bastante interés periodístico. Pero lo que dijo causó un gran revuelo: el Sr. Schulz citó a un joven palestino que conoció en la Ribera Occidental y que le había preguntado: "¿Cómo puede ser que se le permita a un israelí utilizar 70 litros de agua al día, y solamente 17 a un palestino?".

Aunque el Sr. Schulz no dio más detalles de ese supuesto hecho, la implicación era clara: Israel está privando a los palestinos, y a propósito, de sus necesidades más básicas. Pero si sus observaciones fueron condenadas inmediatamente en la prensa israelí por ser una mentira y avalar, como tantos políticos y periodistas europeos, cualquier cosa que les digan los palestinos, la polémica atrajo poco la atención de los medios europeos, tal vez porque el Sr. Schulz simplemente manifestó lo que ha llegado a ser la sabiduría convencional en Europa: Israel, según creen muchos europeos, es capaz de casi todo en su trato a los palestinos.

Pero los sentimientos de desconfianza mutua existen: de acuerdo con el Proyecto de Actitudes Globales del Centro de Investigación Pew, solamente el 41% de los israelíes tenían una opinión favorable de la Unión Europea en 2013, por debajo del 56% logrado en 2009 (incluso los Estados Unidos, que bajo la presidencia de Obama han sido más críticos con Israel que bajo su antecesor, era visto favorablemente por el 83% de los israelíes).

Europa e Israel también han tenido momentos difíciles anteriormente. Pero el rencor de los últimos años es diferente, es más injurioso y más generalizado. Si se mantiene, se desvanecerán las esperanzas de un papel europeo en un posible acuerdo de paz final.

La animadversión europea hacia Israel va más allá de la opinión pública. La Unión Europea ha adoptado recientemente directrices que prohíben a sus agencias financiar empresas y organizaciones israelíes que trabajan en Cisjordania. Esta y otras medidas similares aplican un doble estándar que no se utiliza en otros conflictos (Marruecos y el Sahara, Turquía y Chipre). Y es que parecen destinadas a empujar cada vez más a Israel hacia una esquina.

Israel, con su compromiso tenaz en la expansión de los asentamientos, ha provocado algo de eso por sí mismo. Pero Europa también ha perdido la medida al adoptar el enfoque de un solo lado. Los funcionarios europeos tienen la costumbre de engrandecer los obstáculos para la paz levantados por Israel y minimizar los presentados por los palestinos.

Para entender el complejo existente sobre el Oriente Medio en Europa, uno tiene que trasladarse nuevamente a los días en que el continente comenzó a forjar una política exterior común. La primera declaración conjunta referente a la cuestión de los Asuntos Exteriores surgió en 1973 como una respuesta al embargo petrolero decretado por los países del Golfo en contra de Occidente después de la Guerra del Yom Kippur. El objetivo de entonces de la declaración europea fue apaciguar a los países árabes y levantar así la presión de un embargo sobre las economías europeas.

Así pues, el Oriente Medio se convirtió en el tema en torno del cual los diplomáticos europeos han conseguido adoptar una respuesta colectiva. Durante décadas no han tenido una política exterior común sobre cualquier región del mundo, excepto para el Oriente Medio.

Pero en lugar de encontrar soluciones pragmáticas, los europeos se han conformado con adoptar airadas resoluciones conjuntas, y después de acordar optar por una redacción más sutil, los diplomáticos de Bruselas vuelven a casa agotados hasta que la próxima crisis les exija otra nueva declaración. Como resultado de ello, el lenguaje europeo con respecto al conflicto palestino(árabe)-israelí se ha convertido en un fútil y terrible cliché. Las "ventanas de oportunidades" siempre se cierran rápidamente, las "espirales de violencia" siempre generan el peligro de perder el control, y los palestinos, según dicho cliché, son vistos generalmente como "víctimas que reaccionan a las medidas israelíes", y no como hacedores de su propio destino.

Para Europa, el conflicto palestino-israelí es la raíz de todos los problemas que enfrenta la región, una visión completamente desvirtuada por los Informes sobre Desarrollo Humano Árabe publicados por las Naciones Unidas desde 2002, y que demuestran que las autocracias árabes y el atraso cultural son la raíz de los problemas de la región.

Incluso después de que el estallido de las revoluciones árabes revelara que, efectivamente, la corrupción - y la falta de dignidad, de democracia y de oportunidades - son los culpables de la rabia de la calle árabe, Europa sigue insistiendo en la centralidad del conflicto palestino-israelí.

Llama la atención que Europa siempre se dirija a los israelíes con exigencias de realizar más concesiones cuando posee un historial tan malo en lo referente a ayudar a resolver los problemas de la región. Después de la retirada de Israel de Gaza en 2005, la Unión Europea acordó vigilar el paso de Rafah con el fin de ayudar a prevenir el contrabando de armas. Pero abandonó esencialmente esa misión dos años después. Después de la guerra del Líbano de 2006, los países europeos monopolizaron gran parte de la misión de las Naciones Unidas encargada de prevenir el contrabando de armas a Hezbolá. Mientras las tropas europeas se dedicaban “teóricamente” a esa vigilancia, el grupo terrorista libanés adquirió decenas de miles de nuevos y más sofisticados cohetes. Si los europeos fueran honestos consigo mismos, admitirían que algunas de sus ideas más veteranas no han pasado la prueba de la realidad. Por ejemplo, la idea de que Israel siempre debe intercambiar territorio por paz. Eso ha funcionado con estados como Egipto, pero ha fallado cada vez que estuvieron involucrados actores no estatales ideológicamente motivados.

La retirada de Israel del Líbano no se tradujo en el desarme de Hezbollah, tal como muchos expertos europeos habían predicho, sino en un aproximación a Irán que le armó fuertemente y le situó precisamente al lado de la frontera de Israel. Hemos visto lo mismo en Gaza.

A pesar de estas experiencias desalentadoras, toda acción militar israelí contra los radicales en Gaza o en el Líbano siempre recoge  protestas en Europa. ¿Podría inspirar confianza a los líderes israelíes una Europa que por fin aceptara el derecho de Israel a la autodefensa si un futuro Estado palestino en la Ribera Occidental termina convirtiéndose en un foco similar de extremismo y de políticas revisionistas?.

Siempre es cómodo para los europeos exigir a Israel para que tome decisiones difíciles para la paz. Pero ahora Europa también debe hacerse algunas preguntas difíciles. ¿Qué garantías puede ofrecer Europa a Israel a cambio de un estado palestino para protegerlo si ese experimento fracasa y los radicales se hacen cargo de Cisjordania? ¿Podría Europa estar dispuesta a ofrecer la entrada en la OTAN y en la Unión Europea si los israelíes la buscasen?

No estoy seguro de que haya respuestas prometedoras a estas preguntas. Pero si todo lo que Europa puede ofrecer a Israel es su crítica y su desaprobación, entonces será una parte del problema, no de la solución.

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