Sunday, December 07, 2014

La última ofensa del Partido Socialista francés a los judíos franceses - Shmuel Trigano - Times of Israel



El reconocimiento de un "Estado de Palestina" por el Parlamento francés ha sido todo un acto "místico" cuyo alcance se sitúa a la altura de grandes acontecimientos históricos como el Holocausto o Vichy, en el sentido que indican una intención en lo referente a la esencia de las cosas.

El hecho de que, para realizar ese reconocimiento, la Constitución de la Quinta República haya sido infringida, que se le dotara de una naturaleza teatral y solemne al evento ("Damas y caballeros" el mantra repetitivo que puntuaba el discurso del ministro de Exteriores Fabius), el reflejo de reacción en manada por la decisión previa de otros parlamentos europeos, el hecho de que nada justifica hoy tal enfoque, la invocación grandilocuente de la moral confirmando esa encrucijada del destino donde la Europa será juzgado por un abandono de los judíos que recuerda el de 1940.

Peso mis palabras porque es claro que el diktat que Europa quiere imponer a Israel le conducirá a un impasse de cara a un enemigo resuelto a abatir a Israel. No hace falta ser un genio para entenderlo. El ejemplo de la retirada de Gaza será suficiente.

Pero hay más, porque Europa añade el desprecio a sus errores políticos. Envueltos en su suficiencia moral, tratarán a ese "pequeño estado de mierda" (tal como definió a Israel hace unos años el embajador de Francia en Gran Bretaña) como si fuera una república bananera, al más puro estilo colonial.

¿Acado el Quai d'Orsay (ministerio de Asuntos Exteriores francés, histórica y descaradamente pro-árabe) tiene la debilidad de pensar que el Estado de Israel es el gueto o el campamento humanitario de refugiados que le gustaría que fuera? Y qué brutalidad la de notificar una elección fundamental bajo la forma de un ultimátum (represalias de Europa "si en dos años...").

Se trata de un ataque a la dignidad de los judíos franceses. Ellos fueron capaces de reanudar sus vidas en este país después de Vichy porque un Estado judío fue creado. Su condición colectiva había tomado una dimensión trágica cuando fueron excluidos en masa de la nación como un "pueblo extranjero" (Xavier Vallat), a pesar de su estatuto individual como ciudadanos.

Es ese destino colectivo que Israel y el sionismo entonces habían recuperado contribuyendo a restablecer la dignidad de la condición judía en Francia que el fracaso de la República había quebrantado. El reconocimiento de un Estado que no existe y que no tendrá más objetivo que legitimar la erradicación del Estado judío o su derrota final socava esa reparación y quebranta profundamente la continuidad de la vida judía en Francia después de Vichy. Del mismo modo, el compromiso árabe de Francia pone en cuestión la idea de que parte de esos judíos expulsados ​​en masa del mundo árabe pudieran haber encontrado un refugio seguro en Francia.

Cuando se analiza este desarrollo, en especial en su representación simbólica, dentro del contexto del antisemitismo de los últimos 15 años, el panorama que contemplan los judíos franceses es mucho más "crudo".

Bajo el gobierno socialista de Jospin, en 2001, una decisión estratégica equivocada tuvo graves  consecuencias. Mediante la imposición de un silencio general sobre las 450 agresiones antijudías cometidas mayoritariamente por miembros de la comunidad magrebí musulmana, bajo el pretexto de "no echar más leña al fuego" (Daniel Vaillant), además de no condenarlas (la reacción del ministro socialista de Exteriores Hubert Védrines fue todo lo contrario) y no castigarlas, los socialistas franceses dieron lugar al paisaje letal que ahora conocemos, con el grave deterioro de la situación ciudadana de los judíos franceses. Esa política de los socialistas franceses ha ayudado a preservar la imagen de los agresores, a inocentarlos, hasta el punto que la primera reacción de la opinión pública cuando fue alertada de lo que realmente estaba sucediendo fue condenar y acusar de racismo y comunitarismo a los que revelaron la auténtica situación.

El antisemitismo no fue reconocido como tal, sino que fue disfrazado con el espejismo de "tensiones entre comunidades" y "conflicto importado", siendo por supuesto la política israelí el único responsable.

Esta malversación fundamental de los hechos se convirtió en el paradigma oficial relatado por los medios de comunicación franceses, la verdad oficial sobre la situación y la justificación de las políticas fallidas (diálogo interreligioso, el sacro santo y biempensante lema oficial de la izquierda "vivir juntos" ...). Por otro lado, las voces discordantes fueron desterradas y las instituciones judías enroladas en esa verdad oficial

El tratamiento únicamente seguritario, y no político, de ese fermento de guerra civil provocó que, en el mejor de los casos, los judíos franceses - sacrificados en favor de la "paz civil" - sufrieran una sacralización victimaria  y martirológica ("tocar a un judío es tocar a la República", uno de los lemas oficiales que evita mencionar a los culpables mientras aparenta estar del lado de las víctimas), que sólo empeoró su situación.

¿El circuito se ha cerrado? La estrategia fallida de la década del 2000 puso en peligro la seguridad de las personas. El reconocimiento de Palestina socava las bases simbólicas de la identidad judía francesa después de Vichy, al cuestionar la legitimidad de la condición de pueblo judío que Israel ha restaurado con su soberanía. La recomendación efectuada por el asesor de los socialistas Pascal Boniface en 2001, abogando por un claro abandono de los judíos franceses en favor de la población de origen inmigrante musulmana, mucho más numerosa, ha quedado claro que ha sido escuchada y adoptada.

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