Wednesday, April 30, 2014

La calumnia del apartheid de Kerry sabotea su propio proyecto de paz - Jonathan S. Tobin - Commentary


 El viernes pasado, mientras hablaba en una reunión a puerta cerrada de la Comisión Trilateral, el secretario de Estado John Kerry cargó la apuesta en su intento de mantener viva su iniciativa de paz en el Oriente Medio. Mientras lamentaba el último fracaso de las negociaciones, Kerry echó la culpa de ese resultado tanto a Israel como a los palestinos, pero dejó en claro que las consecuencias para Israel serían mucho más graves. En la grabación de sus comentarios obtenida por The Daily Beast, Kerry no sólo repitió sus últimas advertencias de que si no se alcanzaba la paz Israel se enfrentaría a una nueva ronda de violencia por parte de los palestinos, sino que también insistió en el incremento de los esfuerzos de boicot. Pero fue aún más allá y dijo que la alternativa a una no aceptación israelí de una solución de dos estados sería que se convertiría en "un estado de apartheid".

Al hacer esto, Kerry hizo estallar por los aires la idea de que él es un mediador imparcial ya que ha vuelto a formular, como ya lo hizo anteriormente, una racionalización efectiva, si no justificativa, de una próxima Intifada, así como de los constantes esfuerzos de los movimientos favorables a un boicot, desinversión y sanciones contra Israel. El tema aquí es que si el "mantenimiento del status quo" haría de Israel un estado de apartheid, entonces ya debería serlo. Dada la naturaleza odiosa de un régimen de este tipo, no sólo estaría justificando los boicots, sino también la violencia por parte de los palestinos contra Israel.

Identificar a Israel como un potencial estado de apartheid no sólo es un insulto incendiario, demuestra el fallo fundamental que habita en el centro de los esfuerzos de Kerry. No hay comparación posible entre la Sudáfrica del apartheid e Israel. Pero ese término no es solamente una analogía inexacta. Dado que los palestinos alegan que el "deseo de un Estado judío es racista", alegar a su vez que una "falta de paz implicaría el apartheid" supondría en definitiva una "aceptación tácita de la negativa palestina a reconocer la legitimidad de un Estado judío sin importar dónde se trazan sus fronteras". Aunque esta puede que no haya sido la intención directa de Kerry, su recurso a esa calumnia final (apartheid) con el fin de presionar a los líderes de Israel para que sean más flexibles lo que logra es "tanto reforzar la intransigencia de los palestinos como su convicción de que va en su interés seguir diciendo que no a las ofertas de paz israelíes". Más que una mera expresión de frustración, tal como apologistas de Kerry se apresurarán a justificar para exculparle, el uso de la palabra "apartheid" lo que hace es condenar aún más las ya tenues posibilidades de paz. Como tal, la ya más que dudosa utilidad de Kerry como mediador o facilitador del proceso de paz ha quedado meridianamente expuesta.

Los defensores de Kerry están argumentando que no hay nada nuevo acerca de una discusión centrada en la creencia de que el statu quo resultará insostenible para Israel. La posición de Kerry, que se hace eco de las ideas de la izquierda judía en Israel y en Estados Unidos, es que los intereses de Israel son mejor atendidos con una separación de los árabes palestinos en Cisjordania. Sin un tratado de paz que cree un Estado palestino al lado de Israel, la continuación de la situación actual significaría que la población palestina no tendría ni la autodeterminación ni los derechos de los ciudadanos israelíes. La cuestión de esa falta de sostenibilidad es que uno cree que es, como mucho, muy discutible. Como escribí la semana pasada, incluso a la luz del artículo en el NYTimes de Roger Cohen las predicciones sobre una ruina de Israel son insoportables. Aunque sí es cierto que la mayoría de los israelíes comprensiblemente prefieren una solución de dos estados, la idea de que los palestinos comparten ese deseo resulta igualmente discutible ante la negativa de la Autoridad Palestina dominada por Fatah, y mucho más en el caso de Hamas, a aceptar las repetidas ofertas de Israel de paz e independencia.

Pero mediante la inclusión de la palabra "apartheid" en este debate, Kerry ha provocado un grave perjuicio a esa causa de la paz a la que ha dedicado tanto esfuerzo el año pasado. Aunque el enfrentamiento en Cisjordania sea muy preocupante, no es ni remotamente comparable con la situación en la Sudáfrica que precedió al final del antiguo régimen de la minoría blanca en el 1994. Los árabes tienen una completa igualdad ante la ley y derechos políticos dentro de Israel. Incluso en Cisjordania, donde el hecho de que no exista la paz ha llevado a una situación en la que Israel mantiene su presencia de seguridad, la Autoridad Palestina es la autoridad rectora para la inmensa mayoría de la población que vive allí. Más importante aún, los judíos, que siguen siendo la mayoría de la población entre el Mediterráneo y el río Jordán en lugar de una minoría al estilo apartheid, han ofrecido en varias ocasiones a los palestinos la condición de Estado y éstos la han rechazado todas las veces, siendo la última negativa en las conversaciones patrocinadas por Kerry.

Ya sea que los palestinos estén finalmente en condiciones de hacer un acto de fe para lograr la paz o que no lo hagan, Israel seguirá siendo una democracia plena dentro de sus fronteras. Más aún, la continuación de la situación en Cisjordania no tendrá que ver con una minoría judía dominando voluntariamente a una mayoría árabe, como fue el caso en Sudáfrica para los negros y los blancos. Más bien, estamos ante un poder palestino en gran parte beligerante, en el que la Autoridad Palestina prefiere la anómala situación actual a una paz real con Israel, la cual le obligaría a firmar un tratado que pusiera fin a la guerra de un siglo de antigüedad que han estado llevando contra el sionismo. Y cuanto más utilicen los estadounidenses la calumnia del apartheid, menos probable es que alguna vez los palestinos tomen una decisión de este tipo.

Kerry puede, tal como lo recogía la cinta de la reunión de la Comisión Trilateral, presentar su propio plan de paz a las partes en un cierto momento en base a "un tomadlo o dejadlo". Sin embargo, su capacidad de influir en los acontecimientos de una manera positiva está terminada. Mediante la inyección de la calumnia del apartheid en las negociaciones, Kerry ha envenenado las aguas de una manera tal que sólo logrará hacer aún menos fácil para los líderes palestinos hacer lo que deben hacer para lograr la paz. En lugar de empujar a las partes hacia un acuerdo, ha saboteado el proceso. Así como el final del conflicto tendrá que esperar hasta que una nueva generación de palestinos esté dispuesta a dejar de lado su rechazo de un Estado judío, parece también bastante posible que una intervención estadounidense productiva se suspenderá hasta que Kerry deje el escenario diplomático.

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