Sunday, November 30, 2014

La verdad acerca de la Ley sobre el Estado-nación judío - Seth J. Frantzaman - Algemeiner



En una entrevista de 2007, el ex presidente de la Knesset y de la Agencia Judía Avram Burg afirmó que "definir al Estado de Israel como Estado judío es la clave de su fin. Un Estado judío es algo explosivo, es dinamita". El "arrebato de Burg" es emblemático de una extraña controversia que se ha instalado en Israel en las últimas semanas y que amenaza con derrocar al actual gobierno, y todo ello por una ley que trata de consagrar lo que ya existe.

Estamos por lo tanto ante un proyecto de ley aprobado por el Consejo de Ministros, pero todavía no votado en la Knesset, y que se denomina Ley Fundamental: "Israel como el Estado-nación del pueblo judío".

El 24 de noviembre, el New York Times afirmó que Israel estaba "reduciendo su democracia" con este proyecto legislativo, y continuó denunciando esta ley como "un polémico proyecto que definiría oficialmente a Israel como el Estado-nación del pueblo judío". El NYTimes comparó esta ley con una propuesta que discriminara a los afroamericanos y afirmó que iba en contra de la "visión inclusiva del estado" existente en las democracias liberales.

La reacción en Israel y en el extranjero ha sido de apoplejía. Un artículo reclamaba que los israelíes ahora tendrían que elegir entre judaísmo y democracia. Los miembros del Instituto por la Democracia en Israel, Mordechai Kremnitzer y Amir Fuchs, afirmaron que representaba un "peligro para la empresa sionista". El Departamento de Estado estadounidense advirtió que "esperamos que Israel se adhiera a sus principios democráticos". El Haaretz reutilizó esta línea de argumentación diciendo que el proyecto de ley "debilita las instituciones democráticas". El derechista ex ministro de Defensa Moshe Arens afirmó en el Haaretz que se trataba de una ley "inútil y perjudicial", y el académico de la Universidad de Tel Aviv Aeyal Gross, argumentó que llevaría a "la desigualdad entre israelíes". Incluso Ruth Gavison, una profesora de derecho en general favorable a una visión más sionista del estado, sintió que la ley alteraría el "delicado equilibrio" entre el judaísmo y los derechos democráticos y humanos.

¿Qué demonios ocurre con los motivos de ésta ley? Originalmente, nació de la propuesta del dirigente del Likud Zeev Elkin, luego el proyecto de ley fue propuesto en 2011, y ahora ha sido aprobado por la Gabinete, y en una aguada y rebajada formulación podría ser presentado por el Primer Ministro para su votación final. La ley fue apoyada inicialmente por un amplio espectro del centro-derecha y la derecha política, incluidos los miembros de Kadima en 2011 y por el ex jefe del Shin Bet Avi Dichter.

Todo el mundo que discute este proyecto de ley parece admitir que no hace más que consagrar legistativamente lo que ya existe. Kremnitzer y Fuchs señalaron que las características judías de Israel fueron "reflejadas en la Declaración de Independencia, en la Ley del Retorno y en la legislación que se refiere a la bandera, el himno y los símbolos". Muchos árabes israelíes protestaron por esta ley al interpretarse que los consagraría como "ciudadanos de segunda clase", pero a la vez admitieron que sería simplemente la consagración legislativa de una "discriminación que creían de facto ya existente".

Esta ley es a menudo criticada desde un punto de vista americano como estando fuera de sintonía con los valores occidentales. La ex ministra de Educación israelí, Yuli Tamir, afirmó que era lo contrario a la Constitución de los Estados Unidos, mientras que Avital Burg en The Forward se burló del proyecto de ley al señalar que si se transplantara a los EEUU se leería  como si los "valores protestantes sirvieran de inspiración para los legisladores y los jueces americanos".

Pero lo que estas voces se pierden es que hay muchos estados en el mundo que consagran en una ley varios aspectos de su identidad nacional y religiosa. Michael Freund escribía en  The Jerusalem Post  que "en Gran Bretaña se requiere que la Reina (o el futuro rey) sea miembro de la Iglesia Anglicana" y en Dinamarca la Iglesia Luterana se garantiza el apoyo del Estado. La ley del Estado-nación de Israel, y el carácter actual de Israel como un Estado abrumadoramente judío con sus símbolos judíos, son similares a las existentes en la mayoría de los países, como por ejemplo Grecia, Bulgaria, Irlanda, Croacia, Irán, Japón o Malasia.

Israel puede estar fuera de sintonía con las concepciones americanas de la democracia liberal, pero no necesariamente con el resto del mundo.

Hay una caricatura en la web que muestra a David Ben-Gurion leyendo la Declaración de Independencia y alguien gritándole "fascista", una forma de burlarse de cómo la gente actualmente está despotricando del proyecto de ley del Estado-nación tachándolo de "fascista". La Declaración de Independencia de Israel, que los críticos de la actual propuesta de ley afirman que logra un "equilibrio" entre lo judío y lo democrático, en realidad usa la palabra "judío" en veinticuatro ocasiones y nunca utiliza la palabra democrático. Por no hablar de su mención del "derecho natural de los judíos a ser dueños de su propio destino", del "derecho del pueblo judío a un renacimiento nacional" y "del derecho del pueblo judío a reconstruir su Hogar Nacional". Además, esta Declaración tiene un párrafo dedicado a la "igualdad completa de todos sus habitantes", y dice que el Estado va a proveer a todos sus habitantes de libertad "según lo previsto por los profetas de Israel".

Los que critican el actual proyecto de ley del Estado-nación judío como si estuviera fuera de sintonía con la Declaración de Independencia, o de la visión original de Israel del sionismo, evidentemente no han leído esta Declaración de Independencia.

Si la ley es necesaria, es otra cuestión. Fue creada por el temor de que la creación de un Estado palestino pudiera dar lugar a una creciente demanda de derechos nacionales por parte de la minoría árabe de Israel y de una demanda de un "Estado de todos sus ciudadanos" por el que las ONG árabes han estado abogando recientemente. Así Palestina se convertiría en un Estado nacional palestino para los palestinos, mientras que con el tiempo se exigiría a Israel que rebajara sus aspectos nacionales judíos, un hecho que Benjamin Netanyahu articuló cuando exigió a la Autoridad Palestina que reconociera a Israel como un Estado judío.

Sin embargo, no hay nada en la presente ley que, o bien cambie los derechos y la situación de los ciudadanos árabes de Israel, o que esté fuera de sintonía con el paradigma sionista existente. El hecho es que algunos israelíes se sienten incómodos con que se declare en voz alta que Israel es un Estado-nación judío, ya que sienten que un Estado-nación es demasiado nacionalista como concepto y quieren que Israel sea más europeo en su conformación.

Y esa negación del Estado-nación judío que preconiza que Israel siga el camino de los Estados europeos que han desarraigado su estado nacional y han abrazado un multiculturalismo más al estilo americano, es un debate que los israelíes deberían tener honestamente, pero sin demagogias y sin disfrazar lo que representa la actual ley del Estado-nación judío.


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