Thursday, October 23, 2014

Un mundo sin judíos - A. Kirsch - Tablet



El título del nuevo libro de David Nirenberg, "Antijudaísmo: la tradición occidental", utiliza un término deliberadamente diferente al que estamos acostumbrados. El odio y la opresión que han sufrido los judíos se conoce desde finales del siglo XIX como antisemitismo, una etiqueta, vale la pena recordarlo, originalmente llevada con orgullo por esos alemanes que odiaban a los judíos. ¿Cuál es la diferencia entonces entre antisemitismo y antijudaísmo? La respuesta, tal como se desarrolla en este tour de force académico emprendido por Nirenberg, se podría resumir así: el antisemitismo necesita a unos judíos contemporáneos para poder perseguirlos, el antijudaísmo, por el contrario, puede florecer perfectamente sin ellos, ya que su objetivo no es un grupo de personas, sino una idea.

La tesis de Nirenberg es que esa idea de Judaísmo, que solamente tiene un parecido pasajero con el judaísmo practicado y vivido por los judíos, ha estado en el centro mismo de la civilización occidental desde sus inicios. Desde el Egipto ptolemaico al cristianismo primitivo, desde la Edad Media católica a la Reforma protestante, desde la Ilustración hasta el fascismo, siempre que Occidente ha querido definir “todo aquello que no es”, cuando ha querido poner un nombre a sus más profundos temores y aversiones, ha utilizado al Judaísmo como el término que tiene más fácilmente a mano. El "antijudaísmo", sintetiza Nirenberg, "no debe entenderse como algo arcaico y oscuramente irracional situado en el gran edificio del pensamiento occidental. Más bien, fue una de las herramientas básicas con las que se construyó ese mismo edificio".

Esta es una conclusión bastante deprimente, especialmente para los judíos destinados a vivir en el interior de ese edificio, pero el viaje intelectual al que nos embarca Nirenberg resulta muy estimulante. Cada capítulo de "Antijudaísmo" se dedica a una época de la historia de Occidente y a su particular tipo de antijudaísmo que fomentó. Pocos, si es que existe alguno, de estos momentos son nuevos descubrimientos, y, de hecho, el argumento principal de Nirenberg es que ciertos tipos de antijudaísmo han sido tan importantes para la cultura occidental que los damos por sentado. Lo que Nirenberg ha conseguido es conectar todas estas variedades de antijudaísmo en una narrativa convincente, trabajando con las fuentes originales para sacar todas las consecuencias de los escritos seminalmente antisemitas.

La razón principal por la cual el Judaísmo, y por lo tanto el antijudaísmo, ha sido esencial en la cultura occidental es, por supuesto, el Cristianismo. Pero ya en su primer capítulo, el libro de Nirenberg nos muestra como algunos persistentes tropos anti-judíos son anteriores a Jesucristo en cientos de años. El historiador griego Hecateo de Abdera, cuyos escritos son de alrededor del 320 a. C. , registró una tradición egipcia que invertía la conocida historia del Éxodo. En esta versión, los hebreos no escaparon de Egipto, sino que fueron expulsados ​​por ser unos elementos indeseables, "unos extraños que vivían en medio de los egipcios y practicaban una serie de ritos extraños y diferentes". Estos exiliados se establecieron en Judea bajo el liderazgo de Moisés, quién instituyó para ellos, según Hecateo de Abdera, un "modo de vida intolerante y antisocial”. Como Nirenberg nos hace observar, ahí ya podemos detectar "lo que se convertiría en un concepto fundamental del antijudaísmo, la misantropía judía”. Este elemento fue aún más destacado por un escritor algo posterior, un sacerdote egipcio llamado Manetón, quien describió al Éxodo como la revuelta de un grupo de impíos "leprosos y otros grupos de individuos impuros".

Tal como lo hará a lo largo del libro, Nirenberg describe estos textos antijudíos no con un espíritu de indignación o condena, sino más bien de indagación. La cuestión que plantea no es si los antiguos israelitas eran "realmente" leprosos, sino más bien ¿por qué los escritores tardíos egipcios afirmaron que lo eran? ¿Qué tipo de trabajo intelectual realiza el antijudaísmo en esta cultura particular? Para responder a estas cuestiones, Nirenberg examina la historia profunda de Egipto, mostrando cómo las rupturas causadas por la invasión extranjera (los hicsos…) y la innovación religiosa llegó a estar asociada con los judíos. Luego pasa a discutir las políticas del Egipto helenístico, en el que una gran población judía se intercaló entre la élite griega y las masas egipcias. En un patrón que se repite a menudo, esta posición intermedia permitió que los judíos recibieran la hostilidad de ambos lados, degenerando en frecuentes estallidos con disturbios y masacres. A largo término, escribe Nirenberg, "las características de misantropía, impiedad, anarquía y enemistad universal que el antiguo Egipto asignó a Moisés y su pueblo quedarían disponibles miles de años más tarde: una tradición que ha vuelto venerable por su antigüedad, que previsiblemente sería olvidada pero que es redescubierta, y a la que se adjudican nuevos usos por parte de las generaciones posteriores de apologistas e historiadores, en definitiva, un retorno que la vuelve "disponible para el posterior milenio”.

Con sus capítulos sobre San Pablo y la iglesia primitiva, Nirenberg comienza a navegar por las cabeceras o fuentes del antijudaísmo europeo. Pablo, cuyas epístolas instruyeron a las pequeñas comunidades cristianas en el Cercano Oriente sobre las cuestiones de conducta y doctrina, las escribió en una época en la que el cristianismo era todavía, y principalmente, un movimiento judío. En su deseo de enfatizar la novedad de su fe y la ruptura con el judaísmo que Jesucristo representaba, retrató a las dos religiones como enemigas o serias opositoras. Cuando los judíos leían las Escrituras de acuerdo con la "letra", el significado literal, los cristianos la leían según el "espíritu", como una alegoría que predecía la posterior venida de Cristo. Asimismo, cuando los judíos obedecían las leyes tradicionales, los cristianos fueron liberados de ellas por la fe en Cristo, lo cual explica por qué no era necesario que los gentiles convertidos al cristianismo siguieran prácticas judías como la circuncisión. Al "judaizar", para usar un término acuñado por Pablo, el gentil estaba destinado a ser un prisionero de este mundo, a creer en lo visible en lugar de lo invisible, a valorar la apariencia superficial en lugar del verdadero significado, “a preferir la ley al amor”. Más que un error teológico, el Judaísmo era un error de percepción y de cognición, una forma fundamentalmente equivocada de estar en el mundo.

El problema, como Nirenberg sostiene en las secciones más interesantes de su libro, es que este es un error al que los propios cristianos son muy propensos. Pablo y los primeros cristianos vivían en la expectativa de un inminente fin del mundo, de un regreso de Cristo y del establecimiento de una nueva Jerusalén. A medida que ese final no llegaba, se hizo necesaria la construcción de una manera cristiana de vivir en este mundo. Pero esto significaba que los cristianos también tenían necesidad de una ley y del valor de la “letra”, en definitiva, tendrían la necesidad de "judaizar" en un cierto grado.

Es por eso que los debates teológicos de la iglesia primitiva, unos preámbulos a San Agustín, estuvieron moldeados muy a menudo con argumentos acerca de una “judaización”. Marción, un herético del siglo II d. C. , continuó la denigración de Pablo de la "letra" hasta el punto de descartar todo el Antiguo Testamento (tal como era conocida la Biblia hebrea), ya que seguir leyendo las escrituras judías suponía perderse la radical novedad aportada por Cristo. Por otro lado, Justino Mártir, el oponente ortodoxo de Marción, creía que esta reducción del Antiguo Testamento a su contenido meramente literal era en sí una manera de repetir un error "judío". En otras palabras, tanto Marción como Justino se acusaban el uno al otro de judaizar, de leer y pensar como un judío. Esto también se convertiría en un modelo para la posterior y subsecuente historia cristiana (y post-cristiana): si el Judaísmo era un error, cada error podría ser considerado potencialmente como judío. "Esta lucha por controlar el poder del Judaísmo'", escribe Nirenberg, "llegará a ser uno de los temas más persistentes y explosivos de la teología política cristiana, desde la Edad Media a la Modernidad".

Con el surgimiento de los sistemas políticos católicos en la Edad Media, el antijudaísmo se volvió algo menos teológico, y pasó a ser un elenco más material. En países como Inglaterra, Francia y Alemania, los judíos mantenían un estatus legal único como "sirvientes" o "esclavos" del rey, hecho que los colocaba fuera de la cadena normal de las relaciones feudales. Esto permitió a los judíos jugar un papel muy necesario, aunque detestado ampliamente, en las finanzas y/o en la recolección de impuestos, al mismo tiempo que se demostraba el poder único del monarca. La consolidación de la dinastía Capeto como reyes de Francia, especula Nirenberg, descansó en parte en su pretensión de controlar el estatus de los judíos, una prerrogativa real muy lucrativa: el rey saqueaba a "sus" judíos cuando tenía necesidad de efectivo. Al mismo tiempo, al ser la cara pública del poder real,  dejaba a esos mismos judíos expuestos al odio del pueblo en líneas generales. Los disturbios contra los judíos y las acusaciones de asesinato ritual se convirtieron en formas populares de demostrar la insatisfacción con el gobierno. Cuando los sujetos medievales querían protestar contra sus gobernantes, a menudo acusaban al rey de estar conchabado con los judíos, e incluso de ser él mismo de origen judío.

El hilo conductor de “Antijudaísmo” es que tales acusaciones contra el judaísmo tienen poco que ver con los judíos reales. Son producto de un discurso gentil que los cristianos sostienen con otros cristianos, acusándoles de judaísmo. El mismo principio se aplica en los fascinantes capítulos posteriores del libro de Nirenberg. Cuando Martín Lutero se rebeló contra el catolicismo, atacó a una iglesia "que tenía una comprensión legalista de la justicia de Dios", al igual que el judaísmo: "En este sentido, la iglesia romana se había vuelto más judía que los propios judíos". Cuando los revolucionarios puritanos de la Guerra Civil inglesa pensaron en la constitución ideal del Estado, miraron hacia la antigua república israelita descrita en los libros bíblicos de Jueces y Reyes.

Sorprendentemente, Nirenberg nos muestra como el declive de la religión en Europa y el auge de la Ilustración hicieron muy poco para cambiar la retórica del antijudaísmo. Voltaire, Kant y Hegell, todos ellos utilizaron al judaísmo como una figura de aquello que querían superar: la superstición, la moral legalista, el pasado muerto y superado. Finalmente, en un breve capítulo final sobre el siglo XIX y posteriores, Nirenberg muestra cómo Marx recapituló antiguos tropos antisemitas cuando concibió la revolución comunista como "una emancipación de la humanidad del judaísmo", es decir, “del dinero, el comercio y la alienación social“. Y todo esto sin mencionar algunos de los capítulos más sorprendentes de Nirenberg, incluyendo uno sobre el papel del judaísmo en el Islam primitivo y otro dedicado a una lectura atenta de “El mercader de Venecia” de Shakespeare.

Nirenberg tiene un claro y manifiesto conocimiento de una gran variedad de contextos históricos e intelectuales, y, a diferencia de muchos historiadores, es capaz de escribir con elegancia y claridad sobre temas complejos. No es sino hasta el final de su libro sobre el antijudaísmo cuando toca, oblicuamente, la cuestión de lo que significa esta antigua tradición intelectual para los judíos de hoy. Pero como él nos sugiere, la genealogía que conecta el antisionismo contemporáneo con el tradicional antijudaísmo es clara: "Vivimos en una época en la que millones de personas están expuestas diariamente a alguna variante del argumento que explica mejor los desafíos a los que se enfrenta el mundo en el que vive en función del término Israel". "A pesar de todos los progresos realizados en el mundo desde el Holocausto, ha llegado la hora de pensar racionalmente acerca de los judíos y el judaísmo, y la historia que nos cuenta Nirenberg nos dice que eso no se ha terminado. Cualquier persona que quiera comprender los desafíos de pensar y vivir como un judío en una cultura no judía debe leer su libro: 'Antijudaísmo' ”.


Intercambio entre Shmuel Rosner y David Nirenberg sobre el libro "Antijudaísmo"

Querido David,

me atrevo a decir que me gustó tu libro pues resulta fascinante, pero también era deprimente en la medida que sería muy difícil definirlo como "agradable", en el sentido ordinario. La impresión que se obtiene de la lectura de su libro se puede resumir en varios puntos:

A. Los judíos siempre fueron considerados como unos chivos expiatorios foráneos.
B. No había muchas cosas que hacer al respecto, porque cualquier cosa que hicieran se volvía contra ellos.
C. Ni siquiera tenían que ser odiados.
D. El mundo occidental (el suyo es un libro sobre la tradición occidental) necesitaba al judío como chivo expiatorio, y fue construido como la última imagen especular del judaísmo.

Así que la primera pregunta que me viene a la mente, por supuesto, es si ¿el antijudaísmo es una constante en la vida judía, una que no podemos soñar que se desvanecerá?.

Antes, sin embargo, me gustaría que usted perfeccionara e incluso corrigiera la manera un tanto simplista en la que traté de comunicar el tema de su libro a los lectores que aún no habían encontrado tiempo para leer "Antijudaísmo: La tradición occidental". Gracias de antemano por sus pensamientos,


Estimado Shmuel,

me alegro de que estés fascinado por el libro, pero también siento mucho haberte deprimido. No quise hacerlo. Es cierto que el libro trata sobre algunos hábitos profundamente arraigados en el pensamiento occidental, hábitos que han tenido efectos de gran alcance sobre las posibilidades de existencia de los judíos (y no sólo de los judíos) en el pasado. Pero pienso en el libro como algo muy esperanzador, en el sentido de que, por ejemplo, la psicoterapia es esperanzadora: no hay nada más optimista que la creencia de que, si nos entendemos a nosotros mismos un poco más profundamente, podemos aprender a vivir de manera diferente. Mi libro es un intento de hacer algo similar. Al proporcionar un sentido más profundo de cómo nuestras culturas han sido moldeadas por su forma de pensar (a menudo en contra) acerca del judaísmo, nos ayudará a ser más conscientes sobre las formas en que la historia de nuestras ideas conforma cómo vemos nuestro mundo. ¿Qué podría ser más esperanzador que eso?

Siendo un mensch (tío legal), eres lo suficientemente amable como para ofrecerme la oportunidad de mejorar o corregir tú caracterización de mi libro, y al ser un profesor, soy lo bastante pedante como para acceder a tu sugerencia. Podría estar equivocado, pero no creo haber usado nunca la expresión "chivo expiatorio" en el libro. Mi argumento no es que los judíos fueron siempre unos chivos expiatorios (aunque estoy seguro de que a menudo lo fueron). En cambio, lo que trato de mostrar es cómo, dentro de lo que a veces llamamos la tradición occidental, el "judaísmo" se convirtió en un concepto básico con el que la gente trataba de dar sentido a su mundo, y la superación de ese "judaísmo" se convirtió en uno de sus ideales básicos.

¿Por qué he puesto "judaísmo" entre comillas? Debido a que este concepto de "judaísmo" tenía poco que ver con lo que cualquier judío real y viviente podría pensar, creer o realizar, aunque ciertamente les afectaba cómo judíos reales que vivían en ese mundo (que interpretaba a su manera su religión). No obstante, esa otra visión del "judaísmo",  la generada por el “no judío” y cuyo objetivo era superarlo, se genera desde dentro de las dos grandes religiones de la tradición occidental, el Cristianismo y el Islam, a veces en contacto o en diálogo con el verdadero judaísmo. Ya podemos ver este proceso en acción (de recreación del judaísmo) en las escrituras de esas dos religiones.

Recuerden la epístola a los Gálatas, por ejemplo, cuando Pablo de Tarso discute con San Pedro sobre cómo los conversos gentiles deben seguir a Jesús. Allí Pablo acusa a Pedro de querer “judaizar” a los gentiles (Gálatas 2,14), y explica que por "judaizar" entiende dar prioridad a la letra de las Escrituras sobre su significado alegórico, y a la carne sobre el espíritu. Cuando un seguidor de Jesús hace esto, dice Pablo, "judaiza", es decir, que de alguna manera se convierte en un judío. Por supuesto, Pablo y Pedro eran ellos mismos judíos, y sabían algo acerca del verdadero judaísmo. Pero lo importante es que ya aparece ahí, en uno de los documentos más antiguos que sobreviven de un seguidor de Jesús (cerca del 50 d. C.), que "judaizar" no significa ser un judío real, vivo y confesó. Significa en realidad que cualquier persona (en este caso los seguidores gentiles de Jesús) que preste demasiada atención al significado literal de una palabra, o al cuerpo de un texto, o a una "Ley", se muestra en oposición a la gracia o al mundo espiritual. En otras palabras, "judaísmo" representa aquí una actitud hacia el mundo

Pero aquí está el problema: ¿Hay alguna manera de leer una palabra sin prestar atención a su sentido literal? ¿O vivir en una sociedad humana sin ley? Si no es así, entonces todo el mundo, no importa cuán cristiano sea, está en peligro constante de "judaizar". Algo similar ocurre en el Islam, y por razones similares. El Corán utiliza a los judíos para poder representar la hipocresía y a los hipócritas: aquellos que se presentan bajo una forma en el exterior, pero que en su interior escondían una opinión diferente. Esta también es una acusación que se puede asignar a cualquiera, por la diferencia existente entre lo que hoy podríamos llamar la apariencia pública y la conciencia privada, lo cual ha sido durante mucho tiempo un atributo fundamental de los seres humanos viviendo en sociedad.

Así que no debería sorprender que, al siglo del nacimiento de cada una de estas religiones, "judío" y "judaizante" se convirtieran en palabras que podrían ser, y así lo fueron, aplicadas a cualquier persona dentro de esas mismas religiones, y no eran inmunes a ello emperadores cristianos y califas musulmanes. Incluso nos encontramos con futuros santos lanzando acusaciones, como cuando San Agustín se mostró preocupado por la traducción de San Jerónimo de la Biblia desde el hebreo, a la que acusó de dar demasiado poder a los judíos, y San Jerónimo acusó a su vez a San Agustín de convertir cristianos al judaísmo.

Mi libro describe y traza este proceso, con el fin de mostrar cómo era ese anti-judaísmo que se convirtió en un concepto tan básico dentro de las culturas nacidas del cristianismo y el islam.
Pero también hace hincapié en que el concepto, aunque muy flexible, no es al azar.

El anti-judaísmo es una manera de tratar de entender y superar la brecha entre lo real y lo ideal, entre un mundo siempre cambiante y caótico que encontramos en nuestros cuerpos y a través de nuestros sentidos, y las verdades trascendentes y eternas que anhelamos. ("Nosotros" aquí no significa necesariamente usted o yo, sino que me refiero a todos los que han sido moldeados por el anhelo de trascendencia que impregna gran parte de nuestra historia). Y hay razones para que los judíos y el judaísmo tengan que venir a hacer este trabajo dentro del pensamiento occidental, y por unas razones que no tienen mucho que ver con la historia de las religiones, a través de las cuales las ansias de trascendencia han sido canalizadas y expresadas.

Mi meta es hacer que esas razones y su historia se distingan claramente, y trato de lograr ese objetivo mostrando cómo, en el tiempo y en el espacio, y en diferentes lugares y épocas hasta más o menos nuestros días, estas ideas sobre el judaísmo se han transformado con el fin de adaptarse al nuevo sentido de un mundo siempre cambiante. La Reforma, la Ilustración y la Revolución Francesa, la filosofía idealista y el marxismo, la modernidad y la democracia de masas: todas ellas han sido producidas, y en parte nosotros mismos, por las nuevas formas de poner el antijudaísmo a trabajar.

¿Significa esto que "no podemos soñar con que se desvanecerá (esa visión del Judaísmo)", me comentas en tu última pregunta? Escribí el libro en parte porque creo que (¿de manera pesimista?) nuestro propio mundo también puede volver a encontrar sus propias maneras de poner estos viejos hábitos de pensamiento a trabajar, y en parte porque creo que (¿de manera optimista?) los historiadores pueden ayudarnos a ser más críticos con esos hábitos. Nosotros hacemos nuestra propia historia, pero no hacemos la que nos plazca, y tener conciencia de la gravedad que el pasado ejerce sobre nosotros puede ser un poderoso estímulo para que nuestra conciencia identifique como las formas y los hábitos de nuestras ideas preconcebidas dan forma a nuestra manera de pensar el mundo tal como lo vemos. Mi esperanza es que este libro proporcionará dicho estímulo. No podemos "deshacernos" de nuestro pasado, pero no tenemos que permanecer prisioneros de él.

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1 Comments:

Blogger Cristianismo Laico said...

EL PADRE Y YO SOMOS UNA SOLA Y MISMA COSA” EXCLAMÓ CRISTO AL EXPERIMENTAR EL ENCUENTRO CERCANO CON DIOS. Nuestra concepción de Dios emanada del Antiguo Testamento es fantástica, nefasta, caduca. Es por ello, que el mundo cristiano de hoy, necesita librarse de atavismos bíblicos, de las tradiciones judías, y de las reformas judaizantes de la Iglesia post conciliar. Necesita de operarios de la viña del Señor que imiten a Cristo, como Sor Teresa de Calcuta. Necesita del conocimiento espiritual y del desarrollo de la espiritualidad mediante la práctica de la virtud, como lo proponía la educación en la paideia griega promovida por los sabios alejandrinos con objeto de alcanzar la trascendencia humana y la sociedad perfecta; y por ello, tomaron como ejemplo de la vida en la virtud, los hechos y enseñanzas de Cristo narrados en los Evangelios. Necesita de un criterio de verdad que sirva de tabla rasa, y nos ayude a separar la verdad de la mentira en cuestiones religiosas. Necesita del estudio e investigación de los fenómenos espirituales y sus aplicaciones místicas y científicas; para poder comprender las doctrinas, las enseñanzas y las prácticas comprendidas en la doctrina de Cristo, y así poder distinguir objetivamente las identidades y las diferencias presentes en todas las religiones y prácticas religiosas y místicas que demarcan un camino común por el que transita la humanidad hacia su desarrollo espiritual; como lo son las doctrinas de: la inmortalidad del alma, la trascendencia humana, la muerte mística y el renacimiento o resiliencia humana, la salvación por obras, la re-encarnación o trasmigración de las almas; la experiencia del encuentro cercano con Dios o mundo espiritual, y las moradas celestiales; las practicas místicas como el yoga, la meditación trascendental, el ayuno, la no violencia, el desapego, la hermandad universal, la empatía con el dolor ajeno, etc. Demarcaciones que nos permiten darnos cuenta que desde la Iglesia primitiva nos desviaron de camino del desarrollo espiritual señalado por Cristo y nos condujeron hacia la ecúmene abrahámica demarcada por los convencionalismos de lo que solo es sagrado para Israel y las historietas de Dios y los ancestros de Israel, sin ser cuestiones espirituales. El cristianismo de hoy, necesita liberarse del clero judaizante y de las jerarquías religiosas que para salvaguardar sus egoístas intereses mantienen la Iglesia estancada en el oscurantismo religioso judeo cristiano, o promueven reformas modernistas, apostatas que abrogan los sacramentos, la liturgia, el rito, el rezo, el canto y la solemnidad tradicionales, atentando contra los valores cristianos, la familia y la dignidad humana Vg (solo los judíos son humanos, y los no judíos son animales con forma humana), siguiendo los dictados de la Sinagoga. Solo Cristo salva, y por ello, no necesitamos el Antiguo Testamento, porque es la letrina sagrada que contamina al cristianismo y convierte al judeo cristianismo en religión basura. Potentísima incubadora de generaciones de estultos en gran escala. Perjuicio criminal que impide la aceptación universal del cristianismo.

5:35 PM  

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