Wednesday, July 16, 2014

Unas más que obvias conclusiones (¿algo tardías?) sobre el conflicto por parte de Shlomo Avineri - Israel Matzav


No, no se hagan ilusiones. Shimon Peres aún no se ha enterado y sigue pensando en un idílico y benettioniano Oriente Medio. Es demasiado mayor y quiere ilusiones

 El artículo de un ortodoxo judío del sector derechista descubriéndose ante Shlomo Avineri (con algunas pegas que son cuestionables) y diciéndose jubiloso "aún hay vida en la izquierda israelí" (claro que la hay, el problema es que quiera afrontar los reproches de la izquierda judía americana y de la gente del Meretz, del Haaretz y de la izquierda post y antisionista)

En un artículo en Haaretz que es hasta el momento sólo en hebreo, Shlomo Avineri, un icono de la izquierda israelí (en la imagen nuestro principal dufus izquierdista), dice a los lectores:
"Fuimos increíblemente estúpidos. Pensamos que querían un estado y una solución de dos estados, pero resulta que quieren destruir a Israel, porque no pueden ni quieren aceptar ninguna forma de autodeterminación nacional judía". 
Como mis hijos les gusta decir en esos momentos "Boker Tov Eliyahu". Por supuesto, Avineri llega a la conclusión equivocada (lo que él llama un redespliegue de las fuerzas del IDF en Judea y Samaria, eliminando el resto del bloqueo a Gaza, y una disminución de la población civil pagando a los residentes judíos para que abandonen Judea y Samaria), pero el mea culpa con respecto a Oslo y las intenciones de los palestinos es fascinante.  Tengo todo el artículo en hebreo (que me fue enviado por correo electrónico). Traduzco a continuación los párrafos clave:
Los iniciadores de Oslo y los simpatizantes del proceso "vieron al conflicto palestino-israelí como un conflicto entre dos movimientos nacionales", y creyeron - como yo creía - en unas negociaciones directas entre Israel y la OLP, donde podría encontrarse una solución a los temas territoriales y estratégicos que están en el origen de la disputa entre los dos movimientos. 
No era fácil persuadir a los israelíes - e incluso al Partido Laborista - de que había un movimiento nacional en el otro lado, y eso a pesar de la existencia del terrorismo, en el fondo también tenían el derecho a consumar su independencia y autodefinición nacional, al igual que el sionismo . Los puntos de vista de Golda Meir sobre la materia ("no hay ninguna nación palestina") no habían sido olvidados aún, y el hecho de que los iniciadores de Oslo lograron superar esta tradición de negación, de la que incluso el Partido Laborista participaba, era un logro.  
Pero la base de esta concepción contenía un error. Todos los que apoyamos el proceso de Oslo creíamos que estábamos hablando de una disputa entre dos movimientos nacionales, y que la otra parte se sentía de la misma manera.  
Estábamos equivocados.  
La parte palestina no cree que estamos hablando de una disputa entre dos movimientos nacionales: ellos creen que estamos hablando de un conflicto entre un movimiento nacional - el palestino - y una entidad colonial imperialista que necesariamente tendrá que perecer. Por lo tanto, el paralelo que aparece en los libros de texto palestinos es Argelia. Pero no se trata solamente de que la presencia israelí en Cisjordania la que equiparen a Argelia, sino que todo Israel es Argelia, y los israelíes deberán desaparecer de un modo u otro, al igual que los colonos franceses fueron expulsados ​​de Argelia. 
Esta es la razón por la que la denominación palestina de la solución de dos estados es diferente de la versión israelí. En ella no aparece la terminología de la postura de Israel sobre "dos estados para dos pueblos", sino que en la versión palestina se elimina la frase "para dos pueblos" y sólo se habla de "dos estados". Si alguien piensa que esto se debe solamente a una mala redacción, pídale a su homólogo palestino que exprese su opinión sobre la versión de "dos estados para dos pueblos", y tarde o temprano conseguirá la respuesta de que no hay una nación o pueblo judío. Esta es también la razón por la cual los palestinos negaron la versión sugerida por [John] Kerry "un acuerdo entre dos Estados-nación".  
La verdad es que en la narrativa palestina, y todos los partidarios de Oslo deben reconocerlo, los judíos no son un pueblo o una nación, sino solamente un grupo religioso, y por lo tanto no tienen derecho a un estado. Esta es también la razón para que de manera decidida la parte palestina se oponga sine qua non y sin concesiones al reconocimiento del Estado de Israel como el Estado del pueblo judío. 
Incluso aquellos que creen que Benjamin Netanyahu planteó solamente el tema de su reconocimiento para complicar las negociaciones, deben asumir el hecho de que la propia negativa palestina a lidiar con ese tema deriva de la simple razón de que los palestinos creen que no hay un pueblo y una nación judía. 
La fuente de la controversia no tiene que ver con las fronteras, los asentamientos o incluso Jerusalén. Y por supuesto, esto está relacionado con la negativa palestina a renunciar al principio del derecho al retorno. Hay buenas razones para criticar la conducta del gobierno de Netanyahu durante los esfuerzos del Secretario de Estado John Kerry para revivir las negociaciones, pero hacer caso omiso de estos puntos de vista profundamente arraigados constituye una falta de honestidad intelectual. 
Guau. Vaya una revelación.

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