Friday, December 05, 2014

En Israel, y es la verdad, no se silencia a los disidentes - Noah Efron - Haaretz



(Con cierto retraso, un estupendo artículo que deja en evidencia todo el victimismo de la extrema izquierda israelí)

Mientras escribo esto, el artículo más enviado por correo electrónico en la web del New York Times es un pequeño artículo titulado "Cómo Israel silencia a los disidentes" de Mairav Zonszein, quién, como yo, se trasladó a Israel desde América, donde nació. Y como yo, ella es una activista política de izquierdas [N.P.: y antisionista, por lo que he podido leer de ella]. Zonszein describe en su artículo a un pequeño grupo de matones derechistas que se enfrentaron a un grupo de manifestantes pacifistas en Tel Aviv durante la guerra de Gaza; las amenazas de muerte telefónicas contra una reconocida actriz teatral de 75 años, Gila Almagor, después de que un diario informó que ante el vergonzoso y brutal asesinato de un adolescente palestino en Jerusalén declaró sentir vergüenza de ser israelí; la cancelación de un anuncio comercial a un comediante talentoso, Orna Banai, después de que expresara su simpatía por los niños de Gaza; y finalmente las amenazas contra un periodista del Haaretz, Gideon Levy, quien describió a los pilotos israelíes como criminales de guerra. Todo esto, decía Zonszein, demostraba "el silenciamiento agresivo de cualquier persona que exprese su desaprobación ante las políticas israelíes o exprese empatía por los palestinos".

La cuestión es que esas acciones no demuestran ese supuesto silenciamiento..

No me malinterpreten, se trata de acciones terribles. Yo mismo participé en las manifestaciones por la paz en Tel Aviv durante la guerra de Gaza, y vi a ese puñado de derechistas provocando para desatar una pelea. También vi a Almagor en el noticiero de la noche, y luego en las noticias de la mañana, describiendo el odio que encontró en su página de Facebook. En la radio, oí a Banai (al que adoro) decir cómo la irresponsable compañía de cruceros que había cancelado su participación en unos anuncios le había comunicado que se había convertido en una mala publicidad comercial. Y vi a Levy informar de su “heroica apatía” ante su escarnio público en las redes sociales, la radio y la televisión. Mi estómago también se revolvió cuando vi, oí y leí todas esas cosas, al igual Zonszein.

Pero he de recordar, y esto es lo importante, que vi, oí y leí todas estas cosas. Las críticas a estas acciones me llegaron. La discusión sobre las críticas y las críticas sobre esas malintencionadas actuaciones también me llegaron. Nada ni nadie fue silenciado. La semana después de que esos jóvenes matones derechistas golpearan a tres manifestantes pacifistas hubo otra manifestación, esta vez más grande, y protegida por más policías. La actriz, el comediante y el periodista recibieron mucha publicidad y muchos tiempo y comentarios en la televisión, la radio y los diarios. El asesinato del adolescente palestino en Jerusalén fue condenado por multitudes de judíos, incluyendo a los padres de los tres adolescentes israelíes que fueron asesinados semanas antes y provocaron la represalia asesina.

Aunque la mayoría de los israelíes apoyó la guerra en Gaza, sobre todo al principio, hubo voces disidentes en todos los medios de comunicación y especialmente en Internet. Blogs como +972, donde escribe Zonszein, estuvieron muy activos, y mi feed en Facebook  estuvo lleno de críticas angustiadas - algunas del extranjero, y muchas de aquí - por las muertes y la destrucción en Gaza. El Haaretz publicó muestras de esa disidencia a diario, y artículos disidentes aparecieron en todos los otros diarios, así como en plataformas de la derecha como Makor Rishon. Las universidades organizaron conferencias públicas donde intelectuales radicales criticaron duramente la política del gobierno israelí.

La verdad es que hubo críticas en los medios de comunicación, muchas en la universidad y en las organizaciones no gubernamentales, y bastantes en la sociedad civil israelí ubicada en la izquierda y a veces en la extrema izquierda. Tenemos lugares donde expresarnos, y lo hicimos. Yo no fui intimidado. Los matones derechistas no me mantuvieron alejado de las manifestaciones, y no me dieron tanto miedo como para no llevar a mis hijos a ellas. Si somos honestos, la docena de matones derechistas se limitaron a gritar sus enfurecidas amenazas, pero no intimidaron a nadie. Quizás los israelíes de izquierda no demostraron tanta angustia o empatía como Zonszein piensa que deberían haber manifestado, pero eso no se debió a que fuimos silenciados agresivamente. Quizás estuvimos demasiado silenciosos, pero no fue porque nos silenciaran.

Yo no trato de argumentar pedantemente para aclarar las cosas. Esto es importante para mí como un hombre de izquierdas. Zonszein terminaba su artículo en el NYTimes diciendo esto:
Los israelíes parecen cada vez más reticentes a escuchar las críticas, incluso cuando provienen desde dentro de su propia familia. No sólo no están dispuestos a escuchar, sino que están tratando de silenciarlas antes de que incluso puedan ser expresadas. Con una familia así, yo preferiría ser catalogada como uno más de ellos" (de los disidentes)”.
En el año que acaba de terminar, un montón de izquierdistas del estilo de Zonszein se han echado las manos a la cabeza. Cuando el crítico del Haaretz, Rogel Alpher, anunció en su periódico hace unas semanas que finalmente se ha dado por vencido, y que estaba pensando abandonar el país, se unió a una creciente lista de conocidos izquierdistas que han decidido que “ya han tenido bastante”. Ellos también han llegado a la conclusión de que prefieren ser considerados uno de "ellos" (de los disidentes), sean quienes sean. Si usted ha sido silenciado, el paso siguiente es abandonar, y así puede dar sentido a su abandono.

Pero lo cierto de la cuestión es que no hemos sido, ni somos silenciados. Durante más de una docena de años no hemos sido capaces de obtener una mayoría en la Knesset. También hemos fallado a la hora de lograr convencer a los otros israelíes de que el coste de mantener los asentamientos en los territorios ocupados es mayor que el peligro de renunciar a ellos. Según el análisis de Zonszein, nosotros no hemos fallado, nuestro fracaso ha sido provocado por una conspiración de derechas que nos ha silenciado, es decir, no hemos podido expresar nuestra verdad, y como nos mantienen en el silencio hay poco que podamos hacer al respecto [N.P.: y por supuesto, la izquierda tampoco debe hacer autocrítica y variar sus criterios y formas de actuación].

La verdad es que hemos fracasado porque nosotros mismos hemos fallado, y por lo tanto hay mucho que podemos hacer al respecto. En lugar de mandar al New York Times artículos exculpatorios acerca de cómo hemos sido silenciados, tenemos que encontrar la manera de hablar con los otros israelíes para que nos escuchen. Y por supuesto, la respuesta no es convencer a los lectores del New York Times de que Israel ya no es una democracia. La verdadera respuesta está en aceptar que Israel es una democracia, y que la democracia exige que hablemos también a nuestros conciudadanos y, algo muy importante, que también les escuchamos, para que así podamos persuadirles y ellos no nos rechacen.

El argumento de Zonszein es que la lucha política democrática en Israel no tiene remedio y es una pérdida de tiempo. El hecho cierto es que es en la democracia israelí donde residen nuestras mayores esperanzas.

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