Saturday, January 31, 2015

La Casa Blanca desquiciada por el discurso de Netanyahu - Jennifer Rubin - Washington Post



A primera vista, podría parecer que la Casa Blanca se ha desquiciado en más de un aspecto con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ante la próxima sesión conjunta del Congreso. Después de días lloriqueando afirmando que la aparición de Netanyahu no fue aprobada por la Casa Blanca, los funcionarios de la administración Obama se han dirigido a la prensa para promover de manera anónima las críticas y los gemidos, acusando al embajador de Israel - ¡oh Dios mío! - de fomentar los intereses del primer ministro a expensas de sus relaciones con la administración Obama. (Esto si que es divertido, considerando los calientes comentarios del presidente sobre Netanyahu y ​​el uso reciente de un alto funcionario del epíteto "gallina" para criticar a Netanyahu).

En un artículo aparte en el New York Times (uno solo no es suficiente para ayudar a la máquina de propaganda de la Casa Blanca), el discurso de Netanyahu es retratado como una ayuda indirecta para la Casa Blanca para fortalecer su oposición a las sanciones promovidas por Menéndez-Kirk. El medio es una cita del presidente de la organización judía pro-demócrata, y notoriamente opuesta al gobierno israelí, J Street - que el NYTimes original y falsamente etiquetó como un "grupo pro-Israel de simpatizantes demócratas" y más tarde cambió a "grupo de defensa de Israel" después de una serie de tweets que se burlaban de su descripción -, lleno de críticas anti-Netanyahu. (Esto sería similar a identificar a Vladimir Putin como una voz a favor de la paz en Ucrania o al rey saudita como un defensor de los derechos humanos). El momento elegido es ridículo. El proyecto de ley de Menéndez-Kirk fue presentado esta semana y pronto estará será discutido por el Comité del Senado. Por primera vez, 10 demócratas han prometido votar por las sanciones condicionales en un momento determinado (después del 24 de marzo).

Las quejas de la Casa Blanca con relación a este tema son tan desproporcionadas y tan a la defensiva (el presidente parece estar petrificado ante el hecho de que el Congreso pueda escuchar un discurso convincente del mejor aliado de los Estados Unidos en el Oriente Medio) que uno se pregunta qué está pasando. Por cierto, si los 10 miembros demócratas no hubieran exigido un retraso en la votación hasta el 24 de marzo, el discurso de Netanyahu a principios de marzo ya no sería tan significativo y hubiera llegado después de la votación. Tal vez  las quejas del presidente sean con los demócratas, y no con los israelíes.

El ex viceconsejero de Seguridad Nacional Elliott Abrams, quien sirvió en la excepcionalmente favorable para Israel administración del presidente George W. Bush, señala:
El programa nuclear de Irán es uno de los temas de seguridad nacional más importantes a los que nos enfrentamos y un problema aún mayor para Israel, e Israel es uno de los aliados más cercanos de este país. La mala sangre entre Obama y Netanyahu, que ha incluido ataques personales a Netanyahu por parte del personal de la Casa Blanca, no debería influir en lo que hace el presidente. Me parece correcto que Obama no vea a Netanyahu tan cerca de las elecciones israelíes; esa es una buena práctica en general y evita un intervencionismo de los Estados Unidos en una contienda electoral extranjera. (Por supuesto, y en este caso, es muy posible que ningún israelí de más de 5 años ignore que Obama desea ver como Netanyahu pierde su trabajo). Por otra parte, se evita el doloroso espectáculo de ver como Obama y Netanyahu fingen empatía y alegría por verse de nuevo. 
Pero el lloriqueo de la Casa Blanca sobre la invitación de Boehner es totalmente amateur, y por las razones que Walter Russell Mead explicó persuadirá a pocos estadounidenses más allá de los muy fieles. Dada la situación en Oriente Medio y el estado de las negociaciones nucleares con Irán (donde Estados Unidos ha abandonado casi todas las líneas rojas que nunca fijó), no es de extrañar que Obama quiera silenciar a Netanyahu, y no es de extrañar que Netanyahu quiera hablar acerca de Irán y que el Presidente le oiga.
Otros observadores en Israel especulan que esta es en realidad una forma de interferir en las elecciones de Israel dando combustible a los opositores de Netanyahu, dándoles argumentos, como por ejemplo que Israel, con Netanyahu, no podría llevarse bien con los Estados Unidos. Esto formaría parte de un curso que la administración Obama ha tensado para derrocar al gobierno israelí. ¿Su delito? Simplemente se niega a someterse a la intimidación de la administración Obama, o en su defecto a permanecer en silencio, mientras los Estados Unidos apaciguan a Irán, una amenaza existencial para el Estado judío.

Irónicamente, la pelea se produce justo después de que los terroristas de Hezbollah apoyados por Irán asesinaran a dos soldados israelíes, lo que nos ha recordado que Irán está en marcha en toda la región y que el gobierno iraní, con el que Obama espera lograr una gran reconciliación, se ha comprometido en la destrucción de Israel.

En resumen, la administración Obama utiliza el tema de sus conversaciones con Teherán para denunciar la aprobación de un proyecto de ley de sanciones que, solamente, entraría en vigor si Irán se negara a llegar a un acuerdo antes de junio, un acuerdo por cierto basado en las propias líneas esbozadas por la administración Obama. Mientras tanto, se ataca al liderazgo de Israel, nuestro aliado democrático (cuya posición trató de socavar en las conversaciones de alto el fuego al final de la guerra de Gaza al adoptar el plan de Qatae, el patrón de Hamas) y se niega a reunirse con su líder electo cuando nos visita. Para empezar, la administración Obama lanzó un ataque contra el Congreso por invitarle a hablar, y luego trató de dar munición a los oponentes de Netanyahu para su campaña electoral. Al menos no hay duda de que esta es la Casa Blanca más anti-Israel y más inmadura de la historia.

Actualización: En un duro golpe a la campaña de la Casa Blanca contra Netanyahu y a ​​la credibilidad del New York Times, el proyecto de ley de Menéndez-Kirk pasó el Comité del Senado por una votación de 18-4, con seis votos favorables demócratas.

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