Saturday, September 27, 2014

Edwy Plenel o la miseria del trosko-yihadismo. Occidente es culpable de todo - Luc Rosenzweig - Causeur



El fundador de Médiapart, de cara a la promoción de su último libro, "Para los musulmanes", pasea su mostacho y su sonrisa crispada por los platós de televisión y por los estudios de las principales estaciones de radio. Su mensaje es simple: todo lo malo que hoy sucede en este mundo es el resultado, en última instancia, de la indignidad del hombre blanco dominador, marcado para siempre por el estigma colonial y que se transmite de generación en generación. Los musulmanes son, desde su punto de vista, las víctimas absolutas de este desorden universal, tanto en Irak o Siria, como en los suburbios de nuestras ciudades. ¿Que exagero? Quienes le vieron en el programa de TV "Esta noche o nunca", en la noche del 19 de septiembre, pudieron verle salir al rescate del ex rehén en Siria Pierre Torres, quien escribió, en un artículo publicado por Le Monde:  "Mohammed Nemmouche (el asesino del Museo Judío de Bruselas) es un puro producto occidental, etiquetado y fabricado por todo lo que Francia puede hacer a su pobres como las pequeñas humillaciones, los estigmas y las injusticias. La pila de nuevas leyes sin fin contra el terrorismo es una de esas facetas".

Interrogado acerca de ese sujeto por Elisabeth Levy, antes de que Torres pudiera balbucear una apariencia de justificación, Plenel exclamaba: "Ese era el párrafo más poderoso y digno de su artículo". Así que Mohammed Nemmouche, el torturador en Alepo, el asesino de judíos de Bruselas, es "nuestro monstruo", a quien incluso se le niega poseer más autonomía de pensamiento y de acción que la prevista por Mary Shelley para su criatura literaria, Frankenstein.

El jueves siguiente, fue el día de Edwy en las "Mañanas" de France Culture, donde el excelente Marc Voinchet le ofreció su espacio semanal para administrar a sus oyentes una dosis concentrada de sus delirios ideológicos. Este jueves 25 de septiembre de 2014, Francia aún se estaba recuperando del asesinato del guía de montaña Hervé Gourdel por un grupo argelina emulo de Daech (El Estado Islámico o EI). ¿Cómo salir airoso ante tan difícil tesitura? Difícil, en esos momentos y ante ese asesinato, poner la barbarie de los asesinos bajo la responsabilidad de las miserias que sufren los jóvenes víctimas del acoso policial, de los repetidos controles policiales en ciertas zonas y de la miseria social en los suburbios-guetos de la inmigración.

Cuando las noticias te envían un uppercut al mentón, conviene, en buena lógica pleneliana, echar balones fuera desviándolos hacia el campo de la historia: "Aquí estamos de nuevo como en el (19)14", santificó Edwy. El escándalo del día, para él, no era el horrible asesinato a sangre fría de un guía de montaña que acompañaba a unos escaladores argelinos en las montañas de Djurdjuran, sino la unidad nacional espontánea y sincera que despertó dicho asesinato, y como resultado las condenas unánimes de este crimen y el apoyo casi unánime de la clase política francesa a una represalia militar contra los asesinos de Daech. La emoción legítima que nos invade otra vez, según Plenel, era un "lavado de cerebro", una vez denunciado por los fundadores de Canard Enchaîné en 1915 en plena guerra de 14.

A proposito de "lavados de cerebro", a Plenel se le olvidó mencionar, por supuesto, ese otro sufrido por estos jóvenes desorientados que van a buscar en la yihad un sentido a su muerte. Según Plenel, nosotros los occidentales somos "histórica y necesariamente" los culpables de cualquier cosa, incluyendo la guerra religiosa que enfrenta a los chiíes y a los sunitas en una batalla salvaje que se desarrolla desde hace treinta años en el Oriente Medio. Plenel y sus amigos de Mediapart condenan todas las operaciones llevadas a cabo para limitar la propagación de esta ideología mortífera, tanto en Malí como en Irak. Pero no es la conducción estratégica y táctica de estas intervenciones lo que critican - lo que es perfectamente legítimo -, sino su existencia o el mismo principio de dichas acciones. Hagamos lo que hagamos, llevamos el mal, en una inversión de la visión binaria y maniquea de Ronald Reagan y George W. Bush ...

¿Plenel reivindica la historia? Se lo podemos conceder. Sumerjámonos, por ejemplo, en el pasado del trotskismo, del cual persiste en reclamarse en su versión "cultural", si no en su carácter organizativo. El sello estalinista de la expresión "Hitlero-trotskista" no nos debe impedir, al igual que han hecho todos los historiadores serios, revisitar el pasado de este movimiento durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1938, el tono es establecido por su patrón, León Trotsky, en su artículo "lucha antiimperialista": " Reina actualmente en Brasil un régimen semi-fascista que ningún revolucionario puede valorar sin odio. Supongamos que, sin embargo, mañana Inglaterra entra en conflicto militar con Brasil. Yo os pregunto: ¿de qué lado debería estar la clase obrera? Responderé por mí mismo que, ante esta situación, estaré del lado del Brasil "fascista" contra la Inglaterra "democrática". ¿Que por qué? Porque en el conflicto que les opondría, no se trata de democracia o de fascismo. Si ganara Inglaterra, ella establecería en Río de Janeiro a otro fascista, y nada cambiaría en Brasil. Pero si ganara Brasil, eso podría dar un impulso significativo a la conciencia nacional y democrática de este país y conduciría al derrocamiento de la dictadura de Vargas (el dictador en esos momentos en Brasil)".

Después del asesinato de Trotsky, sus seguidores de la Cuarta Internacional se dedicaron a aplicar estas "enseñanzas", sustituyendo a Brasil por la Alemania de Hitler. Los trotskistas franceses, en su gran mayoría, y hasta la Liberación (1944), practicaron el entrismo (infiltración) en los partidos colaboracionistas, incluyendo a la "Rassemblement national populaire" de Marcel Deat, preconizando el "derrotismo revolucionario" de cara a la Alemania nazi. Esto es lo que se podía leer en La Verité, el órgano del movimiento trotskista, el 22 de agosto de 1944, mientras que la batalla para derrotar a Hitler hacía estragos. Bajo el titular "¿Por qué no nos hemos unido a la Resistencia?", se podía leer la siguiente directriz a la clase obrera francesa: "Sabemos que ese programa no es el vuestro. Vosotros pensáis que debemos mantener la Unión Sagrada con los partidos de la burguesía, y tomar a nuestra cuenta sus fines en esta guerra. Pero nosotros creemos que esta política está ampliando la brecha entre los trabajadores franceses y alemanes, lo cual ha dado lugar, entre otros resultados, soldar a los trabajadores alemanes con los objetivos de su propia burguesía, prolongando de este modo la existencia de Hitler y paralizando la revolución en Alemania y Europa".

Los tiempos han cambiado, pero el espíritu sigue siendo el mismo: el enemigo no es el fascista, el carnicero y el matarife, actualmente el yihadismo, sino los que se unen para luchar contra él.

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