Tuesday, March 24, 2015

No hay un abismo entre asquenazíes y sefardíes (mizrahim) en Israel - Ben-Dror Yemini - Ynet


Un simpático intelectual de la izquierda: 
La controversia sobre los comentarios de Amir Hetsroni ha dominado Facebook y otros foros on-line en Israel en los últimos días, después de que realizar unas declaraciones tras las elecciones echando la culpa de la derrota de la Unión Sionista (la izquierda) a los judíos del mundo musulmán y Asia. También argumentó que si pudiera volver atrás en el tiempo le gustaría que se impusieran límites más estrictos a la inmigración a Israel de los judíos de esos países para prevenir que futuros partidarios del Likud vinieran a Israel, agregando que votar por la derecha "es un signo de retraso mental".  
Sin embargo, la controversia alcanzó nuevas alturas el domingo después de conocerse que Hetsroni fue despedido de la Universidad de Ariel en agosto de 2014 por "comentarios inapropiados" realizados en Facebook y en otras partes, además de otros realizados en un programa matutino contra los judíos sefardíes y mizrahim. Durante su estancia en el programa una mujer denominó a Hetsroni un fascista, después de lo cual él la contestó que "todo lo que dije fue que nada malo hubiera pasado si tus padres se hubieran quedado en Marruecos pudriéndose allí". Uno de los conductores del programa, Yoav Limor, pidió a Hetsroni que se disculpara o saliera, momento en el que se puso de pie y se fue. A medida que la controversia irrumpió el domingo, Hetsroni se comprometió a dejar Israel el año que viene. 
El lunes, Hetsroni arremetió contra Danino, el jefe de la Policía, al ridiculizar en un post en Facebook la decisión de emprender cargos contra él y señaló que Dañino era de origen marroquí.
Hay una fascinante coalición entre los militantes de ambos lados. Y ambos están tratando, con gran esfuerzo, en crear un conflicto entre asquenazíes y sefardíes.

Los primeros, algunos asquenazíes en particular, están tratando de que regresen los días de antaño del racismo anti-Mizrahi, y los últimos, algunos sefardíes, han promocionado el eslogan de "Los votos mizrahim para un Mizrahi". Entre los primeros incluyen a tipos tales como el profesor Amir Hetsroni, la autora y ex actriz Alona Kimhi, y la campaña "Lo Latet" ("Do not Give"), y los entre segundos están los intelectuales del Mizrahi Democratic Rainbow que han convertido al presidente del Shas, Aryeh Deri, en su mesías.

Debemos prestar atención al hecho de que la mayoría de esta gente que toma parte en estos intentos de crear diferencia, en ambos lados, son o bien post-sionistas, o bien antisionistas. Y eso no es una mera coincidencia. Ellos están tratando de vendernos una escisión, una sociedad racista que se está cayendo a pedazos.

En la década de 1960, Kalman Katzenelson publicó un libro titulado "La Revolución Asquenazi", un panfleto difamatorio por parte de un sionista revisionista que afirmaba que había dos pueblos viviendo en Israel: los superiores asquenazíes y los inferiores sefardíes. Era la antítesis de la visión de la integración de los exiliados. El libro no tuvo éxito. Katzenelson, en realidad, no representaba a los revisionistas, al igual, que sus nuevos sucesores, Hetsroni y Kimhi, no representan a los asquenazíes. Al igual que los votantes más radicales y antisionistas - por anti asquenazíes - del Shas no representan ni siquiera a una cuarta parte de los mizrahim.

El problema es que a esos grupos se les da soporte y cancha en ciertos canales de los medios de comunicación. Y es ahí donde sus campañas están siendo discutidas y infladas. Son estos medios quienes han convertido esta polémica en un fenómeno y en un arroyo maloliente. En las redes sociales, esta calumnia se convierte en una celebración.

Así que debemos poner las cosas en orden. No hay abismo entre ambas partes. No hay un abismo entre mizrahim y asquenazíes. Pero eso es una tontería. El abismo que existe está en estos extremistas. Locura contra locura. Odio contra odio. En realidad, hay un Israel diferente.

Este fin de semana, hace dos días, asistí a un evento familiar en una de las ciudades satélite de Tel Aviv. Una celebración por el nacimiento de una hija. La madre era "mixta". Ella ya no era ni mizrahi ni asquenazi. El padre era un ingeniero, un kibbutznik. Había otra muchas parejas similares allí mismo. La clase media. Las elecciones estaban olvidadas. Parece que cuando nos salimos de la burbuja de las falanges de los extremistas, hay otra vida. Las cosas son diferentes. El bebé recién nacido no tiene identidad étnica. Hay muchos otros como esta niña, de Gedeón Saar a Dov Khenin, incluso cuando la gente no conoce sus orígenes.

Tras el estallido del racismo (las campañas de rencor de la izquierda asquenazí contra los votantes mizrahim del Likud) en los días posteriores a las elecciones, nos olvidamos ante esa histeria de que el otro Israel representa a la mayoría. El 80% de los miembros del club de los abuelos ya tienen nietos y bisnietos "mixtos". Aquí y allá, aún hay guetos étnicos, principalmente entre los haredim, pero para el resto eso es una cosa que está desapareciendo.

Pero no hay necesidad de tapar ciertas cosas. Todavía hay expresiones de racismo. Aún hay restos del racismo en el Estado, en especial en lo referente a la justicia distributiva. Y en ciertas élites progresistas, como en el Tribunal Supremo y el mundo académico, y eso parece difícil de cambiar. Y no porque no haya candidatos adecuados, sino debido a los mecanismos de mantenimiento de ese monopolio.

La izquierda israelí que habla con razón de la exclusión de las mujeres y de los árabes, en cambio tiene muchas dificultades para hacer frente a la exclusión de los mizrahim. Y sin embargo, como el profesor Momi Dahan ha demostrado, las brechas se están cerrando, aunque no en la velocidad deseada.

Así que a pesar de la turbia ola post-electoral, hay cosas que necesitan ser arregladas, pero aún así  Israel tiene una cara mucho más hermosa. Debemos recordar que, independientemente de su raza, religión, género y grupo étnico, la pertenencia a un "grupo étnico" resulta cada vez menos relevante para cada vez más y más personas.

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