Sunday, March 01, 2015

El Haaretz desea un castigo sin precedentes a Netanyahu, y acusa a Obama de debilidad por no haber jugado sucio. El asunto de Irán apenas les interesa



Obama es el mayor activo político de Netanyahu - Anshel Pfeffer - Haaretz

Si hace dos meses alguien hubiera predicho que dos semanas antes de las elecciones de Israel, Benjamin Netanyahu se dirigiría al Congreso en contra de la voluntad expresa de la administración Obama, nadie hubiera creído que incluso Netanyahu fuera tan lejos.

Si la predicción hubiera sugerido que, una semana antes del discurso, una campaña publicitaria del Likud acusara a los EEUU de tratar de vetar al establushment de Israel y que Netanyahu culparía a las potencias mundiales de permitir a Irán construir un arma nuclear, estaríamos llamando a los hombres de las batas blancas (loqueros).

Pero todo esto ha sucedido y aún no estamos más cerca de entender exactamente por qué el primer ministro israelí, que supuestamente conoce mejor que cualquiera de sus predecesores los EEUU, está hundiendo la alianza estratégica en su peor crisis, en momentos en que Israel necesita el apoyo de los Estados Unidos más de nunca.

Tres posibles razones se han avanzado.

En primer lugar, Netanyahu dice que el Congreso de los Estados Unidos es el mejor lugar para advertir al mundo en contra de un peligroso acuerdo nuclear con Irán. Resulta inverosímil que un discurso, por bueno que pueda ser, pueda tener ese tipo de efecto, pero Netanyahu tiene fe en su propia retórica.

En segundo lugar, esta es la estrategia definitiva del Likud para dominar la agenda electoral y enfocar esta campaña sobre un solo tema: la capacidad de Netanyahu para manejar a Irán. Cualquiera que sea lo que el público piense de él, las encuestas coinciden en que la mayoría de los israelíes aún dicen que es el más adecuado para el puesto que cualquiera de sus rivales.

Y mientras muchos encuentran en este razonamiento el colmo del cinismo, Netanyahu y su círculo inmediato de admiradores están convencidos de que Israel se dirige hacia el desastre si cualquier otro se encuentra al frente de la oficina del primer ministro. No se trata pues de conveniencia política, sino de una necesidad nacional.

La tercera razón tiene sus raíces en las extrañas maquinaciones y egolatrías de los seguidores y clientes estadounidenses de Netanyahu, el principal de ellos el magnate de los casinos Sheldon Adelson.

Para ellos, una buena pelea con Barack Obama no es un subproducto desafortunado del discurso, es el resultado deseado.

Cada una de estas razones figuran sustancialmente en la motivación de Netanyahu de poner en peligro la relación especial entre Jerusalén y Washington.

Pero también es cierto que las montañas de análisis y opiniones de los expertos hasta la fecha han culpado principalmente  aNetanyahu y en parte al eje formado por el embajador Dermer y el portavoz republicano Boehner. Pero la cuestión sin respuesta es la siguiente: ¿Podría Netanyahu haber considerado una estratagema tal si alguien más hubiera estado en la Casa Blanca?

Netanyahu nunca se hubiera atrevido a echar mano de ella ante Bill (o Hillary) Clinton, o ante uno de los Bush, porque su castigo hubiera sido rápido y terrible. Ellos le habrían detenido para destruirlo políticamente, y no en Washington, sino donde realmente importa a Netanyahu, en Israel.

La respuesta de la administración Obama hasta el momento, como han demostrado John Kerry y Susan Rice esta semana criticando a Netanyahu, ha sido de bastante dureza. Pero decirle a Charlie Rose que las acciones de Netanyahu son "destructivas" y recordar a un comité del Congreso la forma en que se alentó a los EEUU para embarcarse en la guerra de Irak, podría dañar a Netanyahu en los Estados Unidos, pero es estrictamente para consumo interno.

Nada de esto resuena entre los posibles votantes de Netanyahu en Israel (con excepción de aquellos israelíes que nunca votarían al Likud de todos modos).

Si hubieramos estado ante un Clinton o un Bush, el libro de reglas habría salido volando por la ventana, y una cohorte de asesores de campaña habría trabajado día y noche para que un montón de información realmente perjudicial hubiera caido en manos repentinamente de los medios de comunicación israelíes, todo para asegurar la caída de Netanyahu el 17 de marzo.

Pero Obama no juega duro.

Hace casi seis años, a principios de la primera administración Obama, Netanyahu seguía preocupado por lo que Obama podría hacer contra él. Es por eso que hizo el discurso de Bar-Ilan, aceptando por primera vez una solución de dos Estados y estando de acuerdo en congelar la construcción de asentamientos durante 10 meses.

Desde entonces no ha pasado nada para que Netanyahu tenga la sensación de que tiene que temer a Obama.

Si en algún momento la administración Obama se hubiera empeñado en realizar una política exterior valiente y de principios, Netanyahu podría haber tenido dudas.

Pero ¿por qué debería temer a un presidente americano que permitió que Bashar Assad cruzara descaradamente cada línea roja que dicho presidente dibujó en el suelo empapado de sangre de Siria? ¿Un presidente que no ha tenido problemas con uno de sus asesores que ha acuñado la frase "liderando desde la retaguardia"? ¿Un presidente que se ha ausentado de cualquier compromiso serio ante la rastrera conquista de Ucrania por Rusia, dejando esa tarea a los líderes de Alemania y Francia?

Obama se ha atragantado a cada paso del camino ante el caos que ha envuelto a Libia, Irak y Egipto, en una endeble actuación a la hora de ejercer la influencia de los Estados Unidos sobre los aliados estadounidenses, o a la hora de sostenerlos.

Naciones pro-occidentales de Asia han sentido desesperación ante su falta de reacción significativa ante las pruebas nucleares de Corea del Norte y la agresión china.

Netanyahu nunca le gustó a Obama. Él le temía desde el momento en que ganó las elecciones de 2009, sólo dos meses después de su toma de posesión de la presidencia.

¿Pero qué líderes mundiales que esperaban la era Obama con esperanza no se han sentido defraudados? ¿Quién no ha sufrido al ver como decepcionaba? ¿Acaso Erdogan de Turquía y los emires de Qatar han pagado un precio por apoyar activamente e instigar el terrorismo islámico?

Si Erdogan, Putin y Kim Jong-Un han podido salirse con la suya, las razones para ello de Netanyahu también son válidas.

Pero Netanyahu se equivoca. Israel confía en su alianza con los EEUU en una forma que pocos países lo hacen, y el daño que la está causando sobrevivirá al último mandato de Obama. Porque por ahora Netanyahu está viviendo en el corto plazo.

No se trata solamente de la singular incapacidad de Obama de jugar sucio lo que ha permitido a Netanyahu tomar ventaja. Si bien la gran mayoría de la clase política y diplomática de Israel se ha levantado en armas ante su imprudencia, el presidente de Estados Unidos no disfruta de la simpatía o dek respeto para dibujar un contragolpe político efectivo.

Como en muchos otros países, Obama ha logrado decepcionar dramáticamente a ambos lados de la división política de Israel.

Los rivales de Netanyahu, incluido el líder laborista Isaac Herzogm no son fans de lo que ven como una posición temeraria de Obama en su intento de firmar un acuerdo con los iraníes a toda costa. Y mientras el ala izquierda israelí anhela un acuerdo diplomático con los palestinos, observa horrorizado la ineptitud de los esfuerzos de su gobierno para hacer avanzar el proceso de paz.

A diferencia de los anteriores presidentes, Obama ha realizado escasos esfuerzos por cortejar a la opinión pública israelí y es profundamente impopular en Israel. En muchos aspectos de seguridad, la cooperación diplomática entre EEUU-Israel durante los últimos seis años nunca ha estado tan próxima, pero este hecho no se ha registrado con los votantes.

Figuras del Likud están describiendo en privado el furor que rodea al discurso de Netanyahu como una situación positiva donde siempre ganan. Ahora ya no importa cómo reaccione la administración Obama, Netanyahu marcará tantos ante su base, y todas las críticas a sus políticas y todas las revelaciones sobre sus asuntos personales y sobre los affaires sociales y financieras de su gobierno, están siendo ahogados por la pugna con Washington.

En este punto, una reacción de la administración Obama puede incluso favorecer a Netanyahu. Puede que cualquier reacción del presidente americano, no importa cual sea, es probable que ayude a Likud a ganar los votos de la derecha que carece para asegurarse ser el mayor partido el 18 de marzo.

Obama es actualmente el mayor activo político de Netanyahu.

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