Friday, November 07, 2014

Amando a Israel demasiado - Seth Frantzman - JPost



Hace dos semanas, una protesta en Tel Aviv dio a la gente una razón con la que reprobar a Israel por las acciones de un puñado de sus ciudadanos. Cierta gente publicó un vídeo contra la decisión de la Corte Suprema de anular una ley sobre los infiltrados africanos (que residen en gran medida en la zona ya muy depauperada del sur de Tel Aviv). "Israelíes gritando y enarbolando banderas del ISIS [el Estado Islámico, como si fueran las que representaban a la Corte Suprema de Israel]". Las reacciones fueron furiosas. "La culpa es tuya Tel Aviv", escribió una persona en las redes sociales, y otros sugirieron que los manifestantes deberían ser arrestados y encarcelados. Muchos judíos progresistas expresaron su indignación en el extranjero. Ellos sentían, nuevamente, vergüenza de Israel.

La gente suele confundir a los amantes de Israel y a los que lo odian. Ellos no entienden las motivaciones de estos grupos. El columnista del Haaretz Bradley Burston hablaba recientemente en un artículo de ese problema cuando afirmaba: "En una escala del 1 a 10, ¿cuánto me encanta Israel? Un 10... Conozco a muchas, muchas personas que verdaderamente aman a Israel, y la mayoría de ellas son de izquierdas".

Esto es un lugar común entre aquellos que quieren mostrar hacia Israel un "amor duro o exigente (condicionado)".

El “amor" es la lente a través de la cual el interés que se siente por Israel se mide muy a menudo. Joshua Muravchik escribe en Thetower.org sobre "por qué la izquierda debería dejar de ser hipercrítica y amar al Estado judío de nuevo". La razón, dice, es que "para cada norma concebible del liberalismo", Israel lo está haciendo bien. En otro blog, Michal Brull tiene una visión en consecuencia: "Si tanto amamos a Israel, entonces ¿por qué no estamos luchando por su moralidad?".

Cuando el "amor" es el enfoque, las decisiones de uno resultan elocuentes. El columnista Shmuel Rosner escribió recientemente: "Sería natural para los israelíes esperar el amor incondicional de sus parientes judíos no israelíes". Del mismo modo, Debra DeLee afirmaba que "me encanta Israel y estoy muy preocupada por su futuro como una democracia y un Estado judío. Es a causa de mi amor por Israel que no compro productos fabricados por las empresas que se encuentran en los asentamientos de Cisjordania".

Cuando Israel es amado demasiado, también es odiado demasiado.

Consideremos el caso de la marcha racista en el sur Tel Aviv y cómo algunos en la diáspora se sintieron "avergonzados" de Israel. Cuando los neonazis se manifestaron en los EEUU, estos mismos individuos no tuvieron la pretensión de avergonzarse de América; de hecho, fueron la ACLU y el abogado judío Joseph Burton quienes lucharon por los derechos de los nazis de manifestarse en Skokie. Cuando un policía disparó a un adolescente negro desarmado en los EEUU, ellos tampoco sintieron tanta "vergüenza" como cuando un policía israelí dispara a un palestino.

Israel tiene una singular manera de provocar vergüenza en aquellos que dicen que les encanta Israel. El país está sometido a una especie de “crimen de honor” público, siendo lapidado, por así decirlo, a la mínima, al igual que las mujeres en Pakistán, Irak o Egipto son asesinadas para proteger el "honor" de la familia.

Pero no hay que olvidarlo: aquellos que están lapidando a Israel son esos honestos amantes de Israel, los que realmente aman a ese país. Y es que el problema es que esa gente ama a Israel demasiado. De hecho, están obsesionados con Israel.

Consideren la posibilidad de la ruptura de la agrupación estudiantil judía Hillel en dos secciones, Open Hillel y Hillel. Y la ruptura fue a causa de Israel. Un grupo aparentemente se volvió totalmente abierto a considerar todo posible debate sobre Israel (inclusive las ventajas o la necesidad de su destrucción) y el otro grupo no lo hizo.

En una reciente reunión de Open Hillel se oyeron voces que iban desde Peter Beinart a la izquierda radical pro BDS. Algunos de los asistentes llevaban camisas diciendo "Otro judío apoya el BDS (boicot de Israel)". Y este es un grupo intensamente judeo-israelí.

Martin Federman, un ex director ejecutivo de la Fundación Hillel y ahora miembro de la “Voz Judía por la Paz” y co-presidente de “Judíos de América por una Paz Justa-Boston”, escribió: "¿Deberían esos que aman a Israel y que, preocupados por su futuro, apoyan, por ejemplo, los llamamientos a favor de "una solución de un único estado”, ser excluidos de la participación en las conferencias Hillel?”. Es decir, Hillel se ha roto por amor a Israel, no por odiarlo.

Se podría pensar que para los cientos de miles de estudiantes judíos de las universidades estadounidenses podría haber otras cosas que quisieran escuchar o discutir en Hillel, además de otro debate sobre Israel, otras conferencias además de las de Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio), pero resulta que para todos estos "amantes de Israel" nunca hay suficiente.

Cuando estaba en la Universidad de Arizona teníamos a unos "extremistas judíos de izquierda" en el club de senderismo. Eso al menos resultaba saludable. La Hillel de hoy en día está empecinada en una historia de amor poco saludable y rupturista sobre Israel.

En suma, la retórica lo dice todo, y frases como "Amo mucho a Israel" y "los que realmente aman a Israel" se han convertido en las frases clichés de ese léxico. Pero la verdad es que el amor - ese amor - es el problema, pues se trata de una relación abusiva.

Piensen en ello. Algunas personas aman tanto a su pareja que acaban asfixiándola. Hay gente que acechan a su "amor" e incluso algunos psicópatas han raptado a sus seres queridos para que solamente les pertenezca a ellos. Y esto es algo de lo que ha sucedido aquí. Israel está sufriendo por una relación abusiva de parte de unos individuos que le declaran un amor asfixiante. Y ese amor va más allá de un amor duro o exigente. Se trata de violencia doméstica.

Una muestra fue el poema de amor dedicado a Israel de parte de Richard Cohen, "¿Es bueno Israel para los judíos?", un claro ejemplo de ese tipo de abusos. Él se preguntaba: "¿Qué pasará cuando los judíos de las tierras islámicas, ya casi el 50% de la población, se conviertan en una saludable mayoría demográfica y cambien la cara que Israel presenta al mundo, especialmente ante los Estados Unidos? ¿Qué sucederá cuando les sumemos los árabes de la antigua Palestina y los expansivos ultra-ortodoxos?". ¿Qué va a pasar, Sr. Cohen? ¿Quiere decirnos que la diversidad étnica de Israel supondrá una amenaza para el apoyo de los judíos americanos?

Los judíos americanos y de la diáspora no parecen haber tenido ningún problema a la hora de identificarse con un presidente afroamericano. Tal vez es como el problema de Skokie, que lo que es aceptable en los Estados Unidos no es aceptable en Israel.

Y es que el amor que algunos vierten hacia Israel es semejante al de esos padres que no quieren que sus hijos crezcan y sean independientes.

Cuando te sumerges en libros como el de Peter Beinart, lo que te encuentras es la nostalgia melancólica de algunos judíos americanos liberales por los "buenos viejos tiempos”, y frecuentemente en ellos reverdecen sus antiguos credenciales "sionistas" recordando sus estancias juveniles en campamentos sionistas y sus visitas a Israel en los "viejos buenos tiempos". Y al igual que Peter Pan, ellos tampoco crecieron. Parecen no poder saber si ahora son personas maduras o permanecen aún en su juventud, pero lo que sí tienen claro es que no quieren que Israel crezca. Israel no puede ni debe estar exento de su sabia capacidad de guía, como esos profetas de la Biblia que hicieron llover fuego y azufre del infierno sobre sus hermanos descarriados. Pero a diferencia de los profetas, este grupo no tiene ninguna alianza con Dios.

Y es que para que los niños crezcan, tienen que cometer errores.

Israel, por supuesto, ha cometido errores. Pero permanecer eternamente "avergonzados" no supone ninguna ayuda. Las voces de los que se declaran "amantes de Israel" deben ser entendidas por lo que son, un grupo de judíos de la diáspora que, en su mayor parte, están negociando y discutiendo con su propia identidad como judíos de la diáspora.

Ellos imponen sus propias batallas internas a Israel, que paga un precio por sus inseguridades, además de contemplar como esta gente se rebela contra la generación de sus padres a quien acusa de estar demasiado cautivada por Israel y no ser lo suficientemente crítica. Se trata pues de una relación inmadura.

Y no se trata por lo tanto de un "amor duro o exigente", ya que aman tanto a Israel tanto la detestan.

Ya va siendo hora de que den a Israel el respeto que se merece como país independiente con 66 años de edad, y que en caso de juzgarlo le apliquen las normas que aplican a su propio país, y darle por lo tanto el beneficio razonable de la duda.

Israel, así como los palestinos, se beneficiarán de una relación “amorosa” mucho más madura.

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