Saturday, September 06, 2014

Cuarenta kilómetros cuadrados y la paz mundial – Shraga Blum - i24news



El metro cuadrado de Tierra de Israel tiene sin duda un valor incalculable. Es cierto que el regreso de los judíos a su patria ancestral después de una larga ausencia es un evento único en términos de historia y todo lo que esta sucediendo en este pequeño país es sin duda de gran interés para el desarrollo del resto del planeta. Y es que Israel se ha convertido en el centro neurálgico del mundo, y no se necesita mucho para que las reacciones internaciones se aceleren, la actividad diplomática se abalance a tomar el ascensor o las reacciones ofendidas se disparen en las principales capitales del mundo.

Yo, que resido en esta hermosa zona de Gush Etzion en Judea, me siento hoy el foco de interés de la comunidad internacional. Que honor. ¿Donde en el resto mundo se puede presumir de ser observado bajo el microscopio con todo lo relacionado con el catastro en cualquier cerro aislado?. Como si la paz mundial - que, como cualquiera puede ver, esta cada vez más cerca de la mano - se viera amenazada por una sola cosa: la construcción de viviendas para los judíos.

Como decía irónicamente el columnista Daniel Greenfield: "No hay actualmente ningún arma más eficaz de la comunidad internacional contra Israel que la construcción de una pequeña casa en Cisjordania", agregando "que las desproporcionadas reacciones a este anuncio dan la impresión de que Israel hubiera invadido Francia y Kuwait". [N.P.: sorprendentemente, esta “desproporción” en las reacciones no es criticable, solo lo es la autodefensa “desproporcionada” de Israel]

De repente, todos los problemas que enfrenta el planeta son marginales. Paris, Londres, Washington y la inevitable ONU giran sobre sus ejes y condenan con una firmeza sorprendentemente reencontrada la infeliz decisión, que no es ni siquiera de construir, de liberar cuatro desgraciados kilómetros cuadrados de tierra, que no son de propiedad privada, para convertirla en “tierras de propiedad estatal" construibles. Un acto imperdonable si hemos de juzgar por el tono y el contenido de las reacciones: el Departamento de Estado, a través de la voz de Jen Psaki, expreso su "profunda preocupación" y el presidente Obama "instó a Israel a reconsiderar su decisión". Por su parte, Ban Ki-moon culpa a Israel "de promover un golpe casi fatal para la paz" y la Union Europea pide a Israel "que se abstenga de tomar decisiones que amenazan la estabilidad". Sí,  han leído bien. Abu Bakr al-Baghdadi, el califa del Estado Islámico, sin duda debe estar maldiciendo en algún lugar del desierto iraquí: los judíos, con unas pocas casas y tierras, me están robando el show.

Las reacciones entre los críticos y detractores israelíes tampoco pueden faltar. Por no hablar de "Paz Ahora", para cuyos miembros la sola presencia de judíos en Judea les provoca urticaria. Mientras, para el centro-izquierda, "este anuncio llega en un mal momento", según dicen Yair Lapid y Livni. Argumento patético si no fuera porque se enarbola de manera pauloviana cada vez "que las circunstancias políticas, diplomáticas o estratégicas no se prestan a este tipo de anuncio". En pocas palabras, nunca habrá un buen momento para construir. El "¿pero que van a pensar y decir de nosotros las naciones?" se ha convertido en el coro nacional en algunos círculos aún no sanados tras 2.000 años de exilio.

Es significativo ver la importancia amplificada que toma este asunto de la construcción judía en un territorio pequeñísimo, mientras que los conflictos internos del mundo árabe-musulmán, el Estado Islámico extendiendo su control, un Irán que esta preparando una bomba nuclear detrás de la sonrisa de miel de Rohani y Zarif, una Rusia que amenaza la estabilidad europea y un viejo continente que se enfrenta a una grave crisis económica, financiera, social e identitaria. Y es entonces cuando estadounidenses y europeos, que se han mostrado incapaces de encontrar una respuesta al creciente Estado Islámico o a Putin avanzando sus peones por el este de Europa, se enfadan y adoptan la solución milagrosa para resolver el conflicto palestino-israelí: detener la construcción judía, ese "obstáculo para una paz eterna", y después expulsar a decenas de miles de judíos que viven en Judea, Samaria y crear un Estado palestino que se convertiría rápidamente, y con toda probabilidad, en una Gaza-bis pero 15 veces mayor.

Si no debiera haber más que una solo enseñanza de lo que acaba de suceder entre Israel y Hamas, y especialmente desde la retirada de Gaza en el 2005, es que cualquier territorio cedido por Israel y vaciada de sus habitantes judíos, se transforma inevitablemente en una base del terrorismo contra Israel, y es que las concesiones israelíes abren el apetito.

Solo la presencia continua del IDF en Judea y Samaria y el fortalecimiento de la presencia judía en esta región - además de los argumentos históricos, jurídicos y religiosos - evitaran que Tel Aviv y Jerusalén sufran un día la misma suerte que las localidades del Negev occidental. Y con consecuencias mucho más graves.

El desarrollo de la población judía en estas áreas es la mejor respuesta al terrorismo, al culto a la muerte y a los diversos intentos de falsificar la historia y negar nuestra antigua conexión con la Tierra de Israel.

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