Sunday, July 27, 2014

Cuando los periodistas occidentales llaman "escoria" a los israelíes - Seth Frantzman - JPost



El 17 de julio, la periodista de la CNN Diana Magnay subió a una colina en Sderot, y después de haber filmado a unos israelíes animando el bombardeo de Gaza, tuiteó "israelíes en una colina sobre Sderot muestran su alegría al ver como caen las bombas sobre #gaza; ellos nos amenazan con 'destruir nuestro coche si digo una palabra equivocada'. Escorias". Su crítica a esos jóvenes de Sderot, que a menudo se reúnen para ver la guerra desde allí, forma parte de una indignación más grande en los medios de comunicación internacionales por el  denominado "cinema de Sderot".

Hay excusas para este "desliz" de la periodista. Ella borró su tuit rápidamente, dándose cuenta de que o bien era inapropiado o bien pondría en cuestión su cobertura u objetividad (de hecho, fue trasladada posteriormente por la red a Rusia). Otros señalaron que a veces es difícil lidiar con el comportamiento negativo de ciertas personas que a veces insultan a los periodistas.

Pero el libelo de Diana Magnay viene del contexto de cómo los periodistas y otros expertos occidentales consideran el conflicto palestino-israelí. En enero de 2014, la corresponsal de The Guardian, Harriet Sherwood, al terminar su estancia de varios años informando desde allí, escribió una carta de amor a Gaza, recordando la "capacidad de recuperación, de creatividad y el humor de su gente", a la vez que detallaba su "fortaleza" y "espíritu".

Las palabras "pueblo de Gaza" aparecía por lo menos nueve veces en su artículo de 2.000 palabras.  Nosotros tenemos que "entender a esa gente", "allí las personas están sufriendo", "yo estaba fascinada por este lugar, por su gente", "criticando la opresión de Israel sobre el pueblo palestino", "su agudo impacto agudo sobre la gente común", "el humor de la gente común", "esas personas abrumadoramente decentes". Y finalizaba, "la gente de Gaza necesita suerte".

Cuando el periodista israelí Avi Issacharoff fue atacado por palestinos cerca de Ramallah, escribió que no iba a dejar de hacer su "trabajo", que él definía como "informar a la opinión pública israelí e internacional sobre la realidad palestina".

Los periodistas que cubren los territorios palestinos a menudo se colocan en una situación que  no es la de observadores imparciales, o incluso aquellos que pretenden ser imparciales, son más bien "apologetas" de ese "pueblo" y de su "realidad". Siempre se muestran "sorprendidos por el carácter hospitalario, genuino, gentil y amable el pueblo palestino", como otro periodista escribió en Facebook.

Esto parece reflejar un punto de vista comprensivo y una muestra de empatía, pero en realidad refleja el típico ejemplo de superioridad orientalista. Los palestinos son un "pueblo", precisamente porque los israelíes, británicos o franceses no lo son. La población occidental no es vista a través de un prisma romántico porque son percibidos como iguales a "nosotros" (al periodista), y no como diferentes como "ellos" (los palestinos y otros pueblos).

Ningún periodista occidental que deje París expresará sentimientos románticos y poéticos sobre el "pueblo parisino". Quizás se lamenten de perder de vista sus baguettes y su vino, pero "el pueblo como tal", la "masa popular" no está incluida en esa empatía, y eso se debe a que la población local es percibida como "individuos", en lugar de una "masa colectiva repleta de una humanidad romántica".

Del mismo modo, muy pocos de los principales comentaristas de los medios con sede en Israel utilizan esa prosa tan melodramática a la hora de hablar del "pueblo de Israel" cuando parten  de allí.

Muchos han expresado indignación por el supuesto "antisemitismo" del comentario de Magnay, pero esa lectura es errónea sobre lo que realmente ocurrió. El comentario de Magnay realmente no está dirigido a los israelíes, sino que más bien se trata del reflejo del espejo que la propia Magnay sostiene frente a si, al igual que muchos que piensan como ella.

Demos un paso atrás y recordemos los ataques a periodistas en el Egipto de 2011, cuando la reportera de la CBS Lara Logan fue agredida sexualmente. En algún momento, a pesar del acoso y las agresiones a muchos periodistas, ¿alguno de ellos llamó públicamente a los egipcios "escoria"? Del mismo modo, usted nunca encontrará ese tipo de comentarios acerca de los sirios, iraquíes o básicamente cualquier otra población de la zona.

Cuando los palestinos celebraron el linchamiento en Ramallah de dos reservistas israelíes en 2000, tampoco eran "escoria", y tampoco lo fueron esos árabes del Jerusalén oriental que en la Puerta de Damasco, la semana pasada, gritaban "Allahu akbar" cuando los cohetes de Hamas eran alcanzados por el sistema de defensa Cúpula de Hierro por encima de Jerusalén.

Esos comentarios al estilo de "escoria" están reservados sólo para los israelíes.

La verdadera motivación de ese odio celoso y visceral dirigido a los israelíes, y esa falta de compasión que de ello se desprende, es que muchos observadores se ven a si mismos como israelíes, es decir, se reconocen en su sociedad occidental. Ellos ven en Israel el oscuro pasado del racismo occidental. Cuando hace mucho tiempo el corresponsal del Channel 4 (ahora ITN news) Jon Snow atacaba al portavoz del gobierno israelí, Mark Regev, y afirmaba que el Estado judío estaba apuntando deliberadamente contra los niños, el venía de un lugar de odio, pero desplazaba ese odio hacía Israel, y de hecho lo dirigía desde el pasado.

Otro periodista afirmaba que sólo en Israel había visto a la gente poniendo la ideología y la religión por encima de la humanidad. Pero ella sabía muy bien que en los conflictos de Irak, Siria, el Tíbet, Sri Lanka, Nigeria, Sudán y otros cientos de lugares, la gente suele poner la religión y la ideología por encima de la humanidad. Lo que ella quería decir realmente es que en Europa la gente había aprendido a poner en primer lugar a la humanidad, e Israel representaba a una especie de "museo del pasado de Europa", por lo tanto ese odio iba dirigido realmente contra sí mismo, contra la "vieja Europa".

De ahí, esa repulsa por los israelíes y la falta de la misma para los palestinos, a pesar de un comportamiento aparentemente similar, como muestran perfectamente los "mártires", y que representa en realidad el complejo de superioridad occidental.

Israel es considera como una nación occidental, y bastantes comentaristas extranjeros, e incluso algunos israelíes, ven a los palestinos como a unos "inocentes salvajes", que son por lo tanto irredimibles, mientras que los israelíes se "comportan mal como los antiguos europeos".

Estos comentaristas están en un proceso de negación de su identidad, y su indignación ante las manifestaciones de racismo en Occidente es presentada a menudo a través de las lentes de su indignación por el racismo "nuestro", el occidental, mientras que muestran comprensión y complacencia ante la vulgaridad o la homofobia cuando la expresan "los otros".

Por ejemplo, el antisemitismo de los inmigrantes turcos en Alemania resulta más "comprensible" que el antisemitismo entre los alemanes y la homofobia entre los blancos cristianos en los EEUU es juzgada mucho peor que entre los afro-americanos partidarios de la Nación del Islam.

La misma reacción alimentó la ira por el asesinato del adolescente árabe Mohammed Abu Khdeir. Muchos israelíes dijeron espantados que "nosotros somos mejor que ellos" y la "moralidad judía es superior a la de nuestros crueles enemigos"; la repulsión no se vio atenuada por nociones de igualdad tales como "somos como ellos", sino debido a la sensación de estar por encima de ellos, una "luz para las naciones", como algunos decían.

Esta es la esencia de preguntas tales como "¿cómo podemos comportarnos de esa manera?" o comentarios como "yo esperaba más de nosotros". Desde el punto de vista de la igualdad en general, es obvio por qué "nosotros" podemos comportarnos mal, porque cada cultura produce el mal así como produce el bien. Suponer lo contrario es asumir la perfección y la superioridad.

Aunque un complejo de superioridad guía la repulsa por el comportamiento de Israel, uno se pregunta por qué en medio del indignado extremismo europeo dirigido contra las acciones de Israel, todavía no haya espacio para la simpatía incluso para las víctimas israelíes. Todos los años Sderot está bajo los cohetes, pero pocos observadores extranjeros escriben elogiosamente acerca "del pueblo de Sderot". Esto se debe a la falta de conexión desarrollada en Occidente con sus propias víctimas. De hecho, después de los ataques terroristas del 11-S, de Madrid y de Londres, pocos comentaristas escribieron acerca de esas víctimas de la misma forma y con la misma devoción casi religiosa que sobre los niños palestinos.

De hecho, los medios de comunicación occidentales esconden deliberadamente a las víctimas propias: sus imágenes no suelen aparecer ya sea porque es de mal gusto o porque no se quiere "inflamar las tensiones" o "provocar un shock" a la población. Allí no hay "mártires". La pasión es reemplazada por respuestas desapasionadas. Al mismo tiempo, la repulsión se reserva para el patriotismo "vulgar y de bajo nivel": para esos estadounidenses de las clases populares que gritaban "América" en las manifestaciones tras el 11-S, esa "basura blanca" que disfruta patrioteramente del 4 de Julio.

Algunas personas se preguntan por qué los comentaristas que critican a Israel por las muertes de civiles en Gaza no critican también acciones semejantes llevadas a cabo por los franceses en Mali o por los británicos y americanos en Afganistán y el Yemen. Sobre todo, porque ni siquiera se acuerdan que sus países también actúan en esas tierras lejanas, y ahora únicamente se ven como ciudadanos post-nacionales.

Tal es la necesidad de fingir que su patriotismo no existe que reservan esa repulsión para los pueblos que violan esa norma postmoderna

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1 Comments:

Blogger Arwen_77 said...

Super interesante análisis. He pensado muchas veces que esas alabanzas a ciertos "pueblos" que Occidente considera "exóticos" e incluso el eximirlos de responsabilidad en muchos aspectos no son más, como bien dices, que una forma de mirar con condescendiente superioridad a esas personas.

9:27 PM  

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